POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
En Zafra, aún en tiempo de ferias y mercados, me resulta imprescindible visitar el patio central del palacio-alcázar de los duques de Feria, en el que está la soberbia arquitectura del maestro Francisco Montiel que supo con acierto edificarlo. Impronta que dejaría años más tarde en su traza del crucero y capilla mayor de la parroquia montijana de San Pedro, junto con su hijo Bartolomé. Decir Zafra es remontarse al privilegio otorgado por Juan II de Castilla, de la casa de Trastámara, allá por 1453, que el paso de los años, de los siglos le fueron dado prestigio a su feria ganadera, aunque hubiese en Zafra otra feria, la de San Juan, más antigua (1395) pero su transcurrir fue de menor fortuna.
El tiempo de la Feria de Zafra fue fecundo al llegarle, en 1966, la modernización progresiva de sus instalaciones en la llamada Feria Regional del Campo Extremeño (53 años), hasta el empuje que ocasionó en 1992 la Expo de Sevilla y el V Centenario del descubrimiento de América, convirtiéndola en la Feria Internacional Ganadera, una de las más importantes de este sector.
La universalidad de la Feria de Zafra queda reflejada en la partida de defunción que en su día publiqué para un trabajo sobre Puebla de la Calzada, ya que en el archivo parroquial de Ntra. Sra. de la Encarnación, localicé una partida de defunción del año 1730 y que ahora transcribo: “Falleció Miguel González, vecino de esta villa y natural del lugar de Zevolla, arzobispado de Toledo, murió en la villa de Zafra por aver ido a la feria de San Miguel que se zelebra en dicha villa” (Conf. Libro II de Defunciones de adultos, años 1717-1748, fol. 74 vto.).