GATO ARGOS II, 1
Ago 17 2019

POR APULEYO SOTO, CRONISTA OGICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)

Ayer por la tarde,
que estaba arde que arde,
me trajo Iria,
mi amada hija,
su gato Argos.
Y en un alarde
de pasión de padre,
se lo recogí,
pues que se iba
lejos de mí
de vacaciones
con su madre,
la Concha que un día fuera
mi esposa adorable
de todo lo que hacía
viajando por el mundo
a mi manía.
(Luego cambió
y a muy mala suerte en vida
me peló y ultrajó)

Con Argos me quedé
y en la terraza le aposté.
¡Cuán grata compañía
para la vejez!

Hoy escribo el dietario
de lo que nos unió a los dos
el día a día
de interac-ción.

La noche ardiente de Agosto
le cobijó
y a la mañana rosa palo
lo despertó el sol
antes de que el gallo le lanzara
su quiquiriquí-quiquiricó.
—Buenos días, Argos,
le dije con amor,
y se me enterneció meneando
el rabo zumbón.
Pocas horas después
en las manos se me meó
y hube de consentirle
tamaña indisposición,
pero aguas mayores…NO, NO,
pues que dan muy mal OLOR.
—Agur, adieu, adiós…,
prorrumpí, ya en baja voz,
y agachando las orejas
asintió.

EL JUEGO DEL ESCONDITE

Día segundo
de comunión
entre hombre y animal
dialogándonos.

Ayer, Argos,
te me despistaste
y tardé demasiado
en reencontrarte.
¡Cómo te encanta esconderte
y qué prisa que te das en desprenderte
del amo que te ama!
Esta mañana
-bien lo he visto-
comiste, bebiste,
hiciste pis y caca.
Haz lo que te dé la gana.
Te ofrezco el salón,
te ofrezco el despacho,
te ofrezco el corazón,
los pulmones y las manos.
Vuelve a mí cuando quieras,
me tendrás sin fronteras.
Ataduras, ninguna,
ni para ti ni para mí,
bajo el sol o bajo la luna.

EL SUEÑO REPARADOR

Anoche dormístes en mi cama
sin retocarme una pestaña.
Yo en sueños
te vigilaba.
¡Qué bien tú
te acomodabas
a lo largo de mis piernas
largas!
Sueña, sueña,
te decía,
y tú ni te enterabas.
¿Habrá un cielo de gatos?,
yo pensaba
mientras que tú callabas.
El sueño es una copia de la muerte.
La Parca nos aguarda
montada en una barca,
y en el cielo o el infierno nos aparca.

EL PRIMER REPROCHE

Argos de ojos lucientes,
te voy a dar una somanta
como tires de la manta
de mi cama durmiente.
O te quedas quieto
o te echo de bajo techo.
Y si te quejas,
me quejaré yo también.
Te daré lo que me des
y nada más.
—¿Ajuste de cuentas?
—Sí, felino, sí,
aunque solo minino.
A mí no me arrebatas
la capa que me tapa.
¿Enterado, bichito?
Anda y que te den
lo que no te han dado
desde aquel edén
del Egipto endiosado
de Amón y Ramsés
que hicieron a los gatos
sus dioses. Amén.
Vivimos otros tiempos
y son los hombres los que
os han de dominar,
someter y sostener.
Así que tú…
la manta… ¡ni tocar!
Me la he liado a la cabeza ya.
¡Ja, ja, já!

SOLILOQUIO DE GATO

Más de veinticuatro horas
lleva mi jefe sin venir a verme
a la terraza.
Algo urgente le pasa
que no me rasca el vientre.
O algo malo he hecho yo
que le irrité y no me quiere.
Si fuera dios, como él piensa,
sería omnipotente
y podría alegrarle de repente
con el poder de mi mente.
No es el caso, me escamo,
y aquí me quedo displicente
atisbando el ambiente
de la calle de enfrente:
Unos chiquillos corren
sobre los patinetes,
otros dibujan con sus bicis
eses de serpientes,
los automóviles veloces
se fugan, van y vienen
de Soto a Guadalix
por el asfalto luciente
y en El Junco se detienen
para un piscolabis
las gentes pudientes.
Brilla el sol. Mediodía:
papas fritas, percebes,
verdejos y martinis,
cervezas y ginebras…
todo a punto de nieve.
Me entra hambre, dispensen,
las tripas se me revuelven,
algo tendré que comerme.
El personal laboral
se fue a las playas,
los valles, las montañas,
las llanuras verdosas
y las iglesias góticas y románicas.
Yo aquí estoy caliente.
De vacaciones, dicen,
y yo les creo
porque el trabajo se merece
un poquito de recreo
cada ciertas veces.
Yo aquí estoy caliente, dije,
¿pero no tengo derecho
a sus mismos placeres?
¿Sólo tengo deberes?
Es verdad que no cazo
ratones ni me atrevo
a perseguir insectos
en sus vuelos; sin embargo,
sólo con que me vean los ahuyento
y eso es digno de premio.
¿Volverán?
Por si acaso los espero
con las uñas a tiento
mientras que como y bebo zalamero.
Jefe protector mío,
aguántame, te quiero.
Si te he desagradado, me arrepiento,
corrijo el yerro,
no lo volveré a hacer,
te lo prometo.
Pero insisto, mi dueño,
¿no tengo yo derecho
también a vacaciones
en mis pobres rincones?
Pues dámelas y estamos
conformes ante el hecho
de la igualdad de trato:
Hombres y animales,
los dos iguales,
y a lo hecho, pecho,
por supuesto.

DETALLES

Mi gato,
triste y pardo,
baja los párpados
cuando le abrazo,
le rasco la panza
y le relajo.
Mi gato Argos
enarca el lomo,
lo alza como
una montaña de aplomo
y yo me acomodo a su modo
de hacerse importante
con ese talante
de superioridad
que junta lealtad y libertad.

Gato raboatrás
¿te encuentras bien
en esta sociedad
que no sabe adónde va?
Pues yo también
porque conmigo estás.
Déjame leer,
escribir y pensar.
No te pido más.

La mañana se adelgaza
ante el ordenador,
clic, clic, clac, clac,
y ordénanse las letras
a gran velocidad:
Amor, calor,
silencio, suavidad…
Por hoy basta ya.
Argos se ha dormido.
Ambos en paz.

FELICIDAD

Si Argos es feliz
olisqueando en mi cuarto
los libros acostados
y rozándose en ellos
los bigotes afilados
para luego ensalivarlos
con su lengua de trapo…
yo asimismo lo soy.
¿Intentará leer
o buscará el zapato
que perdió Cenicienta
en el baile del Príncipe soñado?
¿Habrá gato encerrado
por los estantes silenciosos y abrumados?
¿Lo encontrará su olfato?
Ronda que te ronda,
busca que te busca,
sigue investigando
como un cronista
de los tiempos pasados
que se adjuntaban a los Reyes
y escribían a su cargo
las hazañas perpetradas
a diestra y sinistra en el campo
de batalla, regado
de sangre colorada de soldados.
Lo dejo todo así hasta mañana
que Argos me trasmitirá
algunos nuevos rasgos
de sus artimañas.
Pasa tú también, lector…
de largo.

OBSERVADOR NATO

Mi gato es un
observador nato.
Mira cómo me despierto,
cómo me lavo y me peino,
cómo me visto y calzo.
Está a todas
mis andanzas el tío:
si entro o salgo del despacho,
si le doy o le escondo
su paquete de tabaco
a mi compañera, si
fumo en pipa un rato.
Recorre los pasillos de la casa,
se enrosca en un ventano,
sube por la escalera
conmigo abajo,
no para quieto en el tajo,
sus narices sonrosadas
huelen el pescado
que voy friendo y echando al plato,
coge una pelotita
y la rueda ufano
por el salón botando…,
se para, se dispara,
la recoge en sus manos
aterciopeladas
y sale bufando.
Miau, miau, miau, miau,
gime desolado
por no poder
retenerla a su lado…
Se atusa los bigotes,
indaga en mis armarios,
se va a la lavadora
y en el biombo con sucia ropa
se recuesta agotado.

HARTO DE GUERRAS

Hago otro alto en el trabajo.
Abro la prensa de diario,
me sublevo y no la aguanto.
Guerra en Siria,
guerra en el Cáucaso,
guerra en el Golfo arábigo,
guerra en Ormuz,
guerra en Otrotanto,
guerra en Bangladesh…
por cuestiones de bancos.
Es el dinero
la punta del asalto.
Fuego por cualquier lado
y además es verano.
¡Ay, gato Argos,
cuánto hemos de sufrir
los llamados humanos!
Tápate la nariz y las orejas.
Ni oigas nuestras quejas
ni veas nuestros llantos,
tú a lo tuyo, gato pardo.
Déjalos que se maten,
que se encarnicen a diario,
que se manchen las manos,
que no quede nada blanco…
¿Y después?
Allá si alguno
pervive para contarlo.

CALMAR LA SED

Tenía una sed inmensa
que se aguantaba,
y lo he sacado a beber
a la terraza clareada
en un dornil de madera con agua.
¡Oh Dios, qué ansia,
cómo babeaba
y cómo luego se limpiaba
las barbas goteantes redondeadas!
¿Satisfecho, mi amor?
Y calla, calla,
pero vuelve a beber
en el cacito de agua clara
y remoja la cara.
De otras cosillas, Argos,
sentimos ansias los humanos:
De paz, de gracia,
de concordia, de abrazos,
de luces más que sombras,
de besos poco usados,
de no amarillos lazos,
de sí ideales altos
entre los países
más que nunca distanciados.
Y sin ideologías,
que son todo lo contrario
de la reflexión que un día
se impuso como ideario
de la progresía.
¿Me has entendido, Argos?
Pues ojo al dato:
todavía
muchos no saben
esto tan simple
que te he enseñado.

CON LA VECINA CLEMENTINA

Me descuido un momento
y Argos se me ha escapado
por no dejarle el candado cerrado.
¿Dónde andará, dónde?
Le llamo y no responde.
¡Argos! ¡Argos!
¡Que vuelvas acá
al despacho de papá!
Ni mu, ni miau, ni mua.
Casa con varias puertas,
difícil es de guardar,
gato que huye
la paz destruye,
colorín colorado
no doy el cuento por acabado,
a soldado que deserta
la manta acuestas
y la carretera abierta.
Pensando, pensando…
me acerco a la vecina Clementina.
También está pintando,
como mi dama hace unos días.
—Hola, Apuleyo,
ya sé a lo que vienes.
—A por Argos, señora.
—Aquí lo tienes.
¿Lo quieres?
—Lo quiero
para zurrarle el pandero.
Argos se amohína,
le da pena a Clementina
y se mete en la cocina
y en la escalera se empina,
zas, zas, zas,
pinta que te pintarás.
—¡Con Dios, vecina!
Y le doy una propina
y Argos ya no mira atrás.

LECCIÓN DE PAREJAS

Nada más levantarme a las siete
esta mañana sabatina
que reluce como un cohete,
he requerido la presencia
de Argos en mi bufete.
Salgo a la terraza,
levanto la persiana
y le planto un azote cariñoso en el culete.
Me lavo como un gato,
tomo el primer café con leche
y ya el minino,
compañero y amigo,
husmeando el salón y la despensa
se encamina por el pasillo
con el orgullo de un felino
a aposentarse en mi selva de libros.
Abro el ordenador
y le pongo canciones de amor.
Le entusiasman Mireille Matieux,
La Pantoja y Marisol,
y se queda arrebujado en el sillón.
Es el momento de impartirle
mi lección de profesor.
De parejas famosas le hablo hoy:
Son las parejas,
desde Adán y Eva,
la más hermosa combinación
que se encuentra en la tierra,
tanto en la realidad
como en la ficción.
Vaya a continuación
una retahíla o relación
del teatro, el cinema,
la poesía, la novela,
la historia y la leyenda:
Apolo y Dafne,
Paris y Helena,
Venus y Adonis,
Peleas y Melisenda,
Tristán e Isolda,
Jasón y Medea,
Ariadna y Teseo,
Dido y Eneas,
Guido y Dora,
Romeo y Julieta,
Dafnis y Cloe,
Han Solo y Leia,
Rómulo y Remo,
La Bella y la Bestia,
Cástor y Póllux,
Polifemo y Galatea,
Antonio y Cleopatra,
el Príncipe y La Cenicienta,
Perseo y Andrómeda,
Juan y Jesús de Galilea…
Burton y Taylor,
Tarzán y Chita,
Bonny y Clyde,
Pongo y Perdita,
Víctor y Victoria,
Juan Carlos y Sofía,
Hades y Perséfone,
Ares y Afrodita,
Zeus y Europa,
Felipe y Letizia,
Orfeo y Eurídice,
Pritt y Angelina,
Eco y Narciso,
Sansón y Dalila,
Justo y Pastor,
Justa y Rufina,
Robin Hood y Marian,
Abelardo y Eloísa,
Ysabel y Fernando…
¡Me muero de la risa!
Parejas, parejas, parejas
desde Adán y Eva,
que le enseño a mi gato,
que no tiene ni idea.
¿Y para qué?
Para que aprenda.

INCENDIOS EN EL CAMPO

Incendios a tutiplén
en el inmenso campo,
y es la mano del hombre
la incendiaria del incendiario,
al que por más que buscamos
nunca logramos hallar.

Aúpa, Argos,
musito al gato.
Si nos ayudas
saldrán baratos
de eliminar
tales atracos.
Y entonces, ¡oh!,
feliz el dato.

Son los incendios
devastadores
todoterreno.
¿Florecerán de nuevo
el pino, el roble,
el abedul y el almendro?
Eso esperemos,
eso a Dios ruego
y eso ruega y riega el pueblo
con enorme denuedo
llevando mangas y calderos.

Llama tras llama
el estío se inflama
con lenguas de fuego.
¡Oh Dios del Sinaí,
deja de andar ardiendo
como en los viejos tiempos
sobre las zarzas y los árboles
del terrestre elemento!
Efectivamente,
el edén fue un sueño
de Calderón, de Lope
y de los que le mantenemos.
Cuento esto como un cuento
que nos implica a todos
en cualquier momento.
Pero es más todavía,
es un recuento
de desgracias caídas
día a día,
pelo a pelo,
sobre nuestras cabezas y cerebros.
Apáguese esa plaga
y todos ya contentos
por este mundo iremos.
¿Me has leído, gatazo?,
¿a tono te has puesto?,
¿te hallas sereno?
¿y estás libre, acaso?
Pues bebamos y alcemos
las copas hasta el cielo
de la dicha común.
Por ti, por mí, por todos,
viviremos, viviremos.

CADA CUAL ES CADA CUAL

Búscate una pareja,
le digo a Argos,
con la mosca tras la oreja.

Búscate una pareja
que te sea semeja
y de sexo contrario.

No me hace caso
y es que está descastado, capado,
y no siente atracción.

No te importe, mamón.
Fue prevención
de tu dueña risueña
cortarte el cordón
de la doble unión
que el ser masculino sueña
y en lo que se empeña
desde que nació.
Con amor o sin amor
se vive al por mayor
aceptando la propia
y otorgada condición.

Argos me entiende
y Argos se desentiende
de mi suposición.

Cada cual es cada cual,
y en ello no mando yo.

Hay mujeres con mujeres
y hombres con hombres también.
¡Son tantos los pareceres…!
Aceptémoslos como estén.
Y si a alguno no le gustan,
pues que le den, que le den,
que a mí no me va a importar
su condición, y ole y eh.

LAS PERSEIDAS

La noche del diez de agosto
—San Lorenzo a la parrilla—
el cielo se vuelve loco
de estrellas a la deriva.
Sin comprender lo que ocurre,
Argos se encoge y las mira,
temeroso de que alguna
baje y se le caiga encima.
—Tranquilo, chico, tranquilo,
cosa es de Astronomía
que está explicada en los libros
desde la edad más antigua
y aún no ha sucedido nada
perjudicial, vida mía.
Antes se deshacen solas
volando y echando chispas,
cual rueda de afilador
o cabeza de cerillas..
Míralas bien cómo danzan,
pues son unas bailarinas
que al entrar en ignición
con polvo de arena fina
se desintegran y funden
lo mismo que una bombilla.
Te diré más: Tu nombre es,
según la Mitología,
heredado y compartido
con Dánae, princesa altiva
que nació en Argos, ya ves.
Mas la historia se complica,
pues Perseo, su marido,
hijo de sangre divina,
mató a Medusa, gorgona
faltona que convertía
en piedra a aquel que cruzara
con ella su propia vista.
Decapitada Medusa,
lluvia de oro se esparcía
de su cuello hacia la tierra.
Y dicen que todavía
se derrama por agosto,
aunque es mentira podrida.
Puro cuento desde antaño.
Y es que el hombre necesita
de cuentos para vivir
con ilusión esta vida.
Vamos adentro, Argos mío,
que te rasco la barriga.
Venga, adelante, adelante,
trasnochar nos debilita.
¿No tienes sueño? Yo sí.
Las estrellas, allá arriba,
nos seguirán vigilando
hasta que amanezca el día.
Son millones de millones
y muy pocas se “suicidan”
Durmamos plácidamente,
a pierna suelta o encogida.
Saldrá el sol, te lo aseguro.
No hay llama más encendida.

ANIMALISTAS

Hoy me pregunta con los ojos Argos
si soy animalista o no
y yo le repregunto ¿tú qué piensas?
Dímelo, dímelo.
Se reconcentra y contesta:
—Con la mano derecha en el corazón,
te respondo que sí
con una condición:
que continúes siéndolo
por el amor de Dios.
Él a todos nos puso un Paraíso
que compartir con amor,
y aunque luego se desdijo,
porque el hombre pecó y contra Él se sublevó,
nos legó la tierra entera
a nuestro favor engendrador,
tanto en casas domésticas
como en las selvas cuyo rey es el león.
—Te has explicado como un docto
gato avizor, le respondo yo.
Y en estas estábamos
cuando Aitana desde Madrid llegó
—una muñeca en carne y hueso
más lista que un ratón—
y dijo: tate, abuelo,
no le maltrates, no, no,
lo mejor que atesoramos unos y otros
es libertad de expresión.
De manera que me envaino la lengua
y no me la come el gato zampón
en tanto se entretiene
en otorgarme la razón.
Pasa un tiempo chiquito
y se disipa la contradicción.
Señor mío y Señor nuestro, por esto que te he expuesto,
danos tu bendita bendición.
Argos se aduerme,
me aduermo yo.
Hasta mañana, niños lectores,
que volverá el SOL.

A SUS ANCHAS

A sus anchas expensas,
con la comida y la bebida puestas,
he dejado a Argos en la azotea
y he traspasado la cuesta de La Somosierra
para llegar a Casla, que se halla en fiestas.
¿Qué allí me espera?
Presentar mis poemas
con Ana La Galistea.

Casla es un pueblecito
chiquito, chiquito,
en el que tengo lectores admiradores
que crecen como las flores.

Terminado el recital,
firmo ejemplares sin parar
de “Estación Términi”, final
de mi trayecto intelectual.

A la vuelta ¿qué me encuentro?
Pues el despacho revuelto
y la azotea vacía.
¡Madre mía, madre mía!

¿Qué has hecho, querido Argos,
en mi ausencia por Picos Pardos?
No contesta.
Puerta a puerta, escalera a escalera,
se introdujo en la biblioteca.
Es normal que lo hiciera,
su pasión por la lectura a eso le lleva.
Le perdono y le restriego la mano por la cabeza… y me la besa.

DE BOCA A OREJA

“De boca a oreja
o te casco una colleja”.
Me atiende Argos
y estas coplillas le largo
del folclore popular,
que dicen así, no más:
“No compres mula en Segovia
ni en Fuentepelayo paño,
ni mujer en Escalona
ni amigos en Cantimpalos.
La mula te sale falsa,
el paño te sale malo,
la mujer te sale, sale…
y los amigos contrarios”.
Argos agacha la testa
y admite que le ha encantado
la cancioncilla protesta
del folclor tatareado.

EN LAS ALTURAS

A las alturas, siempre a las alturas
de un balcón, una silla,
un butacón
o una estantería,
Argos sube que sube
para otear el mundo desde arriba
dejándolo a sus pies,
un mundo a la deriva
del que toma posesión
mientras respira en carne viva,
un mundo sometido
a su curiosidad inquisitiva.
Todos debajo de él
y nadie por encima,
salvo las aves y las nubes
que vuelan aladinas.
Después se echa unas siestas
que me parecen excesivas
y es que quieras que no
le asalta la fatiga.
Entonces tuerce el morro,
rebaja la barbilla,
la entromete en el cuello
y se adormila.
El mundo cabe nuestra
¡qué pena y qué alegría!
En tanto que descansa
le dicto una letrilla
jaracandosa,
esta vez mía:
“Si el melón es el hombre,
la mujer es la sandía
y si se entremedia un gay…
les espabila y lía.”

ADIÓS NO DEFINITIVO

Te he protegido,
te he asistido y cuidado,
tú me has devuelto
lo que te he dado:
amor, amor,
gato encerrado.
Gracias, amigo mío,
gracias, potente Argos,
podemos entendernos
animales y humanos.
Me diste comprensión,
instrucción y elocuencia,
yo te recompensé
con infinita paciencia.
Volveremos a vernos,
te necesito,
no solo hay un infierno
sino un cielo infinito.
Punto redondo y coma
o puntos suspensivos…
Cierro la cuenta de tu cuento
solo por un momento
porque continuarás conmigo.
Allá donde tú estés,
sea en el imperio egipcio
o en la casita de la sierra,
te bendigo y digo:
come, bebe, juega, trepa,
sé siempre un niño,
el que yo soy,
pongo a Dios por testigo,
que me conoce tanto
como tú, te lo digo.
Tú me escuchaste,
yo te escuché;
la vida junta
cuán fértil es.

RECUERDOS

¡Qué profunda emoción
me has plasmado en el alma,
Argos de mi corazón.
No paro de recordar
tus peripecias conmigo
desde el día que te has ido.
Nunca se olvida el amor
a duras penas conseguido.
A veces me parece
que sigues a mi lado
trasteando en los libros
de los pasillos y el despacho.
Yo mantengo la calma,
pero me hallo dolido
con un rastro de rabia.
¿Por qué no he porfiado
para tenerte más y junto a mí
en mi casita, en mi menguado cuarto?
Quiero y necesito
que volvamos a abrazarnos.
Quiero observar tus movimientos y descansos.
Corriendo eres un lince,
y parado, igual que un Buda meditando
de aquellos que en Yakarta y Bali
me subyugaron tanto
en un atardecer dorado.
Me intrigabas, amigo.
Te dabas cabezazos
contra mis pantalones y zapatos.
Tu pelo pelotudo
aún se enmaraña
en la tela de las sillas
y las toallas.
Me parece mentira
que ya no conversemos
sobre medias y ligas,
bufandas y sombreros.
Aprendimos unidos
las canciones románticas
de Mireille Mathieu.
Nunca es tarde
para aprender.
Hay que aprender a hablar
y también a callar.
En ello eres experto,
qué lo voy a dudar.
Te expresabas como un incunable
del siglo XV
o como un viejo papiro o pergamino
del Egipto del Nilo.
Para mí tú has sido
la Biblia en verso en pelo y piel
tiernos y tersos
como los de la cuna
de la imprenta de Gutemberg
sin palimpsestos.
Triste y solo me encuentro ahora
en la Casa de la Troya
que es la mía sin ti.
Tampoco esta noche verás
las “perseidas” conmigo
y tampoco oiré
tus maullidos doloridos.
Tales huellas has plantado en mi vida,
que no logro borrarlas
ni restañar la herida
de tus uñas largas y afiladas,
aunque derrame las goteantes lágrimas
que produce tu ausencia tan llorada.
Vuelve a mí,
vuelve a mi casa,
abierta está
deseando tu llegada.
Corto y pego en tu nombre
esta última llamada.
Si es que no la recibes,
tampoco pasa nada.
Me quedo con mis penas
y santas pascuas.
Adiós, Argos, adiós,
que bien te vaya.
Como un regalo
te entregaste a mí,
yo te gocé,
contigo me divertí.
lo que he perdido lo siento.
intentaré vivir sin ti.

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