POR FRANCISCO ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
– Abogado de los Reales Consejos como juez del concejo de Parres- – Montero mayor y Juez de caminos del mismo concejo de Parres- – Elegido para la Alcaldía Mayor Letrada de Santander- – Alcalde Mayor de Mondoñedo (Lugo)- – Condecorado como Contador del Ejército– Subdelegado de Maestrazgos del partido de Martos (Jaén)- Gobernador del Supremo Consejo de Castilla para el acopio de trigo– Teniente de alguacil mayor del Santo Oficio.- Corregidor en Zamora.
Traer a la memoria colectiva la vida y dedicaciones de algunos de nuestros más ilustres vecinos viene a ser casi una obligación para un cronista oficial, como es el caso de quien redacta estas líneas, tras haberle sido concedida esta distinción honorífica por unanimidad del consistorio parragués hace once años y (como es sabido y no debe ser de otra forma) sin remuneración económica de ningún tipo.
Francisco Antonio Sebastián de Noriega y Ampudia nació en 1761, hijo de Pedro de Noriega de Bada y Francisca de Ampudia y siempre estuvo orgulloso de sus orígenes familiares cuyas raíces se asentaron en la Casa de La Pedrera de Bada (parroquia de San Juan de Parres).
Comenzó a estudiar en Oviedo con solo 10 años, cursando después Filosofía y ocho años de Leyes y Cánones en la Universidad de Oviedo “con puntual y diaria asistencia a las lecciones, conferencias, sabatinas, argumentos y demás ejercicios literarios que se tuvieron en las respectivas aulas, en las que leyó, arguyó y defendió siempre que le correspondió por turno, y otras de extraordinario con lucimiento y general aplauso”.
Durante ocho años disertó varias veces en esta universidad, lo mismo en leyes del reino que en concilios y disciplina. Ejerció de tesorero y fue propuesto para secretario y fiscal de la propia academia universitaria.
En junio de 1783 recibió los grados de Bachiller en Leyes y Cánones en la citada universidad ovetense “némine discrepante” (sin que nadie discrepase, por unanimidad). Tras el examen correspondiente fue recibido como abogado en la Real Audiencia de Asturias.
Las Ordenanzas de la Junta General del Principado de Asturias de esos años establecían la prohibición de que hubiese más de dos abogados en cada concejo de 3.000 vecinos (equivalente a 10.000 habitantes).
El quince de septiembre de 1783 se incorporó al Consejo Real y se estableció en el concejo de Parres ejerciendo como juez noble y primero “con celo, exactitud y pureza, empleándose no sólo en despachar los pleitos, causas, dictámenes y asesorías que de toda la comarca se le confiaron, sino también en transigir y componer las disensiones que reinaban entre sus convecinos, a quienes reunió con vínculos de estrecha paz, unión y amistad”, como se puede leer en su relación de ejercicios literarios, grados y méritos publicado en el año 1823, ahora hace dos siglos.
Francisco se casó con Ana María de Mestas Oyos, con la que tuvo cuatro hijos, Manuel, Pedro, María Anastasia y Vicente María.
Francisco Antonio hizo observar en Parres las órdenes y disposiciones dadas para el aumento y propagación de viveros, plantíos, arbolados y la composición de caminos, puentes y pontones. En 1791 fue nombrado Montero mayor y Juez de caminos del concejo parragués, cargos reservados para los hijosdalgo.
En 1803 fue elegido para la Alcaldía Mayor Letrada de Santander (figura jurídica similar en política al oficio de Corregidor o juez de apelación) pero renunció a este ofrecimiento para ocupar el cargo de contador y subdelegado de Maestrazgos del partido de Martos (Jaén).
Fue comisionado por el Gobernador del Supremo Consejo de Castilla para el acopio de trigo con destino al Real pósito (depósito de cereales) de Madrid, desempeñando con gran éxito esta labor, hasta tal punto que envió 10.102 fanegas, siete celemines y un cuartillo de trigo procedente del real Maestrazgo a su cargo. Alguien como Francisco Antonio -que conocía tan bien los molinos de Parres- desarrolló la obra y composición de la azúa en el molino harinero de Córdoba.
Negó el juramento de fidelidad al nuevo gobierno tras la invasión napoleónica y -por ello- fue despojado de su empleo, rehusando los nuevos destinos que se le ofrecieron, pero consiguió ser nombrado alcalde de la villa de Porcuna (Jaén).
Al año siguiente fue habilitado para desempeñar la vara –alcaldía- como juez de apelación de segunda clase, y ocupó la de Mondoñedo (Lugo).
Hago notar que el papel de los alcaldes mayores como garantes de la recta administración de justicia en los territorios de la Monarquía era muy importante. En 1809 la Junta Central le condecoró con el honor de ser Contador del Ejército.
Con la llegada al poder del Sexenio Absolutista de Fernando VII (1814-1820), Francisco fue obligado a mantenerse cesante mientras se resolvía su expediente de purificación.
Vicente María (el último hijo que había tenido de su primer matrimonio) se puso a trabajar con su padre, desempeñando el cargo de oficial mayor interventor de la Contaduría de los Reales Maestrazgos de la villa de Porcuna (Jaén).
Será en esta villa de Porcuna donde Francisco Antonio se case en segundas nupcias -en el año 1817- con Juana de Dios de la Coba y Gascón, matrimonio del que nacerían Josef María y Francisco Simón. En 1819 fue nombrado teniente de alguacil mayor del Santo Oficio.
Con el final del Sexenio Absolutista en 1820, concluyen los buenos tiempos para Francisco Antonio, y la Junta de Galicia le aparta de los cargos de alcalde mayor de Mondoñedo y juez del partido judicial correspondiente y es designado para ocupar el puesto de juez de primera instancia de Vimianzo (La Coruña), un destino más que humilde.
Francisco Antonio Sebastián de Noriega y Ampudia decidió regresar a Parres, donde se quedará a vivir y -aunque se le ofreció la alcaldía de Bada- no aceptó la proposición.
A partir de su asentamiento de retorno al concejo de sus raíces familiares, se dedicó en cuerpo y alma a apoyar la causa absolutista frente al régimen liberal, quedando anotada su fuerte influencia en el levantamiento del concejo de Parres y otros limítrofes.
La derrota absolutista parecía apuntar el final de Francisco, al menos en su vida pública, pero en el año 1823 se publicó su relación de méritos profesionales, cuya cabecera acompaña estas líneas. En noviembre de 1823 Fernando VII entró triunfante en Madrid y a Francisco Antonio le ofrecieron ser corregidor en Zamora.
Al año siguiente ocupó la alcaldía de Huercal de Obera en Almería, pero numerosas protestas por su forma de desempeñar este destino no muy ajustadas a derecho (como imponer fuertes impuestos a los vecinos, no invertir los caudales públicos de forma justa y otros más) acabaron en la Real Chancillería de Granada y en manos del gobernador del Consejo de Castilla.
A pesar de intentar defenderse -acusando de caciques y conspiradores a sus denunciantes- el ministro de Gracia y Justicia desoyó su autodefensa. Así declina la más que azarosa vida de este vecino parragués, más de dos siglos y medio después de su nacimiento.–