POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Ulea padeció un brote de fiebre amarilla, en el año 1804, de gran transcendencia; aunque no fue recogido en la prensa regional, a pesar de que ya se editaba desde el año 1792. Sin embargo, vio la luz, gracias a unos artículos, del Doctor en medicina, D. Francisco Meseguer, editados en la imprenta de D. Juan Vicente Tornel, en Murcia, que, tras el fallecimiento de su padre, recogió el testigo del desaparecido Correo Literario de Murcia, en el año 1795.
Las octavillas, bandos y proclamas, eran distribuidos, con gran rigurosidad, por vendedores ambulantes, a mano, previo pago de su importe. En uno de ellos apareció la noticia de que, en Ulea, se había declarado una epidemia de” fiebre amarilla” que estaba produciendo graves estragos y bastantes fallecimientos.
Esta enfermedad, epidémica, afectó a todos los pueblos de la costa murciana. En uno de los folletos decía, en letras bien enmarcadas, que la enfermedad tenía un periodo de incubación de cinco a siete días y que había sido transmitida por soldados lugareños, venidos del norte de África, ya que alguno de ellos falleció en el trayecto, a causa de unos vómitos de sangre oscura ( hematemesis ) e ictericia. Muchos de ellos, al llegar a Ulea, desarrollaron la enfermedad y la transmitieron a familiares y convecinos, ocasionando una mortandad importante, ya que no existía más medicación que dar líquidos abundantes y poner paños de agua fría, en la frente y en las sienes, para mitigar la fiebre. Como los vómitos eran verde oscuro y el color del enfermo, totalmente amarillo, la gente, muy asustada, decía que “se les había reventado el hígado”.
Este episodio se repitió, en Ulea, durante los años 1811 y 1812; siendo los transmisores los soldados del ejército francés que llegaron, a España, con el virus de la fiebre amarilla, en periodo de incubación. Se le atribuye a un destacamento de las tropas de Napoleón, asentado en el Valle de Ricote y que ocasionó una epidemia importante, con más de 50 muertos, en Ulea, producida por los vómitos negros, ictericia grave afección del hígado y disminución, severa, de las defensas orgánicas. La gran mayoría, fallecía, por fallo orgánico múltiple.
Los habitantes del Valle de Ricote, en especial de Abarán, Ricote y Ulea, fueron los más afectados y, entre los fallecidos del fortín de los soldados franceses y las arengas de la Junta Suprema de Murcia, dirigida por el Presidente de la Junta Central Suprema, D. José Moñino Redondo, Conde de Floridablanca, desapareció el foco epidémico de fiebre amarilla, al ser aniquilado el destacamento de soldados franceses.
Los trabajos del Dr. D. Francisco Meseguer, siguieron editándose en las imprentas más importantes de Murcia y, gracias a su divulgación, la población supo que los soldados que actuaron de portadores de la grave enfermedad, la contrajeron por la picadura de insectos de gran tamaño, que se les llamaba” zancudos”.
El periodo de incubación, como hemos dicho, era de cinco a siete días y, si la enfermedad era vencida, duraba unos quince días, aunque quedaban muy depauperados.
Desgraciadamente, en el bienio 1811 y 1812, se contabilizaron, en el Valle de Ricote, entre 900 y 1050 fallecidos, de los que a Ulea les azotó con una cifra de más de 50, como he reflejado con anterioridad.