SEIS MUJERES RECUERDAN QUÉ SUPUSO LA APROBACIÓN DE LA CARTA MAGNA Y LOS RETOS QUE AÚN QUEDAN POR CUMPLIR, POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Hubo un tiempo no tan lejano en el que ofrecer claveles por las calles de Murcia era tan celebrado por algunos como denostado por otros. Y eso le sucedió a la entonces joven Rosa Sánchez, quien aquella mañana del 9 de abril de 1977, mientras ofrecía flores por el centro de la capital, solo con el objetivo de recaudar algún dinero para su viaje de estudios a Viena, se extrañó de que algunos casi la increparan. Entonces supo que aquel Sábado de Gloria, que desde entonces se conocería como Sábado Santo Rojo, se acababa de legalizar el Partido Comunista de España (PCE). Y no fueron pocos los que confundieron su ofrecimiento como un homenaje al recién aprobado partido político.
Es solo una anécdota más de aquellos años de transición en los que Rosa, poco tiempo antes, habría de conocer que vivía bajo una dictadura porque unos amigos extranjeros se lo advirtieron. Ella, acostumbrada a viajar a París, ni siquiera se planteaba cuál era el Estado donde vivía. Pero la aprobación de la Constitución supondría, como advierte, un auténtico revulsivo. Sobre todo para las españolas. «La mujer, antes de la Carta Magna, no pintaba nada», advierte la actual presidenta de la Asociación Rector Sabater.
Similar opinión mantiene Lucía Parada, empleada de Telefónica en aquellos años, y quien recuerda «con mucho agrado» los avances tras la promulgación. Sobre todo, por cuestiones que hoy resultan impensables, pero que en la época fueron evidentes mejoras. «El simple hecho de poder ir al banco a realizar cualquier gestión sin necesidad de que fuera tu marido ya supuso una revolución», asegura. Y lo advierte quien mantenía en la sucursal bancaria su propia nómina. Fue entonces cuando, además, en su departamento, comenzaron a contratar a hombres, curiosamente.
Tanto Rosa como Lucía compartieron con otras cuatro murcianas hace unos días en el Real Casino de Murcia sus recuerdos sobre aquella cita histórica. Y todas concluyeron que fue un avance tan evidente como hoy olvidado.
¿Qué es la democracia?
Paquita Moreno ya era entonces una respetada profesora, culta lectora y mujer de mundo, «aunque no tenía muy claro qué era eso de la democracia», admite entre risas. Pero no es una broma. De hecho, tuvo que documentarse sobre el particular para poder explicárselo a sus hijos, que tampoco sabían las características del nuevo sistema de gobierno. Paquita, hija de dos profesores, reconoce que nadie en la época se lo planteaba, ni siquiera ella que había sido durante muchos años una de las dos universitarias que había en su Caravaca natal.
Todas coinciden en señalar que «intuimos cierto retroceso en la sociedad; hoy habría que recuperar aquel espíritu que tanto nos hizo avanzar»
Eran otros tiempos. Pese a ello, en algunas familias se recibió la nueva Constitución como un cambio tan necesario como esperado. Eso sucedió en el hogar de Elvira Albero Pineda, actriz y directora del Teatro Bernal, donde «la democracia ya existía de hecho. Éramos todos iguales, sin diferencia entre mujeres y hombres. Por eso fue una fiesta la llegada de la Carta Magna». Similares sentimientos experimentó Lucía, a quien le daba «mucha rabia la discriminación anterior entre hombres y mujeres».
Como auténticas murcianas de dinamita, todas ellas ya habían dado muestras de su capacidad antes de la Transición. En el caso de Inma Martín, se dedicaba a su pasión por el teatro, lo que compaginaba con la educación de tres hijos y el apoyo incondicional de su marido, Alfonso Pacheco, erudito y novelista murciano. «La Constitución, sin lugar a dudas, ayudó a igualar más la sociedad. Fue un gran avance que recibimos con ilusión», sostiene, si bien advierte de que «hubo muchos creadores que, cuando llegó la libertad y desapareció la censura, también se esfumaron. Creaban más bajo presión». Opinión que comparten el resto de mujeres.
La luz roja del teatro
Los avances son indiscutibles. Marina Martín, por ejemplo, alcanzó un alto cargo como funcionaria, aunque en gran medida gracias a su dedicación y preparación personal. Y Elvira recuerda entre carcajadas que, entre otras curiosidades, desapareció aquella bombilla roja que en los teatros anunciaba la llegada del censor, «para que los actores fueran más comedidos en sus diálogos».
Cuarenta años después de aquel acontecimiento histórico, todas coinciden en señalar que «intuimos cierto retroceso en la sociedad». Y lo apoyan con argumentos. Cuenta Rosa, a quien bajo la dictadura le recomendaron que no estudiara unas oposiciones a banca «porque no se las aprueban a mujeres porque si quedan embarazadas piden la baja laboral», que durante la Transición «se hizo borrón y cuenta nueva. Hoy habría que recuperar aquel espíritu que tanto nos hizo avanzar». Avanzar sí, pero en lo referido a las mujeres, apostilla Rosa, «aún queda un largo camino por recorrer».
Elvira, por otro lado, lamenta que la democracia, al final, «no ha logrado que los partidos de derecha e izquierda se reconcilien de forma definitiva y eso es una pena. Ya vivimos en otro mundo donde no se puede fomentar el odio. Estas cuestiones están más que superadas para la mayoría».
Aplicar antes que reformar
Quizá por ello, Lucía señala que «la vigencia de la Constitución está fuera de toda duda», y manifiesta su oposición a cualquier intento de reforma. En este extremo coinciden sus compañeras de tertulia. Así, Inma Martín aconseja a los políticos que, «más que reformar y poner en duda la Carta Magna, que apliquen su articulado pues, salvo alguna precisión, resulta de gran utilidad y muy positivo para la prosperidad de España».
De aquellos años y del incipiente Estado de las autonomías, casi todas también lamentan que Murcia se separara de Albacete. Incluso reconocen que, pese a tantos avances, «nuestra Región ya no pinta nada» en el panorama político nacional. «Juntos hubiéramos sido más fuertes. Y esta opinión se comparte en Albacete», añade Rosa.
Estas seis murcianas, tan diferentes en sus personalidades y profesiones, evidencian que el espíritu de concordia que suscitó la nueva Constitución, hace ahora cuatro décadas, permanece intacto en sus intelectos y emociones. Por ello, entre un aluvión de recuerdos y anécdotas, mantienen con ilusión aquel casi remoto sentimiento de libertad que, por vez primera en muchas décadas, supuso una bocanada de aire fresco para tantas españolas. Acaso por eso advierten de que resulta imprescindible cuidar tan preciado legado para las generaciones futuras. «En ello nos va el futuro. Y no es poca cosa», concluye Elvira.