POR ANTONIO RAMIRO CHICO, CRONISTA OFICIAL DE LA PUEBLA Y VILLA DE GUADALUPE
1.- Guadalupe, paraíso de la reina Isabel
El hecho milagroso de Guadalupe fue el eslabón que necesitaba el reino de Castilla para sentar y fijar las fronteras del oeste, sobre el que Alfonso XI desplegó su protección. Guadalupe de esta forma se convirtió en foco de peregrinación nacional y empresa de servicios benéficos-asistenciales, a la que los Reyes Católicos protegieron
como su “Paraíso”, fraguándose entre sus muros la unidad de España y los pilares de la Hispanidad.
Conocedor, Alfonso XI, de los prodigios que obraba la Madre de Dios en este lugar de las Villuercas, no dudó encomendarse a Ella cuando partió a la Batalla del Salado, de la que salió victorioso, viniendo a dar gracias a Nuestra Señora de Guadalupe por obtener su singular protección, ofreciéndola varios trofeos. Al mismo tiempo, mandó ensanchar y ennoblecer con honrados beneficios su pequeña iglesia, convirtiéndola en el primer Santuario Nacional del Reino de Castilla (1340). Otorgó también la Carta-Puebla de sus términos y suprimió la dependencia directa e inmediata de la autoridad real a favor de la autoridad eclesiástica y civil del priorato secular.
En 1368, dicho señorío temporal amplió su status con jurisdicción de mero y mixto imperio, otorgado por Enrique II y confirmado posteriormente por Juan I de Castilla, quien convertiría el Real Santuario en monasterio de la españolísima Orden de San Jerónimo (1389), con el fin de garantizar una administración más cuidadosa, una vida religiosa más estricta, una atención más adecuada a los problemas municipales y una dedicación preferente a las tareas espirituales y asistenciales, consiguiendo establecer una gran empresa innovadora y de servicios benéfico-asistenciales.
Juan II de Castilla, padre de Enrique IV y de los infantes Alfonso e Isabel La Católica otorgó al monasterio varias cartas de privilegios y le confirmó todos los que ya disfrutaba, como las codiciadas Escribanías de Trujillo y las Tercias de Logrosán, Berzocana y Valdepalacios. En agradecimiento, el prior fray Juan de Zamora deshizo el primer trono jerónimo de la Virgen, entregándole la plata al monarca para las necesidades de la Corona.
La estrecha relación entre el rey Juan II y el Monasterio de Guadalupe quedó de manifiesto al nombrar a su prior fray Gonzalo de Illescas, obispo de Córdoba y tutor de sus hijos: Enrique IV, Alfonso e Isabel, éstos últimos de su segundo matrimonio. Su hija Isabel, después La Católica, encontró en la Orden Jerónima y en el Monasterio de Guadalupe su principal apoyo, hasta tal punto que cuando llega a él, manifiesta sentirse en su “Paraíso”, asistiendo a todas las Horas canónicas en su particular oratorio, construido sobre el coro. Con sólo 13 años, peregrinó por primera vez Isabel al Santuario (1464), cuyo impacto debió de marcarle, especialmente el encuentro con
Santa María de Guadalupe, a la que desde aquel momento profesó una gran devoción y confió cada uno de sus negocios y empresas.
Serenada Extremadura de las luchas internas y después que se ciñó la corona de Castilla (1474), la reina Isabel ardía en deseos de visitar de nuevo el Santuario, embajada que llevó a cabo tras la decisiva victoria de Toro (1476), con el fin de celebrar las honras fúnebres de su hermano Enrique IV, a pesar de que el cardenal Mendoza la puso en conocimiento de los peligros que dicho viaje conllevaba. Ella contestó:
“Que eran ciertos los peligros y que había de sufrir disgustos, pero que su destino estaba en manos de Dios, en quien confiaba que conduciría a feliz término sus designios”.
La llegada de la Reina a Guadalupe debió tener lugar en los últimos días de abril de 1477 y como prueba de los beneficios recibidos dio principio a su tarea confirmando mediante privilegio, firmado por ambos monarcas, todas las mercedes otorgadas al monasterio por sus predecesores el 2 de mayo de 1477. Guadalupe a partir de este momento se convertirá en el verdadero Santuario Nacional de España y buena prueba de ello fueron los acontecimientos que se sucedieron y que a continuación, me permito relacionar.
En 1486, en el Monasterio tuvo lugar la firma de la famosa Sentencia Arbitral de Guadalupe, por la que Fernando el Católico puso fin a una serie de conflictos entre los propietarios de la tierra y los payeses de remensa, campesinos sometidos a la dependencia señorial y adscritos hereditariamente a las parcelas cedidas por los señores para su cultivo, eliminando así los seis principales malos usos: Remensa, intestia, exorquia, cugucia, arsia o arsina, firma de espoli.
También en este año de 1486, Cristóbal Colón llegó al Santuario de Guadalupe, buscando a los Reyes Católicos, con el fin de obtener el apoyo necesario para llevar a cabo su proyecto de abreviar la ruta a la India y reinos de Cipango y Catay navegando hacia poniente.
En el inolvidable año 1492, se logró la tan deseada unidad de España con la toma de Granada, cuya noticia le fue dada al prior de Guadalupe por carta firmada por la propia Reina el 2 de enero, para que diera gracias a Dios y a su santa Madre:
La reyna. Devoto Prior [Fray Nuño de Arévalo], ya sabeys como vos fise muchas veces saber la entrada del rey mi sennor a conquistar el Reino de Granada, porque rogasedes de Nuestro Señor le diesevictoria de aquellos fenemigos de nuestra santa fe católica, e agora vos fago saber cómo ya bendito nuestro Señor le plugo dar a el rey mi sennor esta victoria, que oy dos días deste mes de enero se nos entregró la ciudad de Granada con todas sus fuerças e de sus terras, la cual vos escribo solamente para que fagais gracias a nuestro sennor que tobo por bien de vos oyr, e dar en esto el fin deseado. De la cibdad de Granada, oy dos días de enero de XCII annos. Yo la Reina. Por mandato de la Reyna. Fernand Alvares.
Tras la conquista, los reyes, Isabel y Fernando peregrinaron hasta Guadalupe para encontrarse con sus hijos que habían dejado al cargo de la Comunidad Jerónima, tal como recoge la crónica de fray Diego de Écija:
“Y para cuando sus Altezas hubiesen de venir de la guerra de Granada, tenía este prior (fray Nuño de Arévalo) hechos los aposentos reales y los de la Granja de Mirabel donde sus Altezas descansaron y se recrearon y se fueron muy contentos, dadas muchas gracias a Nuestro Señor y a su santa Madre, en este su santo templo, por las muchas mercedes que les habían hecho en les haber dado victoria contra los moros”.
El monasterio socorrió a los Reyes Católicos en la campaña granadina con 300 marcos de plata, 160.000 maravedises, 40 ducados, 1.000 castellanos, ornamentos y vinajeras de oro para el culto cristiano.
Guadalupe se convierte también, gracias a los Reyes Católicos, en la brújula que marcará la empresa descubridora del Nuevo Mundo, como lo avalan las dos sobrecartas firmadas por Isabel y Fernando, el día 20 de junio de 1492 en la sala capitular del Real Monasterio, dirigidas a Juan de Peñalosa, su “contino” en Palos y Moguer, urgiendo la entrega de dos carabelas para iniciar el viaje hacia las Indias o la protección y amparo de Santa María de Guadalupe en las islas Azores, en la que Cristóbal Colón y toda su tripulación estuvieron a punto de perecer. Encomendándose a Ella, les libró de muerte segura, por lo que vino el almirante como romero a su Santuario a darle gracias.
Fernando también tuvo ocasión de agradecer a la Señora de Extremadura y Reina de las Españas su constante protección cuando el 7 de diciembre de 1492, sufrió un intento de asesinato en Barcelona en la plaza del Rey por iniciativa de un campesino catalán, Joan Canyamars. Después de salir con vida del atentado concedió al monasterio notables privilegios y ofrendó a la Virgen ricas lámparas, un crucifijo de cinco kilos, labrado con el primer oro de las Indias; una rica capa de brocado carmesí y dos coronas de oro, la una para la Virgen y la otra para el Niño con muchas piedras preciosas; una valiosa casulla morada y un manto verde que sirvió para hacer el terno del “Tanto Monta”.
CONTINUARÁ…
FUENTE: EL CRONISTA