POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES.
Iniciamos el nuevo curso de crónicas con el habitual objetivo de aproximar el pasado y el presente de la ciudad a los lectores interesados en conocer cómo se ha ido desarrollando la vida a través de los siglos en una pequeña villa de la España periférica. Una pequeña población con un dilatado recorrido por los caminos de la historia, que los cronistas aprovechamos como fuente inagotable de situaciones, hechos y personajes que se han movido sobre un mismo escenario, la ciudad de Cáceres.
Entre los personajes que la ciudad ha aportado a la intrahistoria local podríamos citar un amplio número de hombres y mujeres, de todo pelaje y condición, que por circunstancias de la vida dejaron su impronta en la memoria vecinal. Otra cosa en cuando tratamos de sacar a la luz personajes que por sus cualidades acabaron por convertirse en actores de alcance nacional. No era fácil despuntar cuando salías de pequeñas poblaciones donde el ascenso social o profesional era improbable, por no decir imposible.
Uno de los personajes que fue protagonista de la vida pública, a nivel nacional, durante la primera mitad del siglo XIX es Álvaro Gómez Becerra. Nacido en Cáceres el 26 de diciembre de 1772. Gómez Becerra es más conocido entre los nativos de la vieja villa por haber dado nombre a una céntrica calle, también conocida por su apodo de “la pulmonía”, que por sus méritos en el mundo de la política o por su importante aportación al mundo de la judicatura. Alguna vez me he referido a Gómez Becerra como el político de mayor proyección que ha dado la ciudad a lo largo de su historia. Un político liberal y constitucionalista, cuando ambas cosas podían ser motivo de exilio, cárcel o ejecución en la España del espinoso siglo XIX.
La vida púbica de Gómez Becerra se inicia en los primeros años de la Guerra de la Independencia, cuando, siendo un joven abogado, es nombrado corregidor de la ciudad, por orden de 4 de septiembre de 1810. Durante tres años será el encargado de las difíciles relaciones con el ejército francés, evitando que Cáceres fuese tomada al asalto, con la tragedia que ello suponía para la población civil. Fue un negociador nato, fiel a sus ideales y a la defensa de su ciudad, aunque le pudiese costar la vida. En 1813 es nombrado Jefe Político (Gobernador Civil) de Badajoz hasta la vuelta del absolutismo.
Con el Trienio Liberal es nombrado primero Jefe Político de la provincia de Extremadura y posteriormente de la ciudad de Toledo, donde permanece hasta 1823 cuando es declarado traidor a la patria, lo cual le obliga a partir al exilio, primero en Malta y después en Marsella y Bayona, donde permanece hasta la amnistía de 1833 que le permite volver a su país.
Una vez muerto Fernando VII en septiembre de 1833, Gómez Becerra vuelve a la carrera política para desempeñar los más altos cargos del Estado; como jurista es nombrado Regente de la Audiencia de Aragón en 1833, Ministro de Gracia y Justicia en 1835, diputado en Cortés por Cáceres, magistrado del Tribunal Supremo, presidente de las Cortes Constituyentes en 1836 y presidente del Senado en 1842, para acabar como presidente del Consejo de Ministros en 1843. Cargos en los que siempre mostro su perfil de hombre progresista y liberal.