Diferente al resto de conquistadores por su cultura y su tendencia al pacto antes que a la batalla, la historia de Núñez de Balboa es digna de la mejor superproducción de Hollywood. Ahora, Feliciano Correa la plasma en el libro ‘La fantástica historia de un hidalgo español’.
«Sin el Pacífico no se entiende el mundo moderno», recuerda el extremeño Feliciano Correa, catedrático de Historia, profesor de universidad, cronista oficial de Jerez de los Caballeros, hombre que ha venido desplegando una asombrosa actividad creativa, investigadora y docente y cuya última obra ahonda en la vida y legado de quien descubrió un inmenso oceáno conocido durante mucho tiempo ‘el lago español’.
—¿Cómo y cuándo surgió la idea de crear esta obra?
—Siempre me apasionó la historia. Ya de pequeño me interesaba por los monumentos, por las grandes casonas, por los panteones funerarios donde yacían importantes familias. En la Universidad de Deusto, donde seguí la carrera de Historia, se confirmó mi vocación, sobre todo en torno a los personajes del periodo de la conquista y colonización americana. Y Vasco Núñez de Balboa fue uno de los nombres a los que seguí con devoción. De tal manera que fui tomando notas e investigando hasta que con motivo de los 500 años del descubrimiento del Pacífico acometí el proyecto de escribir una obra de mayor dimensión que lo que antes había hecho.
—¿De dónde procede su fascinación por la figura de Vasco Núñez de Balboa?
—Bueno, no hay que olvidar que soy paisano de Balboa, nací cerca de la casa donde él vino al mundo, he conocido conventos, hospitales y callejuelas por donde él anduvo, y me parecía casi increíble que un personaje de tierra adentro, culto e hidalgo, pudiera concebir la fantástica idea de ponerse en camino para descubrir la mayor masa de agua del planeta. Es algo grandioso lo que hizo este hombre, probablemente el mayor logro tras el hallazgo de Colón. Me resultaba fascinante trastear en los viejos papeles y en los viejos escenarios, y el resultado es mi obra ahora publicada.
—Ante todo, ¿qué ha querido transmitir en este libro, ‘Balboa. La fantástica historia de un hidalgo español’?
—Hay dos o tres ideas que como vectores atraviesan mi texto. Por un lado, poner de manifiestos que estamos ante un personaje culto, que escribe al rey Fernando con desparpajo, con soltura y sin complejos. Balboa es ilustrado, eso dice de él el Padre Las Casas, no era como Pizarro o Almagro que no sabían leer ni escribir. Y Balboa vive en una época de búsqueda, en un tiempo donde se están abriendo caminos en el mundo del pensamiento y de la geografía. Vive en una época de transición, del Medievo al Renacimiento. Se había vivido antes en la seguridad de lo esencial, la gente sabía desde que nacía cual era su pequeño destino, en qué iba a trabajar, en qué debía creer, a quién debía servir… Con el tiempo nuevo se produce una agitación. Copérnico, Galileo o Miguel Ángel son personajes rompedores que muestra nuevos espacios y concepciones distintas del mundo y también del arte. Están entrando en la zozobra de lo existencial. Y, por otro, lado he querido explicitar la gran dimensión personal de Balboa con los indígenas y con los que con él vivían. Cito de nuevo a Las Casas, pero también podría hacerlo mencionando a Fernández de Oviedo. Estos cronistas y otros nos muestran que Balboa era ante todo un ser solidario, alguien que trataba con justicia e igualdad tanto a sus soldados como a los indígenas. Tal cualidad es explicable, al menos en parte, porque se crió en un ambiente interclasista, entre judíos, cristianos, moros, gitanos y personas de toda condición. Su visión del mundo era que estaba compuesto de gentes diferentes y ello le hizo comprensivo.
—¿Cuáles son, a su juicio, las grandes aportaciones de Núñez de Balboa a las exploraciones oceánicas?
—Balboa abre la última frontera del mundo. Con el hallazgo del Pacífico ya nada sería igual. El centro de gravedad del mundo en el ámbito del comercio pasaría del Mediterráneo al Atlántico y de ahí al Pacífico. La cartografía, el estudio de la anatomía comparada, la curiosidad por el clima tomando al Pacífico como el mayor condicionante del clima mundial, van a tomar cuerpo a partir del hallazgo del nuevo océano. Pero es que lo que fue llamado ‘el lago español’ por otros europeos va a ser la plataforma principal donde van a dirimirse las grandes cuestiones del siglo XX, donde España se expande, donde llegará la lengua que Nebrija ha hecho gramática y la cruz de la mano de franciscanos, jesuitas y otras órdenes religiosas que viajan con los marineros en la nao de Manila. Sin el Pacífico no se entiende el mundo moderno.
—¿Cree que su figura, hoy, resulta poco conocida?
—Sin duda Balboa ha sido poco estimado en España, probablemente por nuestro gran aluvión de nombre y héroes. Y también porque la labor de Balboa, que tuvo mucho de asistencial y de estrechar lazos fraternales, no es tan apetecida por los historiadores como las batallas y las guerras. Hernán Cortés, Pizarro y otros, pero la labor de Balboa y su afán pacificador, merecería ponerse de ejemplo en nuestros días y ser objeto de mayor atención en las páginas universitarias y en los que se ocupan de la biografía de personajes ilustre de nuestra historia.
—¿Qué aporta sobre las raíces bercianas de Balboa?
—Yo siempre he sostenido que Extremadura no se puede comprender sin la referencia leonesa. A partir de 1230, cuando baja Alfonso IX de León hasta las tierras donde Balboa nace (Jerez de los Caballeros) y caminando por espacios de Badajoz acompañado de caballeros templarios y con el afán de consolidar fronteras, todo lo que en Extremadura sucede se explica desde León. Alfonso trae a diversos apellidos, entre ellos a los Balboa del castillo berciano del mismo nombre, pero la manera en que León penetra en Extremadura se aprecia en la arquitectura, en los modelos de la antropología, en las creencias, en la toponimia que inunda la región… En cuanto a las raíces leonesas del descubridor del Pacífico, lo cierto es que la hemos dejado un poco de lado, y eso no está bien. Creo que debería existir una relación más entrañable entre ese lugar del Bierzo y Jerez de los Caballeros. Todavía tengo esperanzas de que ambos lugares celebren esa relación a través de tal apellido. El castillo de Balboa y la Calle de la Oliva donde nace el insigne descubridor deberían buscar una forma de hermanamiento.
Fuente: http://www.diariodeleon.es/ – e. gancedo