PESE A SU SACERDOCIO NO VESTÍA COMO UN CURA”, EXPLICA EL CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE YECLA (MURCIA), MIGUEL ORTUÑO
Fernando Maya León, natural de Segura de León (Badajoz), aunque relacionado estrechamente con la ciudad de Yecla será uno de los 56 mártires cuya causa de canonización se ha abierto por parte del Vaticano.
Este joven cura llegó a Yecla en el año 1934 como catedrático al instituto de enseñanzas medias donde ejerció su labor docente hasta que estalló la Guerra Civil.
Llegó a esta ciudad después de estudiar en el colegio San Francisco de Sales, de Segura de León, de donde pasó al Seminario de Badajoz. En 1909 fue ordenado sacerdote y estuvo en varias localidades extremeñas. En 1918 se trasladó a Sevilla para estudiar Filosofía y Letras y después se desplazó hasta Yecla.
Era el primogénito de cuatro hermanos de una familia con hondas raíces cristianas, de donde salieron varias vocaciones. “Era un profesor de latín muy querido por los alumnos. Pese a su sacerdocio no vestía como un cura”, explica el cronista oficial de la ciudad de Yecla, Miguel Ortuño, quien ha sido el encargado de recopilar los años del paso de Fernando Maya por Yecla para unirlos al informe global del proceso de canonización.
Corría el mes de marzo del año 1936, meses ante del levantamiento, cuando las revueltas revolucionarias llegaron a Yecla de forma violenta. Las iglesias fueron pasto de las llamas y los sacerdotes de la ciudad huyeron ante el temor a perder la vida. Según explican supervivientes de la época, fue Fernando Maya León el único que se quedó. Aún se conservan copias de cartas que mandó el sacerdote a las autoridades civiles de la zona explicando lo que estaba sucediendo en Yecla y reclamando protección. Al tiempo que se ponía en contacto con las autoridades de la zona, Maya pidió al alcalde de la ciudad en reiteradas ocasiones permiso para poder oficiar una misa en algún lugar y no dejar a Yecla sin un oficio religioso por lo menos los domingos.
El regidor le permitió llevar a cabo la misa en una de las capillas de la Iglesia del Niño que había sobrevivido a los 14 incendios contabilizados en los templos de la ciudad. “Fue en una capilla según entras a mano izquierda. Allí llevó a cabo una homilía durante tres domingos consecutivos. En sus palabras dijo que había que tener fe en el señor porque él padeció y todos debemos padecer”, asegura Miguel Ortuño, que estuvo presente en la última misa donde se notaba el temor que tenía el cura a perder la vida porque “fue muy breve”.