POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Dijimos que el domingo de Ramos, montado en un pollino, salió Jesús de Betania, aldea situada en la parte superior del Monte de los Olivos, y entró en Jerusalén al trote modesto por la Puerta Dorada; pues el lunes salió quizá por la misma puerta, orientada a esa ladera, para volver a Betania, donde vivían Lázaro y sus hermanas; el hombre a quien Jesús había resucitado esperaba por el Mesías para un reconocimiento rutinario; mientras Marta preparaba la cena, María se arrodilló ante el sanador y con perfume de nardo le lavó y ungió los pies, se soltó la melena y con ella y las mejillas y a besos se los secó, no era para menos. Si un día antes de la Semana de Pasión, el domingo de Ramos, acogen a Jesús batiendo palmas, el lunes lo reciben con fragancias y caricias; pero el perfume escapó por las rendijas de la puerta y llegó a las narices de Iscariote, que husmeaba cerca. (Continuará.)
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