EN LOS ÚLTIMOS SIGLOS MÁS DE 500 CASERÍOS HAN DESAPARECIDO EN GUADALAJARA, SEGÚN CONFIRMA EL CRONISTA PROVINCIAL, ANTONIO HERRERA CASADO
En comunicación política existen ciertos asuntos que –según afirman algunos– siempre generan réditos positivos. Esta convicción se encuentra muy extendida en los partidos políticos. Entre dichos asuntos se hallaría el tema de la «España Vaciada». Se trata de una cuestión recurrente en los discursos de nuestros representantes, aunque luego sus acciones sean escasas en este sentido. Al fin y al cabo, los votos en las zonas rurales no son numerosos…
Precisamente, hay amplias zonas del país en las que la densidad demográfica es muy reducida. Un ejemplo es Guadalajara. Más concretamente, las comarcas de la Serranía y de Molina, así como amplias zonas de La Alcarria. Es decir, todo lo que no se incluye dentro del Corredor del Henares, donde se suceden las localidades más habitadas de la provincia.
Sin embargo, este proceso no es exclusivo del presente más inmediato. El abandono de los pueblos tiene demasiada historia a sus espaldas. En los últimos siglos más de 500 caseríos han desaparecido en Guadalajara, según confirma el cronista provincial, Antonio Herrera Casado. De los mismos ya solo se conservan unas pocas ruinas. O, simplemente, el olvido. De hecho, en muchos casos nadie se acuerda de ellos, salvo breves referencias en cronicones y registros…
Por eso, desde Henares al Día, aprovechando la publicación del libro Despoblados de la provincia de Guadalajara, hemos querido hacer una serie de reportajes en torno a esta temática. En los mismos se mencionarán aquellas localidades que, aunque desparecidas, tuvieron una vida destacable…
El origen de todo
Según las fuentes históricas, pudieron existir razones diversas para explicar el abandono de los pueblos. Por tanto, “en la mayoría de los casos es muy difícil conocer la causa exacta de la despoblación, tal vez porque no sea una única, sino un conjunto de las mismas”, explican los especialistas en la materia.
“Estos núcleos de población pudieron desaparecer por diferentes justificaciones: las guerras asolaron los edificios, no volviendo a restaurarse; las epidemias mermaron la totalidad o gran parte de la población; la insalubridad del emplazamiento obligó a sus moradores a emigrar a poblados cercanos; etc.”, indican los autores de Despoblados de la provincia de Guadalajara.
Además, se deben tener en cuenta las inclemencias climáticas, que acabaron afectando al sustento de los agricultores de una determinada zona. También se han de mencionar las subidas de rentas de la tierra, debido al incremento de los precios agrícolas. “A veces, los vecinos eran obligados por su dueño a pagar tasas cada vez más altas. Ello alzaba revueltas y rencores”, subrayan los especialistas.
Sin olvidar que determinadas decisiones políticas, como la expulsión de los moriscos en 1609 por parte de los reyes castellanos, afectaron muy negativamente a estos emplazamientos. Entre las ocupaciones de este grupo social se encontraba la agricultura, por lo que muchos de ellos habitaban en el campo. Por tanto, tras su deportación, el medio rural se vio muy perjudicado…
En cualquier caso, los despoblados fueron más habituales en las llanuras que en las montañas. En las zonas de sierra, “había más precipitaciones, el clima era menos árido y abundaban las fuentes y los manantiales”, explican los expertos.
En cambio, los páramos y llanuras, que eran donde se solía cultivar el cereal, eran más secos. “Las épocas de crisis del trigo, ocurridas a mediados del siglo XVII, hicieron que muchos pueblos, que poseían como fuente de riqueza esta siembra, se vieran obligados a buscar otros asentamientos y otras formas de vida”, explican José Antonio Ranz Yubero, María Jesús Remartínez Maestro y el tristemente fallecido José Ramón López de los Mozos, autores de Despoblados de la provincia de Guadalajara.
En este sentido, por tanto, también se deben tener en cuenta los motivos meteorológicos a la hora de explicar los abandonos de localidades. Sequías prolongadas o precipitaciones intensas generaban la pérdida de cosechas y, en consecuencia, hambrunas. Pero también podían desembocar en la propagación de enfermedades…
“Los periodos de lluvias torrenciales solían ir seguidos de la aparición de tercianas pertinaces por las exhalaciones de charcas de aguas cenagosas y corrompidas por los calores del verano. Estas epidemias llegaban a ser tan graves que impedían a los labradores llevar a cabo las faenas agrícolas, de modo que las cosechas se perdían por imposibilidad de recogerlas”, aseguraba el especialista Nicolás Cabrillana.
De esta forma, los motivos agrícolas, climáticos y económicos tuvieron un peso muy importante en la despoblación rural a lo largo de la historia. “El sistema de barbecho o rotación bienal, impuesto por el clima y por la obligación de mantener un rebaño concejil, fue ineficaz en muchos lugares de Guadalajara, ya que era preciso cultivar grandes extensiones de terreno para alimentar a un reducido grupo de gentes. Y es que la sequía y la pobreza de las herramientas utilizadas hacían penosa e inoperante la labranza de la tierra”, confirman los expertos. Y esto, al final, acabó afectando a la supervivencia de muchos municipios…
Otras justificaciones
Así pues, la problemática de la estructuración del territorio –y, por tanto, de la aparición de despoblados– siempre ha sido muy compleja. No hay una explicación única que permita su comprensión. En consecuencia, también se ha de mencionar la preponderancia urbana sobre su entorno más próximo. De hecho, en ocasiones, las ciudades podían generar una influencia demográfica negativa sobre los pequeños asentamientos de sus alrededores.
Los reyes otorgaban a estas localidades más grandes diversas ventajas, como la concesión de fueros o la celebración de ferias. Así se iba generando una gran primacía de los grandes burgos sobre su entorno. Por tanto, “se produjo una desigualdad entre el «pueblo» compuesto por pocas casas, organizadas en torno a una iglesia, y la «ciudad», con fortificaciones, alto clero, comercio activo, barrios artesanales…”, explican los historiadores.
Al mismo tiempo, dicha situación propiciaba una gran dependencia del medio rural, que sufría los mismos vaivenes del urbano. Así, “el hundimiento de la ciudad conllevaba la ruina del campo, pues la primera medida que se observaba [ante crisis como ésta] era la bajada de los precios agrícolas [debido a una menor demanda de producto]”, indican los autores de Despoblados de la provincia de Guadalajara.
Sin embargo, al hablar del origen de los despoblados, no se deben pasar por alto otros factores, como las contiendas bélicas. Muchas localidades se vieron afectadas por batallas, que les generaron importantes daños. Una realidad que acabó desembocando en el abandono del pueblo. Hay varios ejemplos en Guadalajara de esta situación. Muchos de ellos, en el Señorío de Molina, donde diversos pueblos tuvieron que abandonarse debido a las escaramuzas militares que Aragón y Castilla desarrollaron en aquella comarca….
Cuando llegan las leyendas…
Empero, la tradición oral también es muy prolífica a la hora de intentar explicar los posibles abandonos de localidades. En algunos casos se echa mano de la teoría del envenenamiento masivo. Se llegó a señalar que algunas localidades quedaron abandonadas porque “los vecinos habían comido en una boda productos guisados con agua envenenada al caer en ella salamanquesas u otros bichos ponzoñosos, quedando siempre viva una única persona anciana –generalmente una mujer con fama de bruja–, a la que no se había invitado al evento”, se explica en Despoblados de la provincia de Guadalajara.
En otras ocasiones, se hablaba de plagas de insectos. Los más habituales, las hormigas. “En terrenos cálidos, en las proximidades de los ríos, se creía que las termitas se «comían a los niños» o que destruían los muros de las casas”, describen los expertos. Entre las localidades desaparecidas que, según la leyenda, se vieron afectadas por esta situación se encontraron Benalaque, La Golosa, Miralcampo o Val de Hita.
No obstante, y como señalan los especialistas, la mayor parte de estos municipios desaparecieron por motivos económicos y políticos, relacionados –sobre todo– con la realidad agrícola, ganadera o fiscal del momento, así como con la excesiva dependencia de las grandes ciudades. Unas circunstancias que provocaron que la vida fuera más difícil en esos lugares concretos, por lo que sus habitantes acabaron migrando a otros emplazamientos.
En cualquier caso, a día de hoy la aparición de despoblados sigue muy vigente. Entre las causas actuales se encuentran el éxodo rural o la construcción de embalses. Entre estos últimos, podemos encontrar el caso de Alcorlo, sumergido bajo las aguas del pantano homónimo en 1978. Pero no ha sido el único. Otros ejemplos han sido El Atance, El Vado, La Isabela o Santa María de Poyos…
A pesar de ello, el problema de la despoblación es un asunto que viene de lejos. Y que, en muchas zonas, se encuentra enquistado. Por tanto, si se quiere atajar este asunto, se han de implementar medidas valientes, que acaben con esta sangría que sufre el campo español. Los poderes públicos y privados han de asegurar una forma de vida más allá de las ciudades, asociada a unos servicios, empleos y comunicaciones de calidad. Porque, al fin y al cabo, sin medio rural, no hay futuro. Ya lo dijo el filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson:
“La ciudad es reclutada en el campo.”
Los periodos de la despoblación
Sin embargo, la aparición de los despoblados no ha sido uniforme a lo largo de la historia. Se han sucedido diferentes etapas en este proceso. La primera de ellas tuvo lugar entre finales del siglo XI y mediados del XIV. “Los afectados fueron lugares repoblados con unos diez vecinos que no pudieron soportar las crisis, epidemias, sequías… La aparición de la «peste negra» entre 1348 y 1350 hizo desaparecer numerosos lugares”, aseguran los autores de Despoblados de la provincia de Guadalajara.
Un segundo periodo abarcó entre 1570 y 1700, ante “las crisis agrarias y ganaderas debidas a la política de los Reyes Católicos y de los Austrias, aumentadas por la irregular climatología y diversas epidemias”, narran los mencionados autores.
Y, en la actualidad, a causa del éxodo poblacional que está sufriendo el medio rural, el campo arriacense observa una recesión demográfica muy importante. Una realidad que se agravó con las violentas políticas de infraestructuras hidráulicas y reforestaciones implementadas durante el franquismo….
Esta situación ha provocado que las ciudades engorden enormemente. “La tendencia urbanita nos está llevando a un despoblamiento del entorno rural. Se trata de una realidad universal, de la que Guadalajara no es ajena. Si en la Edad Media nuestra tierra estaba ocupada por un millar de pequeñas poblaciones, ahora no llegamos a las 400 habitadas. Las demás son ya despoblados…”, asegura el cronista provincial, Antonio Herrera Casado.
Y como ejemplo, el caso de Villaescusa de Palositos. Una localidad que se quedó sin padrón en el siglo XX. Sin embargo, su memoria aún permanece activa. Se trataba de “un pueblo vivo, animado y feliz hace 50 años, que tras no contar con vecinos, fue adquirido por entero por un particular, quien –con la ayuda de máquinas– arrasó toda huella de vida, dejando solamente la iglesia parroquial (de notable estilo artístico), que –a su vez– está abandonada por sus dueños (la Iglesia Católica)”, denuncia Herrera Casado.
Además, “y contando con el permiso de la autoridad civil (la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha), [el actual dueño de Villaescusa de Palositos] ha puesto una puerta con candado en el camino público que accede a lo que fue la población”, concluye Herrera Casado. De hecho, y para denunciar esta situación, los hijos de la población convocan una marcha anual, con el fin de dar a conocer el problema que atraviesa su antiguo pueblo…
Bibliografía.
CABRILLANA, Nicolás. “Los despoblados en Castilla–La Vieja I”, Hispania, XXXI, 119 (1971), pp.: 485-550.
HERRERA CASADO, Antonio. “Ya van medio millar de despoblados”. Guadalajara: AACHE, 2019.
RANZ YUBERO, José Antonio; LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón; REMARTÍNEZ MAESTRO, María Jesús. Despoblados de la provincia de Guadalajara. Guadalajara: AACHE Ediciones, 2019.
Fuente: http://henaresaldia.com/ – Julio Martínez