POR FELICIANO CORREA, ESCRITOR
El pasado viernes día 24 de marzo habíamos previsto que él presentara mi última obra, «Espuelas, hoces y cuchillas», en la capital del Jerte. El fantasma de la pandemia nos forzó a que aplazáramos la cita, a la que iban a acudir el alcalde Fernando Pizarro y Francisco Valverde, presidente de la Asociación «Pedro de Trejo».
En el año 2011 organizamos la Asociación de Cronistas Oficiales de Extremadura, en la que me acompañó como vicepresidente primero durante mi mandato como presidente. Siempre hallé en él sabiduría y lealtad. De cordial trato y considerado en las maneras, venía respaldado por su dedicación y laboriosidad investigadora. Era Académico Correspondiente de la Real de Extremadura. Fue Premio «Matías Ramón Martínez» de la Asamblea, y ganador del «Pedro de Trejo» y «García Matos», entre otros. Pero sobre todo resultó ser en verdad un cronista ejemplar, dedicado al lugar que le vio nacer y a su entorno. Valoraba tanto los hechos sobresalientes como esos aconteceres de letra minúscula, en los que se puede interpretar mejor lo que llamamos la entraña popular. Por sus enormes servicios a la cultura, Pizarro le había prometido una calle en la gran ciudad del norte.
Estuvimos con él y con Pilar en Cabezuela del Valle en uno de esos días primaverales de luces blancas y galanura de brisas. Pilar, su querida mujer, y él, nos acogieron con esa llaneza engendrada en las viejas costumbres puebleras, y desde luego con una sinceridad ajena a cualquier compostura de falsete. Amante de nuestra tierra y de su discurrir, en ella empeñó sus ojos, y sus manos y su tiempo como auscultador del rico ayer de nuestras gentes y lugares.
Fernando ha sido un ejemplo preclaro de la entrega a su oficio como catedrático, imparable en la brega para saber un poco más y regalarlo a los demás. Se ha producido un desgarro en mi alma cuando me ha llegado la noticia fatal. Y más gravemente luctuoso parece todo en la lejanía y con ese silencio atronador del confinamiento que nos atolondra tanto el racionamiento como el dolor.
Cuando tantas ocurrencias vemos para regalarle la Medalla de Extremadura a un foráneo que pasaba por aquí, deberíamos afilar la vista para reparar en esos extremeños que escriben nuestra historia con una dedicación como nunca antes se había llevado a cabo. Son gentes bien nacidas que tienen como norte de sus actividades la región que les cobija. Fernando fue y será siempre, en el recuerdo honroso, un ejemplo de generosidad cuyo recuerdo mantendremos. Ojalá que Pilar y sus hijos hallen en su limpia trayectoria como persona, como cronista y como investigador, un cierto consuelo, porque pasó por este mundo dejando honda huella de trabajador incansable. No sé por qué pasan las cosas, pero algo me ronronea dentro al ver que los cerezos de su valle se han vestido de primera comunión para despedirlo.
Fuente: https://www.hoy.es/