POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Dividir para reinar; “Diviser por régner”, dijo Luis XI. El holandés Omar Kbiri presentó hace unos días su Prenunptial Housing, una casa que se divide en dos, en caso de divorcio; una vivienda flexible que, si vienen mal dadas las relaciones de sus propietarios, pueda partirse sin merma de servicios para cada cual: baño, cama, almohada, cocina… De la misma manera, en caso de acuerdo, puede volver a juntarse y hacer de las dos partes un todo llevadero. Así, fluyen las relaciones de la pareja entre cuatro paredes, o entre ocho si, cada cual por su lado se confina en su concha, con un mínimo movimiento de tabiquería. Bélgica, Portugal y Hungría, con las tasas de divorcio más altas del mundo, son la clientela potencial. No obstante, dice San Marcos (3, 25): “Si domus super semetipsan dispertiatur, non potest domus illa stare”. “Si una casa se divide contra sí misma, no puede permanecer”.
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