HACE TRES AÑOS SE PUSIERON EN CONTACTO CON FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES.
Las guerras no solo matan a las personas, matan sus recuerdos y los entierran durante generaciones. Los familiares directos que viven las barbaries quieren proteger a los suyos del terror, y en muchos casos les ocultan la historia real que acabó con la vida del padre, del abuelo… Esas familias además se trasladan, se desmiembran, hasta que la tercera o cuarta generación comienza a preguntar, a documentarse, a querer saber.
Es el caso de María Martín, de Vitoria, y de Dunia, de Madrid, que han acabado con el silencio en torno a cuatro mujeres cacereñas que murieron represaliadas, cuatro historias que deben conocerse al margen de cualquier ideología, sencillamente porque no pueden volver a repetirse. María se topó con la huella de Isabel Expósito Agúndez mientras trataba de completar su árbol genealógico. Era esposa del primo de su abuelo, primera mujer que dio un mitin en Cáceres. Madre de tres hijos, una mañana se la llevaron y no volvió. Su familia sabe que acabó en el río tras su fusilamiento y buscaron el cuerpo, pero no lo encontraron. Luego, el silencio…
Dunia sabía más, sabía que su abuela y dos de sus hermanas habían sido fusiladas en la Nochevieja de 1937, pero sus mayores no le daban más detalles. Eran las tres hermanas Gómez Jiménez, de la familia ‘del quemadero’, llamada así porque el padre, Pastor Gómez, era curtidor y tenía el quemadero cerca de Aguas Vivas, aunque habitaban una casa grande en la plazuela del Aire 7 (hoy Obra Pía Roco). Los sublevados iban buscando al marido de una de ellas. No lo hallaron, pero las encarcelaron y las mataron a los tres días.
Recientemente, María y Dunia han recurrido a historiadores cacereños para levantar la losa que se ha cernido durante más de ochenta años sobre sus allegadas. Y han conseguido no solo arrojar luz sobre sus historias, sino devolver la dignidad a las cuatro mujeres que, por temor, por protección, se quedaron sin memoria. «Si Isabel hubiera muerto por el otro bando hubiera hecho lo mismo, puesto que la violencia no puede ser nunca justificada ni repetida. Y ojo, porque de algún modo este país vuelve a enfrentarse y me da mucha tristeza. La vida es maravillosa, no podemos matarnos por ideologías diferentes», subraya María Martín.
Llegan las respuestas
Hace tres años que Dunia se puso en contacto desde Madrid con el responsable del Archivo Histórico Municipal de Cáceres, Fernando Jiménez Berrocal, también cronista oficial de la ciudad. Lo hizo después de teclear el nombre de su abuela Isidra en Google, y toparse con el listado de fallecidos en Cáceres durante aquellos fatídicos años. «Y ahí comencé a investigar lo que me fue posible. Siempre había tenido necesidad de saber qué pasó con mi abuela y mis tías abuelas, pero las preguntas resultaban muy dolorosas para mis mayores, que siempre querían protegernos. El horror les ha acompañado toda la vida», lamenta Dunia.
A través de Jiménez Berrocal entró en contacto con Julián Chaves, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura e investigador especializado en el siglo XX extremeño. Ella conocía algunos detalles de la familia. Él había investigado la historia oficial de numerosos represaliados. Y así ha vuelto a la luz lo acaecido con Saturia (nacida el 16/8/1896), Isidra (5/2/1901) y Carmen (15/12/1907), las tres alegres y extrovertidas hijas del curtidor Pastor Gómez
La mayor, Saturia, era madre de 6 hijos. Le seguía Isidra, con 3 hijos. Carmen, la más joven, tenía novio. Dunia ha podido saber que eran independientes y muy familiares. Isidra ni siquiera vivía en Cáceres. Se había casado con un militar, director de banda de música, y les trasladaron a Sevilla. Allí trabajó de cocinera y cuidaba de las niñas en el consulado americano, donde parece que era muy apreciada. Volvieron a trasladarles a Madrid cuando estalló la guerra, y el marido quedó inmovilizado por su condición de militar. Entonces Isidra decidió volver una temporada con su familia para no estar sola con los pequeños en Madrid. Y llegaron los últimos días del año 1937.
Navidades trágicas
«Aquellas navidades fueron especialmente trágicas en Cáceres. Se puso fin a la vida de 200 personas (4 en Trujillo y 196 en Cáceres), desde el 25 de diciembre hasta el 20 de enero», explica Julián Chaves, que ofrece todos los detalles en su libro ‘Tragedia y represión en Navidad’. Entre estas personas se encontraban Saturia, Isidra y Carmen. «Fueron detenidas por motivos muy confusos relacionados con un supuesto complot abanderado por un líder comunista, Máximo Calvo, cuya presencia se detectó en Cáceres en esas fechas», detalla. Para muchos historiadores, entre los que se incluye Julián Chaves, no hubo tal complot, «sino que fue una excusa utilizada por las autoridades franquistas para llevar a cabo una represión brutal contra personas supuestamente vinculadas a organizaciones republicanas y de izquierdas», subraya.
Las consecuencias fueron muy graves. Se fusiló a muchas personas, entre ellas el alcalde de Cáceres, Antonio Canales, el presidente de la Diputación Provincial, Ramón González Cid, y las tres hermanas Gómez Jiménez. «Saturia era la mayor, con 41 años; le seguía Isidra, con 35; y Carmen, con 30. Las tres, junto con otros procesados, fueron sometidas a un consejo de guerra sumarísimo el 30 de diciembre de 1937. Al día siguiente, último del año, fueron pasados por las armas un total de 11 procesados en el campo de tiro de pistolas del Regimiento Argel, hoy cuartel Infanta Isabel», relata Julián Chaves.
«Estas familias ni siquiera pudieron tener luto, ni hacer su duelo, ni siquiera mostrar un reconocimiento hacia sus seres queridos. Fueron muertes que generaron traumas, y en algunos casos no se han buscado respuestas hasta la cuarta generación », destaca el historiador.
Es el caso de Dunia, que a través de Julián Chaves por fin tiene esas respuestas. «No se pudo hacer nada, todo ocurrió muy rápido. Parece ser que mi bisabuelo, al ver a sus hijas detenidas, trató de hablar con personas que tuvieran alguna influencia pero supo que ya las habían matado», revela Dunia, en cuya familia tampoco estuvo nunca claro por qué las arrestaron. Existen indicios de que el marido de Saturia tenía algún cargo en UGT, y al huir sabiendo que lo buscaban, se llevaron a las tres mujeres. «Sí me contaron en casa que simpatizaban con el socialismo y que tenían una foto de Pablo Iglesias, pero poco más», desvela.
Por cierto que también arrestaron a la cuarta hermana, la pequeña, Cecilia. Era más tímida e introvertida. «La encarcelaron junto a sus hermanas, pero a ella no la mataron. Murió a los 42 años del corazón, de todo lo que debió sufrir», explica Dunia. Como los padres de las cuatro hermanas no pudieron hacerse cargo a la vez de todos los nietos, algunos tuvieron que pasar una temporada en el colegio de la Inmaculada. Cecilia los sacaba a menudo y los llevaba a Cánovas. El marido de Isidra, el militar, volvió a por sus hijos cuando se lo permitió la guerra.
Del paradero de los cuerpos de Saturia, Isidra y Carmen, la familia, repartida por el país, no supo nada hasta que contactaron con Julián Chaves. Entonces supieron que estaban en la fosa común del camposanto, convertida desde 2014 en un memorial por las víctimas con sus nombres grabados, gracias a la labor de la Asociación Memorial en el Cementerio de Cáceres (Amececa).
Con todos estos datos, Dunia realizó un viaje poco antes de la pandemia a Cáceres, esa ciudad de oscuro recuerdo. Lo hizo con un primo y reconoce que pasó un trago amargo ante la fosa común. Luego visitó los espacios donde habían vivido sus mayores, aquella plazuela del Aire donde estuvo la casa familiar, «tan grande que me contaban que cada uno tenía un cuarto, donde eran muy felices, donde todos se juntaban en verano e iban caminando juntos al quemadero». Dunia volverá cuando acabe la pandemia. «Al final nos sorprendió la ciudad y la amabilidad de todas las personas que tanto nos han ayudado».
También María Martín, en este caso desde Vitoria, se puso a investigar la vida de Isabel Expósito Agúndez por un documento que halló en su casa. Recurrió a internet e inició su propia investigación. Supo que estuvo casada en primeras nupcias con el primo de su abuelo. Localizó su partida de nacimiento en Malpartida de Cáceres, su acta de boda de 1910 e indicios de que en 1915 había enviudado y regresado con su familia, hasta que volvió a contraer matrimonio. María viajó a Cáceres y contactó con Fernando Jiménez Berrocal, que acababa de escribir un artículo sobre Isabel en el Periódico Extremadura. «Entendí que se debía conocer su historia, rememorarla, no solo por formar parte de mi familia, sino por haber sido una persona defensora de los derechos de los trabajadores y de las mujeres en tiempos tan difíciles», afirma María.
Y así había sido. Pero el drama de su muerte acabó ocultando el relato su vida incluso a sus propios descendientes. Quienes mejor conocen la biografía de Isabel Expósito Agúndez son los historiadores Fernando Jiménez Berrocal y José Hinojosa, también vicepresidente de Amececa.
Cuenta Jiménez Berrocal que la incorporación de la mujer a las sociedades obreras «no fue fácil en una ciudad como Cáceres, con una sociedad estamental y patriarcal, sin un sector industrial que favoreciese la presencia de asalariadas con capacidad de organizarse. La mujer tenía un papel marcado como esposa y madre en todos los aspectos de su ciclo vital, de la niñez a la senectud».
Por ello, prosigue Jiménez Berrocal, fue una auténtica novedad que dos mujeres interviniesen por primera vez en un mitin obrero en Cáceres. «Ocurrió el 12 de octubre de 1919 con motivo de la huelga de los sastres y modistas para reivindicar mejoras laborales». Isabel Reyes, sastra, y Francisca Pérez, modista, fueron las precursoras de la lucha sindical femenina en la ciudad. «El mitin tuvo lugar en la barraca de cine de San Juan, donde Isabel defendió la dignidad de sus compañeras y reprochó los atropellos cometidos por los patronos», subraya Berrocal.
El diario ‘El Noticiero’ se hizo eco con unas frases recogidas por el historiador: «Escuchar a estas dos oradoras nos da la sensación de que vivimos en otro mundo que no es el nuestro, el de este Cáceres tan calladito».
Tras bucear en distintas fuentes, José Hinojosa ha recabado sus años decisivos y afirma que Isabel «fue la mujer más comprometida de la izquierda durante la Segunda República en Cáceres». Era sindicalista. Pertenecía a la Casa del Pueblo (UGT), que entonces albergaba la Agrupación Socialista, las Juventudes Socialistas y la Federación Local Obrera, «que era la más importante porque tenía más de 2.000 afiliados», precisa José Hinojosa. A su vez, dentro de ella había distintas sociedades: albañiles, ferroviarios, mineros… También la Sociedad de Sastres y Sastras. «Isabel ya era vocal de la misma en enero de 1933, y en 1934 figuraba como tesorera».
Primera voz femenina obrera
Además, impulsó la creación de una Asociación Femenina dentro de la Casa del Pueblo «que en 1934 estaba en marcha y que Isabel presidió hasta 1936», detalla. Y no solo eso. En diciembre de 1935 fue elegida miembro de la dirección del Comité Ejecutivo Provincial de UGT, la única mujer en este órgano desde su inicio hasta la Transición. Su segundo marido, Francisco Gutiérrez, con el que tenía tres hijos, presidía la Sociedad de Albañiles. Y además Isabel, vecina de Cáceres desde niña, escribía en el semanario ‘Unión y Trabajo’, de la Casa del Pueblo de Cáceres. «Todo esto explica lo que le iba a ocurrir cuando llegó el golpe de estado», indica José Hinojosa.
Y así fue. Ingresó en prisión el 29 de julio de 1936 acusada de presidir la Asociación Femenina de UGT y de hacer propaganda contra el movimiento, según recogen los documentos rescatados por José Hinojosa. Solo se sabe que fue puesta en libertad el 12 de octubre de 1936 y ése es el último dato oficial. María Martín, que ha logrado contactar con distintos descendientes, ha podido saber que solo le dio tiempo de volver a casa y despedirse. «Parece que se la llevaron de nuevo y la mataron de un tiro en el puente de un río». Se le aplicó el bando de guerra, es decir, muerte sin juicio. Su cuerpo nunca se ha localizado. La familia fue a buscarla al cauce, posiblemente al Tajo, porque ni siquiera los mayores revelaron los detalles. Su marido fue condenado a 30 años de cárcel y estuvo en varias prisiones según los documentos de Hinojosa. Su cuñado también fue fusilado.
El nombre de Isabel Expósito se ha incluido en el memorial del cementerio. María Martín, cuyos cuatro abuelos descienden de Extremadura, ha conseguido recuperar la fotografía que se adjunta y considera que en cierto modo se le comienza a hacer justicia.
En Cáceres, según detalla José Hinojosa, hubo 677 represaliados y desaparecidos. La labor de los historiadores ha sido intensa pero muchos relatos siguen silenciados. Ya lo dice la sentencia popular: «El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla».