POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASURIAS)
En Asturias llamamos antroxu, antroido, antruejo, entroido… a esos días que preceden al miércoles de ceniza y que van desde el domingo «el gordo» (dominica ante carnes tollendas) hasta el martes del «entierru la sardina».
La mesa abundante, la folixa generalizada, los disfraces callejeros y verbeneros… marcan la pauta alegre de estos días.
A veces con consecuencias graciosas como aquella que nos cuenta Luis Fernández Valdés, «Ludi» en su libro «Un Kilo de versos» (Gijón 1915):
«Don Blas Peladíllez,
fiscal de la Audiencia,
fue una noche de ocultis a un baile
de mucha etiqueta,
de blanca corbata,
lustrosa chistera,
y negro y flamante chaquet entallado
con vistas de seda….
En el baile de máscaras conoció a una bella joven, «morena, de espléndidos ojos y hermosa presencia», también con el rostro oculto, y allí:
«Hizole el muy tuno
de amor mil promesas,
besola en el cuello.
¡Sin saber quién era!,
bebieron champagne
y etcétera, etcétera…»
Después, ya en el retorno a casa, don Blas descubre que la tal moza vivía en su mismo edificio y que, al quitar el disfraz que ocultaba su cara, «¡Había estado de juerga en el baile con su cocinera!»
Abundancia de carnes, es cierto; pero no lo es menos la abundancia de dulcerías: hojuelas (fayueles, frisuelos,,,); orejas (orellas de frade, orellas do porco…), buñuelos , torrijas (torrexes), hojas de limón (follas de limón)… y, por supuesto, FLORES DE SARTÉN, florones,, flores do entroido… o como las quieran llamar; pues su presencia es general en toda la nación.
Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha, Castilla-León, Galicia, Asturias… son Comunidades que gozan extraordinariamente de esta dulcería precuaresmal.
Aconsejo hacerlas así:
En un cuenco se mezclan, batiendo bien, 3 yemas de huevo y una o dos claras; medio litro de leche abundante con un vaso de agua y un «cáscara de huevo» de aceite de oliva; un poco de sal y una cucharadita de anís; después se agrega harina de repostería, removiendo de continuo en el mismo sentido («al mismu sen») hasta tener una pasta homogénea y fina tipo natillas ligeras.
En un sartén honda y grande con aceite de girasol, al fuego, se introduce el molde de florón cuando el aceite esté muy caliente; inmediatamente se lleva al cuenco de la pasta sin «mojar la parte superior del molde» e, impregnado en ella, se introduce en el aceite.
Va friendo hasta que la «flor» se desprenda del molde y, ya frita, se dispone en una fuente.
Y, así, otra, y otra, y otra, y otra… hasta finalizar la pasta.
En la fuente se espolvorean las flores con azúcar mezclada con un poco de polvo de canela.