EL EXPEDIENTE DE MONTES VARELA, EL HOMBRE QUE SE NEGÓ A MATAR A DETENIDOS, SEGÚN EL CRONISTA OFICIAL DE LÁCHER (GRANADA), MIGUEL CABALLERO, REVELA LA FECHA DEL ASESINATO EL FALANGISTA JEFE DE LA ESCUADRA EN VÍZNAR SE ENFRENTÓ A NESTARES EN LA NOCHE DEL CRIMEN
Una nonagenaria Angelina Cordobilla, criada de la familia García Lorca, enferma y senil, postrada en la cama de su humilde casa en la barriada de la Virgencica, en Maracena, relataba a varios investigadores del asesinato del poeta, que durante dos días, tras la detención de su ‘señorito’, le había llevado un termo de café y comida al Gobierno Civil, donde se encontraba retenido.
Este testimonio trufado de confusiones y desmemoria fue dado por válido, lo que marcó como posibles fechas del crimen del poeta varios días posteriores a su detención el día 16 de agosto de 1936 en casa de los Rosales. Las entrevistas y testimonios recogidos por el periodista Eduardo Molina Fajardo, falangista y director del desaparecido diario Patria, la mayoría de personas vinculadas o próximas al asesinato y sus circunstancias, señalaron la madrugada del 17 de agosto como la fecha de la muerte del poeta.
No se vaciló en la decisión. Lorca fue detenido, conducido al Gobierno Civil y desde allí a Víznar, a las Colonias, la antesala de la muerte, y en la madrugada una escuadra de guardias de asalto reclutados por el capitán Nestares le dio muerte. Esta fecha está confirmada por testigos directos de los hechos y por los datos que aparecen en los expedientes oficiales de algunos de ellos. A las confirmaciones existentes hasta ahora se le une una más, que contiene el relato del enfrentamiento entre los falangistas y otras fuerzas armadas del alzamiento.
Molina Fajardo recogió en su libro póstumo Los últimos días de Federico García Lorca el testimonio de un falangista ‘pata negra’, de Antonio Montes Varela, quien se había afiliado al partido de José Antonio Primo de Rivera en 1934, cuando apenas había más de un centenar de militantes en Granada. Era el jefe de la octava sección de las milicias de Falange que se encontraba en Víznar en la noche del asesinato del poeta.
El investigador y cronista oficial Miguel Caballero ha tenido acceso al expediente de este destacado falangista, quien en el año 1969, cuando fue entrevistado por Molina Fajardo, era jefe de la Asesoría Jurídica de la Delegación de Sindicatos. Los documentos que aporta Caballero vienen a confirmar lo que relató a Molina Fajardo, pero también señalan y fijan la confesión de Pedro Cuesta Hernández, el hombre que custodió a Lorca en la noche de su muerte durante su ‘espera’ en la Colonia de Víznar, y del que no existe un expediente tan detallado dada su condición de simple milicia de Falange.
Montes Varela era por aquel entonces un joven de 24 años, de 1,62 metros de estatura, pelo castaño, ojos melados, nariz aguileña, barba y boca regular, moreno de piel, y con la peculiaridad de tener un dedo pulgar partido, según indica su ficha de filiación a las milicias nada más producirse el alzamiento militar, el 20 de julio de 1936. Nada hacía dudar de su lealtad a la llamada ‘cruzada’, a la sublevación, desde sus inicios. Aquella noche del 16 de agosto y en la madrugada del 17 se produjo su enfrentamiento con el capitán José Nestares, al frente del puesto de Víznar y responsable de las ejecuciones.
El mismo Montes Varela relató a Molina Fajardo lo sucedido: «Todos los fusilamientos realizados allí fueron hechos por los guardias de Asalto. Otros no controlados por Víznar los llevaba a cabo la ‘escuadra negra’, que, por cierto, fue Narciso Perales quien terminó con ella. Nestares me ordenó en cierto momento que fuera con un piquete de las fuerzas de Falange a fusilar. Yo me negué. Nosotros éramos voluntarios, pero nuestra misión no era esa. Sería tal vez las de las fuerza de Orden Público, pero no la nuestra.
Éramos voluntarios solo para luchar en el frente. Nestares me dijo entonces que aquella actitud mía era deserción y que no conocía las órdenes militares. Al seguir con mi negativa, me dijo que daba parte a la superioridad. Y yo le contesté que hiciera lo que quisiera, que yo me marchaba. No lo creía. Me dijo: «¡Cómo!, ¿qué te vas del frente?». A lo que le contesté: «¡Sí! ¡Qué cojo los dos camiones y nos vamos!». Y así lo hicimos. Nos subimos a los dos camiones y nos fuimos a la Cuesta de los Cabezas, en Albolote.
Allí me encontré a Pepe León Arcas. Nestares dio parte de mí y García González, del Estado Mayor, me llamó y me dijo que en buen lío me había metido. Le expliqué el porqué de mi reacción y me contestó diciendo que había hecho bien, siendo vosotros voluntarios». Todos los hombres de Montes Varela, los de la octava escuadra de Falange, estuvieron de acuerdo con su jefe y decidieron marcharse de Víznar antes de verse obligados por Nestares a asesinar a prisioneros. La documentación existente revela que así fue y en el expediente de Montes Varela queda registrado cómo el 17 de agosto abandonaron el puesto de Víznar para dirigirse al frente. «Destacado en Víznar hasta el 16 de agosto de 1936.
El día 17 de agosto, al mando de una sección de Falange tomó parte con el capitán de Asalto Sr. Álvarez en el reconocimiento de la zona comprendida entre Padul y Sierra de Jayena», señala el expediente.
El incidente del responsable falangista en Víznar tuvo sus consecuencias para el capitán Nestares, que fue relevado del mando por el teniente de la Legión Morillas. Los documentos confirman una vez más la fecha del 17, pues este legionario ocupa el puesto de un Nestares sancionado, luego los hechos no pudieron acontecer en una fecha posterior ya que no habría estado allí el capitán. Montes Varela le relató a Molina Fajardo el cese de Nestares al mando ante la llegada del legionario: «Morillas, que era teniente de la Legión y que más tarde se volvió loco, ahorcándose en la prisión de Jaén, llegó con una orden cesando a Nestares». El capitán no se dio por convencido y se dirigió a Granada, a la Jefatura del Movimiento, de donde salió maldiciendo a Morillas y a Montes Varela. Finalmente fue cesado durante unos días al mando de Víznar, concretamente hasta el día 20 de agosto.
Este dato confirma nuevamente como única fecha del asesinato del poeta la madrugada del día 17 de agosto. El dato también queda confirmado por la Hoja de Servicios del teniente Morillas: «El 18 (agosto) también por orden del Excmo señor Gobernador Militar de Granada, se hizo cargo del mando del sector de Víznar-Cogollos, relevando al capitán Nestares; el 20, y por orden de dicha superior autoridad, hizo entrega de nuevo al capitán Nestares del sector Víznar-Cogollos, quedando a las órdenes de dicho capitán».
Pedro Cuesta Hernández se encontraba a las órdenes de Montes Varela, tal y como confesó a Molina Fajardo, un testimonio en el que le relató la custodia del poeta en la antesala de la muerte. Este miliciano falangista encargado de la vigilancia de los prisioneros no pudo estar en aquel puesto los días 18 al 20, en los que algunos investigadores situaban la fecha del asesinato, y es que Cuesta estaba en el frente junto a su jefe de escuadra, la número ocho. A estas pruebas documentales se suman también otros muchos testimonios, la mayoría de implicados directos en el asesinato que confirman, una vez más, la madrugada del 17 de agosto como la fecha de la muerte del poeta.
Miguel Caballero echa por tierra el relato de Angelina Cordobilla, «era una mujer senil, enferma, que confundía las fechas. Posiblemente fuera algunos días al Gobierno Civil, pero el termo y la comida nunca llegaron a las manos de García Lorca».
El hijo del comandante Valdés, máximo responsable del alzamiento en aquellos días, confesó a Molina Fajardo que era imposible entrar en aquel edificio y que incluso se le impedía la entrada a los más allegados e incluso a los familiares, así que era poco probable que Angelina accediera al puesto de mando de los sublevados. «Seguro que la comida se la quedaron los vigilantes y le dieron buen fin», asegura Caballero. El dato escrito, los expedientes, los documentos, los papeles de los protagonistas de aquellos hechos relacionados con la muerte de García Lorca certifican que fue asesinado en la madrugada del 17 de agosto. Los papeles hablan y finalmente rompen el silencio. Juan Luis Tapia