
POR EDUARDO JUÁREZ VALERO, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA).

Qué este país lo forman muchos sentires ha resultado obvio hasta el siglo XVIII, cuando se inventó aquel concepto de patria transmutado un siglo después en Nación. Es nuestra obligación reflexionar nuestra esencia más allá del ladrido de la jauría falaz que todo lo enfanga.
ARTÍCULO:
Es un fin sin final esto de definir España. Anclados en cuatro memeces reiteradas hasta la náusea, nos conformamos con seguir en la trinchera que sea con tal de demostrar la sinrazón que nos domina, mientras tratamos de convertir las antónimas en burla y escarnio de imbecilidad suma. Puede que la conclusión sea que no hay definición posible, ni argumento capaz de establecer la identidad por todos perseguida. Puede que, por otro lado, sea mejor así, pasando de presuntos creadores del estado moderno a fallida identidad y construcción estatal paupérrima con tan solo un mírame-esa-bandera. Puede que, en definitiva, no seamos capaces de construir nada por no estar en nuestra verdadera esencia eso de la unidad y demás zarandajas que solo conducen a la discriminación. Encelados en asumir toda calaña de identidades, ya me dirán cómo azogarnos contra la nacional, la más compleja e indeseable de todas. Decía Santos Juliá en su última comparecencia por este Real Sitio que la constitución del 78 ya andaba finiquitada, conduciéndose sin demora hacia un proceso constituyente más que necesario. Deconstruido el estado en autonomías como aquella tortilla de patatas esnob e innecesaria, la idea de España se aleja hacia un horizonte de lamentable radicalización integracionista, donde un ejército de banderas incomprensibles impide ver la condenada puesta de sol.
Es probable que, como en tantos otros acasos patrios, la respuesta se deba encontrar en la sencillez de lo cotidiano y natural. Siguiendo mi argumento lógico favorito que estipulara Guillermo de Ockham hace casi seiscientos años, nada más que recorrer despacio la realidad de este país para comprender un poco de qué estamos hablando. Así lo he intentado hacer durante la mayor parte de mi vida, casi siempre acompañado por el Sr. Bellette. Aún recuerdo esos largos paseos de jornada y media por las llanuras empinadas que acompañan las costas gallegas de verde y azulado horizonte. Siguiendo aquellos senderos pedregosos de lasca áspera y helecho rebelde, uno podía sentir la sal suspendida en cada una de las gotas de sudor que recorrían el penar en pos de la plaza del Obradoiro. Entre ribeiros pajizos de seca suavidad y Godellos afinados entre el sol de Valdeorras y las penumbras de Monterrey, mi Compadre y un servidor cruzábamos pueblo tras aldea para llegar a la ciudad que fuere. Siempre dentro del mismo concejo, las poblaciones se apretaban y estiraban según fuera el pasado que las pergeñó. Confundido al principio, pronto entendí que cada término municipal constaba de una capitalidad administrativa que daba nombre al territorio y una plétora multitudinaria de poblaciones menores o mayores adscritas a su belleza singular, tradiciones inveteradas y lengua de trapo peculiar.
Ese galleguismo territorial tan sorprendente, donde cada vecino lo era de su casa y del concejo, me hizo rememorar inmediatamente aquellos Concejos de Villa y Tierra nacidos al calor de la repoblación leonesa, castellana y aragonesa de principios del siglo XII. Segovia, exponente palmario de aquel practicar, conformó un término dividido en once sexmos repletos cada uno de ellos de poblaciones aforadas legalmente, dueñas de sus tierras, gentes, prados y bosques; aguas estantes y manantes y, por supuesto, tierras de pan levar. En aquel pasado imperfecto, todos eran segovianos y también era vecinos de su lugar. Se era de Segovia y Ciempozuelos; Cuéllar, Fresno de Cantespino y de Belmonte de Tajo o Illescas. Supongo que la naturalidad era otorgada por el término y la naturaleza se recibía del lugar donde uno vivía. Los monarcas, avispados explotadores pasivos de lo que fuera siempre que se reconociera su señorío, aceptaron durante siglos esta componenda de múltiples territorios e identidades mientras no empezó a afectar a la esencia del peculio que sustentaba su poder. Mas, por mucho que se esforzaran en rectificar esta realidad identitaria con reformas constantemente fracasadas, la idea de ser singulares dentro de un todo quedó grabada en la mente de todo español que se preciara de serlo. Los Habsburgo así lo entendieron y, con tal de mantener en paz el nicho esencial de sus recursos humanos, conformaron una realidad pluriestatal con territorios identificados y leyes restrictivas de la totalidad. Que eso de unificar territorios jurídicamente no iba con esta gente peninsular. Pregunten, si no me creen, a Gaspar de Guzmán y Pimentel cómo le fue con su Memorial Secreto de 1624. Los Borbón, siguiendo la tradición del listillo de barra de bar que todo lo soluciona en un periquete, quisieron unificar de raíz la diversidad española para acabar generando el sindiós identitario y nacional en el que nos movemos. Primero con la idea de patria en el XVIII y más tarde con la de nación española, el estado borbónico agitó un avispero del que no podemos escapar ni queriendo.
Es por ello por lo que, a la hora de constituir este Real Sitio, quizás probando, quizás por pura potra, la administración borbónica inspirada en sus amados enemigos napoleónicos constituyó un municipio que recogía diversas poblaciones para no perder ninguna identidad. La Granja de San Ildefonso, sede del palacio real utilizable, recibió la casa consistorial el 25 de mayo de 1810, aunque no se privó al resto de poblaciones de su identidad. El Real Sitio, por tanto, quedó formado por la citada población más Valsaín, La Pradera de Navalhorno y Riofrío, todo ello confirmado por el decreto de términos municipales de finales de siglo. Y, pasados más de dos siglos, los vecinos siguen viviendo en el Real Sitio de San Ildefonso siendo de La Granja o Valsaín, la Pradera de Navalhorno o Riofrío. Cada lugar conserva sus tradiciones costumbristas y forma parte del todo en una pacífica desidia institucional que deja las identidades para el filósofo comprometido y la vida real para las personas humanas.
Dado que me escaman los conceptos aglutinadores de la realidad, no quisiera pensar que en el fondo de nuestro espíritu subyace cierto federalismo impenitente. Ahora bien, cuanto más acerco la lupa en perspectiva al mapa que la historia ha escrito en este país, más color toma, pudiendo resultar que la mayor de nuestras diatribas se halle no ya en la magistratura principal del estado, sino en esta peculiar necesidad de identificar el todo partiendo de cada una de las partes. Quién sabe si en el federalismo que padecemos en silencio, esté esa solución que nuestra historia conjunta no deja de gritar en sordo e ignorado alarido atemporal.
Archivos
- Elegir el mes
- abril 2025 (161)
- marzo 2025 (444)
- febrero 2025 (350)
- enero 2025 (412)
- diciembre 2024 (392)
- noviembre 2024 (403)
- octubre 2024 (413)
- septiembre 2024 (274)
- agosto 2024 (294)
- julio 2024 (465)
- junio 2024 (457)
- mayo 2024 (481)
- abril 2024 (433)
- marzo 2024 (500)
- febrero 2024 (400)
- enero 2024 (463)
- diciembre 2023 (474)
- noviembre 2023 (463)
- octubre 2023 (461)
- septiembre 2023 (416)
- agosto 2023 (420)
- julio 2023 (410)
- junio 2023 (433)
- mayo 2023 (460)
- abril 2023 (478)
- marzo 2023 (476)
- febrero 2023 (428)
- enero 2023 (433)
- diciembre 2022 (441)
- noviembre 2022 (400)
- octubre 2022 (404)
- septiembre 2022 (421)
- agosto 2022 (413)
- julio 2022 (434)
- junio 2022 (429)
- mayo 2022 (436)
- abril 2022 (451)
- marzo 2022 (440)
- febrero 2022 (402)
- enero 2022 (402)
- diciembre 2021 (406)
- noviembre 2021 (402)
- octubre 2021 (373)
- septiembre 2021 (336)
- agosto 2021 (318)
- julio 2021 (307)
- junio 2021 (292)
- mayo 2021 (288)
- abril 2021 (264)
- marzo 2021 (274)
- febrero 2021 (266)
- enero 2021 (280)
- diciembre 2020 (300)
- noviembre 2020 (252)
- octubre 2020 (281)
- septiembre 2020 (264)
- agosto 2020 (290)
- julio 2020 (353)
- junio 2020 (375)
- mayo 2020 (428)
- abril 2020 (389)
- marzo 2020 (375)
- febrero 2020 (399)
- enero 2020 (386)
- diciembre 2019 (393)
- noviembre 2019 (472)
- octubre 2019 (392)
- septiembre 2019 (377)
- agosto 2019 (374)
- julio 2019 (451)
- junio 2019 (427)
- mayo 2019 (447)
- abril 2019 (471)
- marzo 2019 (634)
- febrero 2019 (589)
- enero 2019 (639)
- diciembre 2018 (248)
- noviembre 2018 (332)
- octubre 2018 (334)
- septiembre 2018 (200)
- agosto 2018 (157)
- julio 2018 (238)
- junio 2018 (234)
- mayo 2018 (208)
- abril 2018 (262)
- marzo 2018 (257)
- febrero 2018 (228)
- enero 2018 (333)
- diciembre 2017 (265)
- noviembre 2017 (309)
- octubre 2017 (362)
- septiembre 2017 (318)
- agosto 2017 (253)
- julio 2017 (270)
- junio 2017 (338)
- mayo 2017 (322)
- abril 2017 (301)
- marzo 2017 (355)
- febrero 2017 (378)
- enero 2017 (333)
- diciembre 2016 (439)
- noviembre 2016 (616)
- octubre 2016 (417)
- septiembre 2016 (283)
- agosto 2016 (269)
- julio 2016 (270)
- junio 2016 (390)
- mayo 2016 (420)
- abril 2016 (398)
- marzo 2016 (368)
- febrero 2016 (385)
- enero 2016 (367)
- diciembre 2015 (396)
- noviembre 2015 (328)
- octubre 2015 (364)
- septiembre 2015 (285)
- agosto 2015 (260)
- julio 2015 (281)
- junio 2015 (293)
- mayo 2015 (283)
- abril 2015 (303)
- marzo 2015 (347)
- febrero 2015 (326)
- enero 2015 (333)
- diciembre 2014 (355)
- noviembre 2014 (391)
- octubre 2014 (380)
- septiembre 2014 (226)
- agosto 2014 (177)
- julio 2014 (200)
- junio 2014 (234)
- mayo 2014 (281)
- abril 2014 (299)
- marzo 2014 (267)
- febrero 2014 (284)
- enero 2014 (244)
- diciembre 2013 (209)
- noviembre 2013 (246)
- octubre 2013 (232)
- septiembre 2013 (209)
- agosto 2013 (180)
- julio 2013 (219)
- junio 2013 (107)
- abril 2013 (1)
- enero 2013 (1)
- junio 2012 (1)
- diciembre 2011 (1)
- noviembre 2011 (4)
- marzo 2010 (2)
- febrero 2010 (1)
- marzo 2008 (105)
- febrero 2008 (67)
- enero 2008 (68)
- diciembre 2007 (48)
- noviembre 2007 (27)
- octubre 2007 (31)
- septiembre 2007 (17)
- agosto 2007 (22)
- julio 2007 (8)
- junio 2007 (5)
- mayo 2007 (22)
- abril 2007 (30)
- marzo 2007 (14)