POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Ayer, ¿recuerdan?, les hablé brevemente de aquel coadjutor-organista de la parroquia colunguesa de San Cristóbal el Real, don Francisco Suárez Bustillo, autor de varios villancicos para ser cantados en las misas navideñas de nuestra Iglesia.
Don Francisco vivió su vida sacerdotal con ejemplo de bondad y, sobre todo, de HUMILDAD; virtud que ensalzaba en todas sus intervenciones pastorales.
He aquí la letra de uno de sus villancicos:
«En un pesebre de pajas está
la norma que ha de alcanzar la Humanidad;
la norma donde se encuentra la paz,
la norma que es la virtud de la HUMILDAD.
Humilde y pobre aquel Niño
nos enseñó a vivir la Verdad.
Sin ella todo es mentira,
todo desorden e iniquidad.
Sin ella todo es mentira, el orden se derrumba
y con él el individuo y la sociedad.
Así aprenderás a amar la VERDAD.
Así aprenderás a amar la HUMILDAD»
Un villancico escrito hace casi 100 años y que hoy, vista nuestra sociedad actual, tiene más vigencia que entonces.
Y como hablamos de humildad, comentaremos un plato sabroso, sencillo y hasta humilde para nuestras fiestas navideñas.
Siempre se dijo que les «fayueles, frisuelos, frixuelos, cereisolos, freisolos…», eran un plato asturiano por excelencia muy relacionado con las «filloas» gallegas y con las «crêpes» (creps o crepas) bretonas.
Según tengo entendido, el «origen original» de esta fritura es bretón-francés y muy tradicional en Francia para festejar las fiestas de la Candelaria.
Bueno, pues sea cual fuere la patria de la invención, vamos a preparar este invento «rico, fácil y barato».
En una sartén hacemos un pisto al modo acostumbrado con cebolla, pimiento verde y rojo, ajo y tomate. Ya en su punto le añadimos unos langostinos (colas) picados y unas «gulas». Rehogamos brevemente el conjunto, que ha de resultar espeso.
Aparte freímos «unes fayueles», elaboradas al modo acostumbrado con harina de trigo, leche, huevos y un punto de sal.
Rellenamos cada fayuela con un poco del pisto «amariscado» y enrollamos a modo de paquete. Dispuestos los rellenos en una fuente de horno, se cubren con bechamel y gratinan en horno hasta tomar un apetitoso color dorado.
¡Oigan!
Y si quieren dar un toque de «sobreasturianía» al plato, compleméntelo con rodajas finas de manzana reineta rebozadas en harina y huevo y fritas en aceite de oliva.
Y «pa con ello», unos vasinos de sidra dulce.