POR LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN, CRONISTA OFICIAL DE CARTAGENA (MURCIA)
Lleva bigote a usanza borgoñona; Se toca con chambergo ladeado, y tiene ya el perfil estropeado a causa de una panza fondongona.
Soltero empedernido, su persona es harto destacada y destacado también es su apellido que ha logrado tener un pergamino que le adorna.
Cronista ameno y fácil, Cartagena ciudad que en el cantar «nos causa pena» le debe al despejar alguna bruma de las muchas que tiene su pasado…¡Y es raro que, «con una sola pluma» tan alto este Cronista haya volado!
Con este soneto publicado en el diario local ‘Cartagena Nueva’ en 1923, se describía a nuestro personaje de hoy; el Cronista Oficial de Cartagena Federico Casal Martínez.
Datos biográficos
Nació en Cartagena el 9 de agosto de 1867, donde falleció el 2 de junio de 1955. Tras sus estudios de Derecho consiguió ganar una plaza como Procurador de los Tribunales, pero su dedicación a la investigación de archivos y documentos históricos lo llevó a ser nombrado Cronista Oficial de la Ciudad en 1912.
En 1922 fue nombrado Archivero Bibliotecario del Excelentísimo Ayuntamiento, y en 1925 su popularidad, y sus numerosos trabajos dedicados a descubrir la historia de Cartagena, le llevó a ser nombrado Hijo Predilecto.
También fue vocal del Cuerpo General de Cronistas Oficiales de España, académico numerario de la Academia Alfonso X el Sabio y correspondiente de la Real Academia de la Historia.
Su obra
De todas las obras publicadas por Federico Casal, trabajos siempre dotados de una valiosa documentación, destaca ‘Historia de las calles de Cartagena’, un referente hoy día.
Los estudios de Casal incluyeron numerosas obras dedicadas a las costumbres y leyendas locales, en un intento de rescatar del olvido todo tipo de tradiciones, siempre documentadas y analizadas escrupulosamente por este cronista.
Colaboró en todos los periódicos y revistas de la ciudad y de la Región, se cuentan sus artículos por centenares y fueron más de 2.000 las efemérides cartageneras que, desde 1944, publicó diariamente.
Su intervención durante la Guerra Civil
En julio de 1936 logró recoger y conservar imágenes, tapices, cuadros y documentos que de otra forma se habrían destruidos para siempre; consiguió salvar de la Catedral Antigua las imágenes de los cuatro santos cartageneros, obras de Salzillo, la talla de La Virgen del Rosell e incluso varias esculturas de las procesiones de Semana Santa, escondiendo en su propio domicilio la imagen del Yacente, de Capuz, una de las obras más valiosas de la Cofradía Marraja.
Otros objetos salvados por Casal fueron el crucifijo de marfil que, según la tradición, regaló a Cartagena don Juan de Austria y el archivo parroquial de Santa María de Gracia.
Cómo fue y es recordado
Para su sucesor en las tareas como cronista, Eduardo Cañabate, Casal fue sobre todo su maestro, para luego ser su amigo, erudito permanente, elocuente y con una brillante memoria, irónico y socarrón.
«Me encontraba muy a gusto en su estudio y me pasaba en su compañía más horas libres que en mi propia casa. En particular, me gustaba encontrarme en su despacho al caer la tarde cuando el sol era oro viejo y bañaba en miel la multitud de papeles y recuerdos, relacionados todos con nuestra trimilenaria ciudad».
El escritor cartagenero José Rodríguez Cánovas escribía en ‘El Noticiario’ el día de su muerte: «Su traza caballeresca a la vez que romántica, su gesto altivo pero amable, su tesón voluntarioso, sus arrogancias y sus flaquezas, y, sobre todo, el amor a Cartagena que se la escapaba incontenible, tanto por los puntos de la pluma como por la palabra y la mirada, alimentado por los latidos de su corazón».
Decía Alberto Colao, otro de nuestros cronistas, sobre Casal: «Yo le recuerdo hablándome de los trabajos y escarmientos que, por su amor a Cartagena, hubo de afrontar. La escasez de recursos para los menesteres de la cultura le había obligado a milagrear para conservar siquiera a buen recaudo -aunque fuese en el patio de la Sociedad Económica del País- valiosas piezas epigráficas, a punto de perderse. Le oí quejarse de cuán poco le valió la dialéctica en determinadas ocasiones, aun cuando lo que nos arrebataran, sin más protesta que la suya, tuviera inapreciable valor. Le oí fantasear sobre lo mucho que teníamos que hacer. Federico Casal sentía las cosas de Cartagena un entusiasmo contagioso, y es justo decir que a ese saludable contagio se debe en buena parte el que haya hoy hombres en Cartagena prestos a realizar tareas que él soñara».
Para Cayetano Tornel, archivero de nuestra ciudad, «fue un personaje tremendamente popular desde su cargo de Cronista Archivero de la ciudad; una de las obras más conseguidas de la historiografía Cartagenera, sello de narrador, pero con un gran conocimiento exhaustivo del material depositado durante siglos en el Archivo Municipal. Sin ser un buen paleógrafo, su obra denota un rigor científico y una honradez en el trabajo valorada y fuera de toda duda».
Cartagena no debe olvidar nunca enaltecer a quienes escribieron su historia.
Fuente: http://www.laverdad.es/