FRANCISCO REDONDO BENÉITEZ, EMIGRANTE, COMERCIANTE, CURANDERO.
Jul 06 2015

POR LANDELINO FRANCO, CRONISTA OFICIAL DE VILLAMONTÁN DE LA VALDUERNA (LEÓN)

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Llegó y preguntó el forastero, si el Sr. Paco, el curandero, vivía allí en Villamontán. Porque al curandero venía como a definitivo remediador de todos sus males, después de haber visitado a tantos médicos, sin mejorar de sus dolencias.

Hombre excepcional, de rica personalidad el Sr.Paco; andariego y emigrante, nació el año 1885 en Pereruela de Sayago de la provincia de Zamora, de ahí que también se le llamaran el “zamorano”. A los 7 años emigra con sus padres y hermanos a Cuba, dedicándose a la agricultura y ganadería. Allí descubre por primera vez el poder curativo de las plantas, enriquecido con las enseñanzas de su padre, ayudante de enfermería.

Regresa a España a los 16 años para hacer el servicio militar. En el ejército está hasta los 23 años fecha en la que se da de baja con el grado de sargento. No era esa su carrera.

Ya casado con María Redondo vuelve de nuevo a Cuba donde nacerán sus cinco hijos. Terrateniente de una gran plantación platanera con 50 jornaleros y las familias correspondientes saca tiempo para dedicarse al estudio y aplicación de las plantas como curación de las múltiples dolencias de aquellas sencillas gentes, carentes de médicos y sanitarios, llegando hasta tener que practicar una autopsia, legalmente autorizado por el forense que no se atreve realizarla.

Como resultado del contacto con los enfermos contrae el paludismo que le obliga a regresar con su familia de nuevo a España para su recuperación. Era el año 1936. En el barco se enteran de la situación de España en guerra civil. Al llegar a La Coruña el barco es apresado, pudiendo desembarca, gracias a la intervención de un familiar militar.

Nueva etapa de su vida. Breve estancia en Pereruela y Salamanca, para asentarse definitivamente en Villamontán. Monta una tienda de ultramarinos y un bar y llevando también el racionamiento de los siete pueblos del ayuntamiento.

Es la época de la postguerra. Tiempos muy difíciles aquellos en los que él ayudó económicamente a tanta gente de la Valduerna. Generoso para dar a los muchos necesitados, y despreocupado en cobrar, al morir dejó una libreta de anotaciones donde aparecían numerosos pendientes de pago.

Siempre original y creativo, con cualidades de líder para aunar voluntades aparecía como animador en las fiestas del pueblo con ocurrentes programas, bailes y juegos. Su religiosidad fue siempre ejemplar.

Reanuda gradualmente su actividad como curandero ante tantas peticiones de vecinos y amigos. Como tal jamás acude a métodos oscuranderiles, milagrerías neuropáticas, placebos, ni esoterismos oscurantistas y mucho menos brujerías. La sobraba su innato instinto para conocer con finura táctil y respetuosa el cuerpo humano, el sistema óseo y las fracturas traumatológicas, así como desarreglos neurovegetativos, o estados de ansiedad y depresiones. Los remedios recomendados serán los emplastos de hierbas, escayolas simples, entablillado de los huesos rotos o quebrados, infusiones de tisanas.

Los resultados fueron tan sorprendentes que el pueblo se vio inundado a diario de autobuses, coches, carros, caballerías, procedentes de toda la Valduerna, de la provincia de León y resto de Castilla, así como de Asturias, y Galicia.

Poseía una capacidad especial para diagnosticar una dolencia solo con tocar al paciente con las yemas de los dedos; a esto se unía un trato cercano, cálido, respetuoso, y un tono de voz sereno y acogedor.

Baste un ejemplo. Fue una mujer a comprar a la tienda con una niña enferma y muy delgada. Al ver a la niña recomienda a la madre que deje de dar de mamar a su hija por perjudicarle la leche al ser la madre alcohólica.

Siempre respetuoso con los diagnósticos y prescripciones médicas, mantuvo relaciones amistosas con los facultativos, salvo contadas y dolorosas excepciones como la denuncia interpuesta por una pediatra en el Juzgado, acusado de la muerte de un niño. En su momento se demostró haber fallecido asfixiado con la sábana en un ataque epiléptico. El juicio fue resonante. La sala el día del juicio estaba a rebosar de personas que habían ido a apoyarle. En la declaración él contó su vida con aquel su tono de hablar, reposado, suave, cautivador, de buen orador, que admiró incluso al mismo Magistrado. Quedó desestimada la denuncia.

Salió el Sr. Paco del juzgado aclamado por todos los muchos asistentes al juicio. Pero fue un duro golpe para él, una persona ya mayor, enferma y ciega.

Todo el norte de España especialmente podría atestiguar tantas exitosas sanaciones. Y por España entera y a escala internacional vive uno de sus milagrosos éxitos quien podría presentar las “recetas” que en su día le recomendó, y que con tanta gratitud conserva.

Como sorprendente fue la visita de tres médicos que pretendían acusarle de estafador y que se presentaron como pacientes; a dos de ellos les dijo que no entendía qué hacían allí pues no estaban enfermos, pero que sí lo estaba el tercero, y tras un certero diagnóstico y varias consultas logró recuperarse.

Aceptaba pequeños donativos económicos, fruto más de las veces de una muy buena voluntad que no de sobrados recursos.

A los 53 años se quedó invidente. Falleció el año 1979 a la edad de 84 años después de guardar cama los últimos 6 años.

Escribe esto quien fue curado de trastornos neurovegetativos, y de dos importantes fracturas.

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