POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Antes de que existieran los platos combinados o, mejor dicho, antes de que se ofrecieran en las cartas de los restaurantes, puesto que se inventaron en la guerra civil, ya me gustaba combinar sabores; desde niño, cuando me servían el primer plato, preguntaba qué había de segundo y de postre, con la idea de barajarlos; fui pionero en mezclar lentejas con calamares en su tinta, garbanzos con callos (me imitaron en Vegadeo), fideos con arvejos, en fundir chorizo con miel (me plagiaron en Mallorca)… Hoy, afinando el gusto y el arrojo, en mi interés por hacer el caldo gordo, en mi impaciencia por juntar las paralelas antes de esperar a que lo hagan en el infinito, relleno repollo con zamburiñas de lata, marido arándanos con carrilleras, mojo boroñinas de Pravia en aguardiente de sidra… Un paso para salvar barreras, vencer prejuicios y crear un frangollo con la tradición y la tradición.
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