POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Bueno, bueno… Pues ya entramos en la Cuaresma, tiempo de penitencia, abstinencia y ayunos aunque, a decir verdad, ya nadie cumple con tales disposiciones eclesiales porque, ¡oh dolor!, las ignoran completamente.
Antaño, aunque no hace tanto tiempo, los viernes de Cuaresma eran «días de vigilia»; es decir, en tales días existía prohibición absoluta (excepto para enfermos, niños, personas mayores, trabajadores en trabajos físicos duros…) de consumo de carnes y derivados cárnicos como embutidos, salazones, etc.
Se permitía el consumo de pescados y mariscos porque, ¡qué ignorancia la de los moralistas católicos!, se suponía que tales «productos» no eran carne puesto que tales animales ni nacen ni viven en la tierra o sobre la tierra.
Lógicamente aquellas aves que son acuáticas, como patos o gallinetas, tampoco son carne y, en consecuencia, un buen pato asado a la naranja es comida cuaresmal.
El pescado, ¡quién lo diría!, era en aquellos tiempos («in diebus illis»; el «busilis», que decían las beatas) mucho más barato que la carne y, por tanto, más asequible que esta para las gentes humildes.
Y lo que decimos para el pescado lo extendemos a los mariscos.
¡Quién iba a pensar entonces que el pixín (pexín, pezapu…) iba a doblar el precio, en días de hoy, al del mejor solomillo de ternera asturiana!
Y que las almejas (amasueles) iban a cotizarse a precios más altos que los del jamón de gochu asturcelta criado en casa.
¡Ay! , aquellas almejas que se capturaban a la vera de la mar y que eran tentadora invitación para enamorados:
«Si tu quies llevate bien
con Pepín el de Antromeru,
vas tener que convidalu
a amasueles del pedreru.»
Fue en Llanes, según mis datos, y concretamente en el Restaurante «El Mirador de Toró», donde popularizaron el invento de los FIDEOS CON ALMEJAS o FIDEOS CON AMASUELES; plato que hoy se ha hecho muy popular, aunque no con la «intensidad de presencia» que sería de desear en beneficio de la cocina de Asturias.
Hace unos días, antes de la última galernona (ciclogénesis expansiva o explosiva), mi amigo JOSÉ MARTÍNEZ VARAS, del Restaurante ROMPEOLAS, de Tazones, colgaba (y nunca mejor dicho) esta foto de PIXÍN (rape) para su oreo y exhibición tentadora y pecaminosa.
Nada más verla me dije: «¡Demonios!, ¡qué cabeza para, con unas almejas, guisar unos fideos al modo llanisco!».
Dicho y hecho.
Compré una cabeza grande de pixín y 500 g de almejas grandes de cultivo (son más baratas que las salvajes).
Troceada la cabeza (la del pez, por supuesto) la cocí en agua con sal, un puerro, una rama de perejil y (no se asusten) una guindillina.
Escurrida y fría, seleccioné la carne.
En el agua de cocción (colada previamente) del pixín puse a hervir los fideos (de los de agujerín central) y cuando estaban casi en su punto (más bien al dente) añadí la carne del pixín y las almejas previamente preparadas en salsa verde (según costumbre) y un toque de azafrán.
Rectifiqué de sal (normalmente no se precisa este paso) y tras unos hervores breves y un reposo… ¡a comer!
¡Madre mía, qué delicia!
Casi tan placentera como esos fritos y esas cazuelas de pixín que preparan en El Rompeolas de Tazones y que el ingenuo (por no utilizar el calificativo adecuado) de don Carlos I (nunca V, porque en España nunca reinó un Carlos V) no llegó a probar.