POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
El vocabulario de ayuso sexista se pasa de listo, inunda las listas: señoras, señores, chiquillos, chiquillas, jóvenes y jóvenas…, dicen hasta en misa.
Y no paran, siguen las muy Señorías: congreso, congresa, morcillo, morcilla, senado, senada, arpíos, arpías, prohombres, prohembras, tocinos, tocinas, obesos, obesas, finitos, finitas, obsexos, obsexas y tíos y tías, y abuelos y abuelas, padrinos, padrinas…, dándonos palizos y también palizas, o solo pellizcos que llaman pellizcas, igual que repiten erizos y erizas, castaños y oscuros, chorizos, chorizas, siempre con el género en la boca aprisa.
No iban a caber tantas palabritas en los diccionarios con las susodichas, ni los académicos las recogerían por ser seres sabios con auto-nombría. ¿Escribo académicas? Vaya, ya es manía: forjar el discurso para la autoestima de unos y de otras tras la egolatría que a ambos les concierne y les capacita a hacer de su capa un sayo igualista.
Me dan peno y pena y risos y risas estas discusiones que sin par chirrían, puesto que al idioma lo diversifican sin tono ni modo que le hagan justicia imponiendo dúplices palabras unívocas aquellos y aquellas que juntos las pían: pavos y pavesas, gallos y gallinas, gansos y gansesas, hormigos y hormigas, cangrejos, cangrejas, mariscos, mariscas, percebes, percebas, sardos y sardinas, gambones, gambonas, papas y papisas.
Ya está bien, amigos, -¿o tal vez, amigas?- este bi-lenguaje de estúpida huida a ignórase qué ruta numantina de talento obtuso y talenta ofidia, luchando por bordes diferencias mínimas.
Entre el mujeraje y la homofobía cabe un largo trecho de sabiduría. Recórranlo ustedes -camino es de vida-, evitando hablar de esa forma ambigua que no une, separa de limón a lima, de chatín a chata y otras virguerías, propias de personas vacuas, presumidas, con toda una corte de izas y rabizas y colipoterras de celiano escriba.
¿Me pongo el camiso? ¿Cuelgo la camisa? ¿Cambio de chaqueta o de rebequilla? ¿Me hago un pajarito? ¿Me hago una pajita? Por Dios, no, que no,que nada me asfixia.
¡Ay, que me desovo y que se me orina en el wáter, wuátera, la enhiesta colita… y a ellas la clónica cosa clitorítica!
(Perdón, no es mi intento desfacer honrillas.) Pero cual o cuala que cuela esas citas por quedar correcto o correcta enclítica, me la pelan, digo, me la refanfinflan, pues no es necesaria la hinchazón enclítica con el masculino en la eyaculina moza placentera del cura de Hita, y no hago distingos ni fago distintas a unas de otros bajo la barriga.
Deténgase, pues, esa onda expansiva que apura las normas de la cortesía, y de la elegancia, tan resbaladiza, y del uso estable de la ortografía, y convierte en tópicas las mil maravillas de hombres y mujeres unidos, unidas.
Sobran los machitos y las femen-istas, huelgan los capones y las escapistas. No necesitamos tantas pantomimas de inconscientes tontos, sapos y sapisas, torpedos, torpedas… o mariposillas.
Amén diga usted conmigo en las rimas. Si no está de acuerdo, tómeselo a risa. Serán apoyadas, serán transmitidas todas las rotundas opiniones críticas. Aquí, unión sincera. Allá ¿quién diría?