POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Estaba con un amigo en uno de esos paseos nocturnos que ahora son tan agradables y necesarios después de todo el día de calor sofocante, intentando salir poco, o deambular lo necesario buscando las sombras, y darle al abanico o los ventiladores, y algunos a esos aires acondicionados. Y cuando pasamos por la Plaza de San Pedro de la “villa vieja” le conté la historia de este barrio primigenio de la villa vieja, y esa bonita fuente que pusieron en medio entre árboles, que es como un oasis, una copia recreada de la de la Plaza de la Villa que hace unos años realizara la escuela de cantería incluida en la Escuela Taller. Hace ya bastantes años de aquella escuela de oficios manuales que comenzó en la casa-torre-palacio de los Sedeño, en la calle de Santa María. Una idea plausible que en muchos lugares dio un buen resultado, principalmente en Aguilar con su monasterio, el ojito derecho de Peridis, el creador de las escuelas taller. El caso de la nuestra fue casi fallido, porque se comenzó en esa casona palacio de torre mudéjar y se quedó tan a medias que se derribó parte de las edificaciones, y se han perdido otras, como la hermosísima fachada con uno de los esgrafiados más importantes de la arquitectura española, pérdida por la desprotección con la que quedó en esa escuela inconclusa, que privó de cubierta estos muros con lo que las filtraciones han ido erosionando este ejemplo que es un encaje de filigrana en esgrafiado.
Pero la sección de cantería, quizás la que mejor funcionó, rehízo columna y capiteles del patio en el taller improvisado del atrio de San Martín. Y también realizó la fuente semejante a la de “los cuatro caños” que se instaló en San Pedro la otra plaza del casco viejo. Pero no llegaron a conectar el agua que era el elemento primordial para la lucidez de esta hermosa fuente reproducida y el objetivo de colocar una fuente, el que tenga agua, y así durante años, resulta que es una fuente sin agua… También esta escuela de cantería hizo una copia de “la Marrana Cárdena” que se instaló en la Plaza de El Salvador, una imagen de un símbolo del Arévalo primitivo, una cerda hembra erigida como culto a la fecundidad, por aquellas gentes vacceas anteriores a la llegada de los romanos. Pocos recuerdos más quedan de aquella escuela taller si no es ese muro de la torre mudéjar bien revocado de cemento para que no se nos olvide aquella actuación torpe e inconclusa.
Y así, como en una ruta turística, seguimos el paseo buscando los frescores que suben de los ríos por el castillo, pocos en estos días de calor sofocante, pero más que en cualquier otra parte de la población, porque estos días estamos sufriendo esas elevadas mínimas, como en todas partes, y aún pasándolo mejor que en otras muchas partes.
Regresábamos del paseo y ya en la hermosísima Plaza de la Villa, que por la noche con la iluminación de sus monumentos se ve especialmente bella, llegamos a la “Fuente de los Cuatro Caños”, la original le dije, vaso gallonado y cubierta escamada, un testimonio histórico de aquel Arévalo medieval que aún estando lleno de pozos en las casas, realizó una gran obra de ingeniería para traer de más de cinco kilómetros de distancia las aguas puras de manantial a los arevalenses… un acueducto del que quedan algunos vestigios y los datos documentados de reparos de aquel esfuerzo económico y logístico en aras de una mejora sustancial en el abastecimiento a las fuentes públicas.
Qué pena y que triste, un testigo de la historia del agua en Arévalo, convertido en otra fuente sin agua… Fuentes decorativas, ya sin agua, pues les falta lo principal
Hace años que a esta fuente la persigue un espectro al que no le gusta el agua, ni el murmullo de su caída, ni su frescor en el entorno… es como una guerra contra el agua!!! Residuo de aquellas mentes que propiciaron una meseta sin árboles. Las fuentes son como los árboles para nuestras plazas, frescor unas y sobra otros…
¿Sería tan difícil traer de nuevo el agua vivificante a estos monumentos del agua?