POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
Aunque no coincide con la cronológica o astronómica, que finaliza el 21 de junio, recibe el nombre de primavera meteorológica al período que abarca los meses de abril y mayo, por ser éstos los primordialmente primaverales.
Así pues, de acuerdo con esa matización, atrás quedó esa estación cediendo el relevo al verano meteorológico, que se inicia hoy día uno de junio con unas características propias del estío: cielos azules o escasamente nublados y temperaturas en progresivo ascenso. De donde se infiere que en esta ocasión, y al contrario que ocurre a veces, no se cumplirá el famoso refrán del “Hasta el cuarenta de mayo no te quiste el sayo, por si en vez de derecho viene de soslayo”. Pero intuyo que sí hará acto de presencia este otro: «Si Mayo bien llovió, seco a Junio sacó«.
Estación pasada que ha sido muy anómala, con unas temperaturas inferiores a las normales: media de 15’6º (13’9º en abril y 17’3º en mayo), bastante por debajo de las habituales, que ascienden a 17º (15º en abril y 18’9º en mayo); y unas precipitaciones muy superiores: recogimos la friolera de 283’1 litros por metro cuadrado entre ambos meses (el 43’6% de lo que suele caer en todo el año), repartiéndose entre los 151’2 litros en abril y los 131’9 de mayo (cuando generalmente suelen precipitarse una media de 114 litros entre ambos meses).
Lo que nos confirma que la pasada primavera meteorológica fue la más húmeda que hemos conocido (al menos en los últimos 39 años) y una de las más frescas. Todo ello con sus consecuencias positivas y negativas, según hemos señalado otras veces y que sería excesivo detallar ahora.
Y ahora que hemos comenzado el mencionado verano meteorológico, ya hemos señalado el más que posible inicio que tendrá, árido y cálido, propio de esta época.
Lo que tenga ocurrir después, es inevitable que sucederá lo que tenga que acontecer. Generalmente, en nuestras latitudes es un mes que se caracteriza por ser la antesala del verano (por eso se le incluye en el reseñado verano meteorológico), bastante caluroso y seco pues; aunque con sus habituales oscilaciones, dependiendo de los años. De todos modos, es difícil –aunque no improbable– que sea tan caluroso como el del año pasado, ya que llevamos bastantes meses inmersos en anomalías y éste no debería ser distinto.
Por eso, ahora que llega el verano, tormento rojo, nube clara, arrullo de palomas o de cigarras, sinfonía de grillos y de ranas; tardes perezosas de letargo y sol endiablado, terrible y sudoroso, sol seco, sol de sed, sol amargo, de tristes atardeceres y bellos despertares. Pero, cuando la pálida luna expulsa al brillante astro, una estrella fresca asoma por el cielo sombrío, crepitando sin quemarse en la noche de verano. Y a su reclamo acuden presurosas sus hermanas. Estrellas que besaron mis sueños en la infancia, cuando rehuía del bochorno nocturno en la parva agraria, que aún hoy me lo recuerdan –y añoro– cuando me alejo del ámbito urbano.
Navalmoral, 1 de junio de 2016