¡FUEGO!
Dic 26 2014

POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

/ Colección A. L. Galiano
Colección A. L. Galiano

Con este grito, cuando el fenómeno se ha desencadenado en un local público, se genera el pánico, produciéndose ordenada o desordenadamente la evacuación que, en muchos casos, por torpeza o falta de información o adiestramiento ha originado gran número de víctimas. Generalmente, salvo en los casos intencionados, la confluencia fortuita de los tres elementos constitutivos de lo que se conoce como ‘el triángulo del fuego’ (combustible, comburente y energía de activación), acompañados por la reacción en cadena, son los que dan lugar al incendio. Sabemos que, eliminando uno de esos tres elementos del triángulo, el fuego no se genera o se extingue, aunque, siempre habrá un factor humano o técnico que participen, no siendo motivado por la intervención de alguna deidad identificada con el fuego, como Agni, Xiuhtecuhtli, Bolenus, Loki, Hi-no-yagihayao, Hefesto o Vulcano, presentes en la mitología hindú, méxica, celta, nórdica, japonesa, griega o romana, respectivamente.

Lo cierto es que, a nivel personal, en mi subconsciente el fuego siempre me ha producido miedo, probablemente debido al incendio que, siendo un niño, sufrió la casa de mi abuela paterna en la calle del Río, y que según oí decir había sido provocado por el inquilino del bajo al cual se le tenía alquilado como almacén. ¡Vaya, Dios a saber! Lo cierto es que ardió por los cuatro costados. También puede ser que en ese miedo me haya influido inconscientemente alguna película que debí ver en esos años de la niñez. Me viene a la memoria aquella de dibujos de Walt Disney, titulada ‘Bambi’, adaptación de la novela de Félix Salten, en la que la madre del cervatillo amigo del conejo Tambor perece en un incendio en el bosque. También podría haber sido por el realismo logrado mágicamente por las tres dimensiones, a través de unas gafas de cartón color gris oscuro que tenían por cristales papel de celofán azul y rojo, y en la que era protagonista Vicent Price y que llevaba por título ‘Los crímenes del Museo de Cera’, dirigida en 1953 por André Thoth. Probablemente todo ello haya podido dejar huella, al igual que, a veces, y sin exagerar, cuando he estado en un edificio de gran altura me viene a la memoria ‘El coloso en llamas’, en el que un cortocircuito (energía de activación) es el desencadenante de espectacular incendio en el que se ven envueltos en la trama grandes actores de la pantalla como Paul Newman, Steve MacQuen, William Holden, Robert Warner y Fred Astaire. Ahora bien, nunca he estado en un edificio de 138 plantas, como el que se recrea la película en la ciudad de San Francisco, salvo en Shanghai que llegué a los 421 metros de altura y 88 plantas, en la Torre Jim Mao.

Pero si de incendios se trata, regresemos dentro del túnel del tiempo y situémonos en La Aparecida, en 1919, en la que según ‘Ecos’, el oculista Manuel Gómez-Pardo Ródenas tenía instalado un motor. Ante un descuido del encargado del prestigioso facultativo se incendió un bidón de gasolina, propagándose a otros depósitos de este combustible y de alcohol. Al intentar el citado empleado extinguirlo, no pudo abandonar el local y pereció carbonizado. Sin embargo, mejor suerte tuvieron otros obreros de una industria ubicada en nuestra ciudad. Para ello, volvamos a la Orihuela de hace ciento diez años. Era el Día del Pájaro, cuando a la una de la madrugada se desató un incendio en una fábrica de sillas existente en un edificio contiguo a la Posada Buena Vista, en cuyo solar años después se construyó el Palace Hotel, hoy desaparecido. Ante la presencia del humo fue dada la alarma por un grupo de cargueros de mineral de la mina La Concepción que se alojaban en dicha fonda, los cuales se disponían a dirigirse al trabajo. Enseguida acudieron una veintena de personas para prestar auxilio, entre ellas el hijo de Pío Wandosell. En el interior del edificio incendiado dormían los operarios de la fábrica, que al ser avisados salieron a la calle a través de las casas vecinas. Tras forzar la puerta se comprobó que había tres focos de fuego en los que ardían sillas acabadas y material preparado para su fabricación. Los primeros en acudir al siniestro procedieron a lanzar agua y tierra para extinguirlo, lográndolo a la media hora. Una vez que se había controlado el fuego, llegó el alcalde Pedro Ramón Mesples Gracia, el cual reprendió al sereno que había «avisado a la parroquia para que diese la señal de fuego», sin que él lo hubiera ordenado. ‘La Comarca’ no dudó en atacar al citado alcalde, tal vez con razón, por haber llamado la atención airadamente a dicho sereno. A pesar de que gracias a él no hubo mayores consecuencias, y se evitó que el fuego se propagase a toda la manzana.

Aquí, en un primer momento, el humo sustituyó al grito de ¡fuego!, haciendo válida a aquella romanza de la zarzuela ‘Doña Francisquita’ de Amadeo Vives y libreto de Federico Romero y G. Fernández-Shaw, que comienza: «Por el humo se sabe dónde está el fuego».

Fuente: http://www.laverdad.es/

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