POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Allí, sobre las ancas de los animales maniatados, Frasco, adornaba su oficio trazando líneas y dibujos, arcos, cenefas y pájaros; desgranando su maestría de esquilador sirviéndose únicamente de unas tijeras para pelar a las bestias. Mulos, mulas y asnos permanecían quietos ante el grabado que les esculpía.
Sobre un pequeño banco, Frasco coqueteaba con ellos, dignificando la labor de su oficio por su habilidad en el manejo de las tijeras.
El maestro esquilador disfrutaba cuando le llevaban para que les arreglase colas y crines; con ellos demostraba su arte en el esquileo. En los quehaceres de aquellos días oí decir que se esquilaba para que los animales estuvieran frescos y no sudaran mientras trabajaban.
Cuando regresaban de las faenas del campo, para que no se les quedara el sudor frío, se les protegía con una manta.
Hoy ya no se pelan a las bestias, ni se utiliza el acial para controlarlas. Apenas hay corralones, chalanes, tratantes, corredores y trajineros.
Ya no queda ejido, ni esquiladores, ni bestias. Ahora son otros tiempos.