POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Hay momentos en que llega el día de enviar estas líneas de la columna semanal y no tienes asunto de cierta relevancia que pueda ser de algún interés para los lectores de ese Diario, como que este invierno tan anodino no nos da temas más que los de comparar el tiempo y su estadística, porque ahora estamos casi a diario batiendo toda clase de récords de este ambiente cambiante y raro. Y si no díganme a estas fechas y a cuerpo… pero, sin embargo, estos días están siendo tan intensos que me abruman los temas que pueden tener algún interés para el lector.
Como los ciclos del calendario, irrefutables, tenemos las primeras celebraciones del año, unas tradiciones más o menos mantenidas o recuperadas después de unos ciclos de tiempo en que todo se dejó con desgana. San Antón, volvió y de nuevo murió, como fiesta popular ancestral vinculada a los animales, en la que recibían la bendición. Luego está la fiesta de “Las Candelas”, la Candelaria, esa virgen con la luz, la presentación de Jesús en el templo, que aquí en el barrio de la Plaza de la Villa se la venera en el precioso ábside mudéjar de Santa María, misa y procesión por la plaza, y una invitación… ya no se prende la hoguera-luminaria tradicional, y es que en el barrio no quedan chavales para acarrear palos y maderas que quemar. La antigua tradición de presentarla los niños se perdió y desde su recuperación, ya hace años, se hace ante la Virgen de las Angustias.
Pero también están “Las Águedas”, otra fiesta venida a menos que ha resurgido con fuerza y animada por asociaciones de mujeres, que reciben el bastón de mando del alcalde y se pasean con los preciosos trajes regionales y música de dulzaina, “rosneques” y jotas… es el símbolo y día en que mandan las mujeres, aunque yo creo que siempre han sido ellas las ordenadoras de los ambientes familiares, y para bien. Esta fiesta nos permite escuchar al magnífico grupo de dulzainas “Armuninme”.
Pero todos estos festejos son como el preludio o apertura de la fiesta grande, porque todo durante estos días está envuelto en el ambiente mariano de nuestra Patrona. Y es que, por ahora, en estas fechas, todo en Arévalo gira en torno a “Las Angustias”, la fiesta mariana por excelencia que es sentida por todo un pueblo devoto, arevalenses y comarcanos, un arciprestazgo unido en sentimientos y devociones en torno a la Patrona.
Y es que, esta varias veces centenaria cofradía y devoción popular, está en franca evolución y transformación, una antigua archicofradía que hoy está abierta a todos los devotos creyentes que honramos a la madre espiritual, hemos crecido y la rezamos, la pedimos cosas desde nuestro interior, la festejamos, la paseamos por las calles de nuestra ciudad, la visitamos… y una preparación, la novena que congrega en el abarrotado templo parroquial de Santo Domingo de Silos a un pueblo que la reza y la canta, ese himno popular de la coronación, preciosa composición con una letra emotiva y sentida, especialmente cuando se canta a voz en grupo por su pueblo que la venera.
Son muchos los aspectos que rodean esta celebración, día a día, aspectos variados que representan a diversos grupos de los miembros de la parroquia, los mayores, los enfermos, los consagrados, los niños, los jóvenes, la comarca toda, los alejados… unas sensibilidades que conforman una unidad parroquial y arciprestal que rezamos a Nuestra Señora con la confianza de rezar a la Madre de Dios como nuestra intercesora. Muchos rituales que conforman las diversas inquietudes… y ahí, enseguida, está ya la fiesta. El día grande de Arévalo.
Fíjense, amigos lectores, siempre Las Angustias es una llamada para retornar, aún más cuando la fecha cae en fin de semana, como el año pasado, sábado y buen tiempo, que elevó la fiesta a sus más altas cifras de participación. Este año, que es domingo, no será menos… en la próxima columna se lo cuento, pero todo indica que será “de 10”…