POR MIGUEL ANGEL FUENTE CALLEJA, CRONISTA OFICIAL DE NOREÑA (ASTURIAS).
Para Azucena Martínez, viuda de Avelino “El Rilu”, la semana grande de las pasadas fiestas de Nª Sª de la Cabeza en Meres comenzaron con mucha antelación.
Primero, presentando la imagen tras la delicada operación restauradora llevada a cabo por el artista Jesús Puras; luego inauguración por parte de alcalde ovetense Alfredo Canteli del Parque de Colloto, situada detrás de la iglesia parroquial antigua, con placa incluida y descubrimiento de otro recuerdo también de bronce en el prau de la fiesta de Meres, a orillas del rio Nora, recuerdo dedicado al propio Avelino, autentico “Mantenedor” de tan cuidada pradera y todo su entorno secundado por todos los vecino del pueblo quienes consiguieron lograr la belleza que allí se puede apreciar, desde el hórreo tan bien restaurado por el “Fiu Tista”, el muro de piedra o la propia ermita que comenzó a levantarla de la ruina segura aquel mozarrón de nombre Don Manuel Pérez que ejerció de párroco en San Javier en Oviedo, antes de hacerse titular de la parroquia de Tiñana.
Siempre conocimos la perfecta simbiosis de la junta que regía la ermita junto a la asociación de vecinos de Meres o la sociedad que organiza la fiesta. Creíamos que las tres significaban lo mismo teniendo como norte a la Virgen de la Cabeza y seguro que funcionaban así para orgullo del pueblo y de los peregrinos f párroco llegado desde los madriles nos parecía un señor sencillo y cercano para con el pueblo, así lo vimos merendando con romeros y charlando con vecinos, lo cual ahora, pongo en duda su cercanía porque da la sensación de que alguien no lo asesoró correctamente , en las acciones a llevar a cabo tras incorporarse como titular a las parroquias de Hevia, Santa Marina, Tiñana y San Juan del Obispo que quizás sean demasiadas para alternar esta responsabilidad con el cargo de secretario del señor Arzobispo. Tengo demasiadas dudas que intentaré aclarar ante todos los demás involucrados y la ausencia de dos grandes: Don Jesús primero y don Alejandro después, anteriores y ejemplares párrocos.
Lamento escribir estas líneas obligado por el bajón de todos los colaboradores en la organización de la fiesta según se acercaba la celebración y el disfrute de la misma, tornándose en alegría de todos ellos cuando, por fin, les autorizaron a colocar la placa que pretendían, viendo posteriormente al arzobispo oficiar la misa y presidir la posterior procesión acompañado de veinte sacerdotes. En este caso, la procesión iba por dentro. Menos mal que Avelino Fernández era oficiosamente el monaguillo y sacristán mayor; el encargado de los ejercicios espirituales o de los cursillos prematrimoniales, si llega a ser un vecino de los que no pisan la capilla y no conocen al párroco, no quiero pensar lo que hubiese sucedido ante tales e inexplicables circunstancias.
FUENTE: EL CRONISTA