POR FRANCISCO JAVIER ARELLANO LÓPEZ, CRONISTA DE LUIS MOYA, ZACATECAS (MÉXICO)
Las futuras generaciones dudarán que haya existido una persona tan altruista como el maestro Julián Montealegre.
Eran las tres de la tarde del día 13 de mayo del 2024 cuando la carroza mortuoria llegó a la puerta del Palacio Municipal de Luis Moya, Zac. Los trabajadores de la funeraria bajaron el féretro donde venía el cuerpo del Profr. Julián Montealegre Fernández. Entraron por la puerta principal y se dirigieron a un lugar predestinado del patio del Palacio donde lo pusieron para que recibiera las honras fúnebres de todo el pueblo.
Un inclemente sol caía por todas partes. La temperatura frisaba entre los 32 grados centígrados. El patio de la Presidencia Municipal fue adaptado para el acto luctuoso. En la parte norte del patio fue colocado el féretro. En la parte sur estaba situada la banda de guerra del Colegio de Bachilleres y en los costados fueron colocadas las sillas para todos los asistentes. Puntualmente comenzó el acto. La tristeza se miraba en todos los rostros de los asistentes al acto y en todos los familiares del profe Julián. Sus hijos, vivían la tragedia, vivían la muerte de su padre que los desarraigaba de la vida. Quienes han vivido la muerte de un ser querido sabrán lo que se sufre, lo que se siente ante aquella terrible dualidad de vida y de muerte; de ayer y de hoy; saben de ese enorme vacío que duele en el alma.
En el acto solemne, el Pte. Mpal. Profr. Guadalupe Silva Medina reconoció la gran labor social y humanista del Profr. Julián que realizó con la juventud luismoyense; en tanto el Srio. Gral. de Gbo., Profr. Héctor Acosta destacó la enorme tarea realizada en favor de toda la comunidad de Luis Moya y, el que esto escribe, dijo que el maestro Julián fue un gran ser humano que dio más de lo que le correspondía dar hasta el grado de la heroicidad. Se le dio un minuto de aplausos.
El calor de la media tarde era sofocante en el patio cívico pero el cuerpo del maestro se encontraba incólume en una especie de catafalco. El maestro Julián había llegado de Tlaxcala a Zacatecas. A Luis Moya arribó en el año 1966 como profesor de Educación Física. Había trabajado en la Esc. Prim. Urb. Fed. “Francisco Castorena”, en el Bajío, Col. Hidalgo, Veinte de Noviembre y en casi todo el Municipio de Luis Moya. También trabajó en San Pedro Piedra Gorda. En este mismo año de 1966 fue invitado a colaborar como maestro de Educación Física, junto con los maestros Federico Villamil, José Escobedo, Francisco Estrada y Francisco Lomelí, en la recién fundada Escuela Secundaria “Delfina Castorena” antecedente de la actual Secundaria Técnica “Jesús González Ortega”. Este equipo de docentes colaboró en forma gratuita para crear la gran institución escolar que es la Escuela Secundaria. El maestro Julián siempre se le miró llegar a las escuelas en su bicicleta de carreras. Hay quienes aseguran que él fue el primero que utilizó este tipo de bicicletas que alternaba con “las leñeras” de la región. Fue común mirarlo pedalear todos los caminos de Luis Moya para cumplir con su trabajo de profesor de Educación Física.
Durante 7 años buscó la mujer de sus sueños. En Luis Moya, el “profe” Julián ya había encontrado su tierra prometida de la que nunca se iría y en el año 1973, encontró y formalizó su matrimonio con la señorita Mariana Luévano. La canción “Perfume de gardenias” fue su preferida: “Tu cuerpo es una copia/de Venus de Citeres/que envidian las mujeres/cuando te ven pasar”. Su romance no fue fácil porque algunos familiares de ella no lo aceptaban, sin embargo, ambos lucharon contra la adversidad y juntos lograron un amor de ésos que son inolvidables. El matrimonio procreó dos hijos, Mariana y Julián.
El Profr. Julián como maestro fue un hombre sencillo, noble y muy respetuoso. Fue un profesor muy cercano a los estudiantes. Siempre apoyó y ayudó a sus alumnos para que fueran buenos hijos y buenos ciudadanos. “Nato” Lechuga y varios de sus compañeros lo sabían y lo comprobaron cuando el profesor Julián los llevó a participar a varios concursos nacionales y a conocer el mar de Veracruz.
Cerca de las 3:20 de la tarde, estaba por culminar el acto luctuoso. Se formaron tres guardias oficiales ante el féretro del maestro Julián. La inició el Presidente Municipal y miembros del H. Ayuntamiento, jefes de Oficina y los hijos del maestro y demás familiares.
Faltaba media hora para las 4 de la tarde. Hubo un lapso para ajustar el tiempo. La misa de cuerpo presente sería a las 4 de la tarde en el templo parroquial. Había que esperar. Sólo se tenían contempladas 3 guardias pero la gente comenzó a formarse para estar en una guardia. Así desfilaron varias guardias de trabajadores de la Presidencia, de asistentes al acto, de personas que de alguna manera estaba relacionadas con una ayuda recibida por parte del maestro Julián.
En el año 1995, el maestro Julián Montealegre se había jubilado de su profesión. Desde antes de esta fecha, él ya traía la inquietud de formar un gimnasio donde los jóvenes canalizaran todas sus energías en el ejercicio y que no cayeran en la trampa de las drogas. Había comenzado con la adquisición modesta de aparatos de ejercicios, luego hubo algunas donaciones que varias personas le regalaban. En su casa improvisó su gimnasio. Lo llamó “San Francisco”. Luego lo cambió a la colonia de Las Flores. Casi no cobraba. Interesaba hacer el gimnasio, importaba motivarse en el ejercicio. El maestro siempre fue motivante. Él había practicado el box antes de ser profesor, él había sido un maestro alumno que aprendía sobre la marcha. Siempre tuvo buenas relaciones con todo el mundo. Deportivamente apoyó y asesoró a la joven luismoyense, Ma. del Rosario Díaz de León, quien se ganó el derecho de prender la llama de los Juegos Olímpicos de 1968 y que no se logró porque los papás de la joven no la dejaron asistir a ese evento. El Profr. Julián apoyó a varios atletas fisicoculturistas como Juan Delgadillo Román, Trinidad Tavares, Bernardo de la Riva, Juan Carlos Román, Jovany Díaz y Martin Esquivel. Una de las grandes obras que gestionó fue la creación de la Escuela de Educación Especial.
Un día al gimnasio llegó una persona con una fractura en el brazo y le pidió al maestro Julián que lo ayudara. Sin conocer mucho sobre esta terapia, lo ayudó y lo rehabilitó. Así comenzó una larga, fructífera y brillante carrera de fisioterapeuta. Descubrió el don de curar y rehabilitar. Llegaron muchísimas personas de varios lugares para que las atendiera. Hizo una lista de enfermos y los atendía en sus propias casas. Los pacientes comenzaron a rehabilitarse y sanar. Hubo muchos casos que fueron desahuciados por los especialistas o profesionales de la salud y él, los curó y salvó. Lo asombroso fue que no cobraba. “Lo que usted me quiera dar”, decía. Hubo ocasiones que venían por él en una moto y lo llevaban a una comunidad para que atendiera a un enfermo. -¿Cuánto es?- ¡Nada! Se habla de varios cientos de casos atendidos. Se dice que atendía desde una simple torcedura, una rehabilitación de accidentados automovilísticos hasta un caso de Guillain-Barre. Nunca se sabrá cómo el Profr. Julián aprendió tanto para ayudar más y tampoco se sabrá por qué quería dar .
En el año 2016, falleció su esposa Mariana. Un golpe muy fuerte para rehabilitarlo. Él sabía curar a todas las personas pero era muy difícil curarse a él mismo. Se entregó de lleno al trabajo de la fisioterapia y al gimnasio. En marzo del 2024, se lastimó la cadera. Estoico ante el dolor no quiso ayuda médica. Días después, sus hijos lo internaron en un hospital particular de Zacatecas. Se le dio toda la atención médica requerida pero el cuerpo del maestro acusaba una gravedad irremediable. En la primera hora del día 12 de mayo del 2024 falleció. Las redes sociales informaron la noticia. El cuerpo del maestro fue regresado a su casa de Luis Moya y velado en su domicilio particular. Aquí llegó la imagen de la Virgen de Fátima como un gesto de acompañamiento al hombre que tanto… sirvió a la comunidad.
El féretro salió del Palacio de Gobierno y varios jóvenes, como un testimonio de agradecimiento, lo cargaron en hombros para llevarlo a misa al templo parroquial. En la homilía, el párroco J. Jesús Alvarado Pasillas destacó que el maestro era “un evangelio viviente”, que ayudó a quienes se lo pidieran y, guardando las distancias convenientes, el pensamiento franciscano tuvo su mejor representante en el Profr. Julián. Y es que el maestro tenía su lista de personas desamparadas, a ellas llevaba un alimento; a otras ayudaba pagar una caja mortuoria. Esos seres humanos humillados por la drogadicción, por la pobreza, por el abandono familiar recibían una ayuda material del maestro.
En las redes sociales, comentaron que el Profr. Julián merecía ser sepultado en la Rotonda Municipal. La Autoridad habló con su hija Mariana Montealegre Luévano quién contestó que su padre había dejado, por escrito, una última voluntad que era que lo sepultaran junto a su esposa. Los hombres grandes y humildes son congruentes con ellos mismos.
Al cortejo fúnebre se unieron varios miembros de la cabalgata, muchos motociclistas, bastantes personas acompañaron al maestro hasta el panteón. Un mariachi lo siguió cantando esas melodías propias de estos eventos. No podía faltar la canción “Perfume de Gardenias”.
A las 6 de la tarde, con un sol apuntado al ocaso, llegó el maestro Julián hasta la tumba donde estaba su esposa Marianita que lo estaba esperando. Mientras los trabajadores sellaban la tumba, el maestro Julián tomó de la mano a su amada y juntos comenzaron el romance que continuarán en el más allá.