INFORME DE FRAY JUAN DE PEREDA (6) SOBRE LOS MUDÉJARES DE MURCIA, AÑO 1612
POR GOVERT WESTERVELD, CRONISTA OFICIAL DE BLANCA (MURCIA).
Lo que he escuchado en contra de esta gente, en general, por parte de personas de buena reputación, es una desconfianza basada en la raíz y nación de la que proceden, así como en los vicios que se han observado en otros de la misma ascendencia. En especial, destacan que antes de manifestarse eran considerados como buenos, lo cual ha demostrado lo acertada que fue la decisión de Su Majestad al ordenar la expulsión de aquellos que ya han salido. Ellos mismos lo han confirmado al confesar que eran moros, aunque aquí se les tenía por buenos cristianos. Por ello, consideran conveniente perfeccionar y completar la resolución pasada, expulsándolos a todos, dado que los inconvenientes son muy graves. Además, en caso de duda, debe prevalecer el juicio a favor de la fidelidad debida a Dios y a Su Majestad. Esta sospecha se refuerza por la unidad que caracteriza a esta nación, lo que hace extremadamente difícil descubrir los delitos que puedan haber cometido contra la majestad divina o humana.
Entre ellos, nunca se encuentran discrepancias ni diversidad de opiniones: todos siguen ciegamente, sin discutir ni discrepar, la ley en la que vivieron sus antepasados. Se atribuye esta actitud a la ausencia de escuelas y estudios entre ellos. Muchas personas de alto rango piensan que incluso aquellos que profesan nuestra fe no lo hacen con firmeza ni con la misma constancia y compromiso con la Iglesia que los cristianos viejos. Además, ha circulado el rumor de que algunos de sus confesores dudan y sospechan de la sinceridad y autenticidad de sus confesiones. Señalan, por ejemplo, que algunos de ellos, incluso tras un año de confesarse, no mencionan pecados mortales, algo que resulta muy difícil de creer.
También se toma como indicio en contra de ellos que algunos, especialmente los más ancianos, entienden y hablan el arábigo (tipo de árabe). Además, la mayoría tiene un acento o tono particular al hablar, al que llaman «quebrar la lengua». Asimismo, algunos de los más mayores rehúsan comer tocino, y comúnmente evitan los matrimonios con cristianos viejos. No se mezclan con ellos, ni socializan, sino que, al contrario, los desprecian, persiguen y maltratan en los lugares donde conviven, lo que ha generado quejas generalizadas. A esto se suma que han maltratado, tanto de palabra como de obra, a algunos clérigos y párrocos de sus localidades, alcanzando el número de cuatro incidentes registrados. En favor de esta gente, en términos generales, está el testimonio que me proporcionó el tribunal de la Inquisición de Murcia.
Este certifica que, en los últimos cuarenta años, ninguno de ellos ha sido castigado ni se ha iniciado contra ellos ninguna causa de consideración. Sin embargo, antes de ese período, desde que la Inquisición se fundó en Murcia hace 116 años, muchos de ellos, procedentes de diversos lugares, fueron castigados por su secta. Esto es cierto, aunque también lo es que, en estos últimos cuarenta años, se han registrado múltiples causas y castigos contra moriscos granadinos y valencianos. Esta afirmación se refuerza con el hecho de que el obispo don Sancho de Ávila, durante su tiempo al frente de la diócesis de Cartagena, llevó a cabo una consulta importante sobre si se debía ordenar sacerdotes entre los descendientes de esta gente. Con el acuerdo del inquisidor Cantera, quien entonces era el más antiguo, se decidió permitir la ordenación, considerando la fe cristiana de los aspirantes y el hecho de que, desde la cuarta generación atrás, sus antepasados no habían cometido delitos relacionados con su secta. Imagen: Obispo Sancho de Ávila De Raimundo Pastor – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0,
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