POR EDUARDO JUÁREZ VALERO, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)
Habiéndose celebrado hace poco el día internacional de la fotografía, me dio por pensar en todos los fotógrafos, paisajistas, retratistas y demás profesionales y aficionados con mucho arte que se han dejado caer con algún artilugio fotográfico o similar por el Paraíso en el que tengo la suerte de vivir.
Lo cierto es, queridos lectores, que la lista es ingente e imposible de mostrar en estas pocas líneas. Desde las decimonónicas imágenes tomadas por Laurent, Salvany, los hermanos Unturbe, António Passaporte y un corolario casi infinito, dada la importancia del lugar y la presencia periódica y constante de los Reyes de España, resulta casi imposible encontrar algún paraje singular no fotografiado en este Real Sitio en los últimos casi doscientos años.
Entre los menos conocidos, a un servidor le gustaría destacar especialmente al danés Christian Franzen y Nissen, cuyo estudio fotográfico estuvo abierto en Madrid desde 1897 hasta el momento de su fallecimiento, en 1923. Retratista de postín, Franzen estableció una moda y estilo tal en la labor, que llegó a ser, oficiosamente, fotógrafo de la Casa Real. Desconocido por el que suscribe, tuve la suerte de encontrarlo gracias a mi excelente alumna de la Universidad Carlos III de Madrid, Lucía Rado, quien indagó en su enorme colección fotográfica custodiada en el Archivo de Radiotelevisión Española.
Además de Franzen, a lo largo de los últimos veinte años, he ido descubriendo fotógrafos en el Paraíso de lo más singular que, con su pasión por la cámara, nos han legado visiones del Real Sitio imposibles de olvidar. Empezando por aquella minúscula fotografía que Alfonso Bullón, Marqués de Selva Alegre, tomó con su Leica traída por los Reyes Magos de la fachada del tristemente desaparecido Teatro Real de San Ildefonso, para acabar con las colecciones que Augusto Arcimís construyó tratando de mostrar lo cambiante de la atmósfera, del bosque, de las poblaciones, tenemos un álbum de lo más asombroso por enseñar. Qué decir de las instantáneas de Gerda Taro, cincuenta por ciento de Robert Capa, o todas las reveladas por Karol Wacław Świerczewski, el General Walter, durante la Batalla de La Granja, entregándonos el horror innecesario de la maldita guerra fratricida. De todas aquellas viejas instantáneas, sin embargo, un servidor tiene predilección, por aquella que tomó en 1920 un fotoperiodista inglés de la fuente de Neptuno con la sierra selvática de fondo, hoy marcada con esa dolorosa cicatriz negra que nos amarga la visión diaria.
Ahora bien, un paréntesis aparte merecen aquellos fotógrafos, hoy desgraciadamente desaparecidos, con los que este humilde Cronista pasó su infancia y, aún en la actualidad, sigue tratando de rememorar a través de su meritorio e imprescindible trabajo. Ambos, Sérvulo Martínez y Mariano Muñoz, fueron representando de forma primorosa mi paso de la niñez a la adolescencia y, desde ahí, a la insensatez adulta. Sabiéndolos perdidos, me resulta muy complicado no intentar verles, cámara al hombro o en la mano, paseando por las calles del Real Sitio, especialmente en estos días de festejos, retratando a peñistas, toreros, artistas, transeúntes y paisanos de cualquier condición. Desde los cabezudos de las fiestas que tan bien están recuperando los chicos de la Asociación liderados por Jaime Hervás y Antonio Martín, a las estampas de los centenarios toros de fuego del Real Sitio, igualmente preservados por su correspondiente Asociación vecinal, además de pregoneros, cocineros de judías, calderetas o paellas diversas, y hermosas e inteligentes reinas, damas y demás personajes, personajillos y protagonistas de la cotidiana vida de un lugar tan singular, hemos tirado estos años del arte aficionado de Luisdo, Rubén, Joaquín, Jesús y Paco Miraz, encabezando una lista apasionante de paisanos apasionados por el Paraíso.
Afortunadamente para un servidor, para todos mis queridos vecinos, habiendo perdido tal pareja de reporteros gráficos, nos hemos encontrado con otra pareja de artistas del objetivo venidos de tierras leonesas, ya arraigados en este Paraíso como el que más. Conservando intacta la tradición del profesional del Real Sitio, de cámara al hombro y conciencia histórica viva, Ricardo y Mentxu, fotógrafos del Paraíso, han ocupado ese espacio, regalándonos la belleza y la singularidad a través de lo sencillo y cotidiano; de lo especial y anecdótico: la humanidad que nos rodea, haciéndonos ver, en resumidas cuentas, que un segundo de luz en sus manos puede hacernos felices toda la eternidad.
Quizás por ello, por todos ellos, uno sabe que nunca dejará de sorprenderse por la suerte que tiene de estar aquí, en el Paraíso de las mil y una miradas, de los mil y un fotógrafos, de las mil y una imágenes tomadas desde los más profundo del corazón.
Fuente: http://www.eladelantado.com/