GUADALUPE RECLAMA EL TESTAMENTO DE LA REINA ISABEL LA CATÓLICA EN EL 550 ANIVERSARIO DE SU PROCLAMACIÓN (II)
Jun 21 2024

POR ANTONIO RAMIRO CHICO, CRONISTA OFICIAL DE LA PUEBLA Y VILLA DE GUADALUPE

De esta forma, Guadalupe se convirtió en oasis de paz y paño de lágrimas para la empresa de los Reyes Católicos, en el que se fraguó la unidad de España y se pusieron los pilares de la Hispanidad.

2.-Visitas de Isabel y Fernando

Realmente donde se aprecia la relación que se creó entre los Reyes Católicos y el Monasterio de Guadalupe es en su rico e interesante epistolario, fondo histórico de 145 documentos, en su mayoría auténticos y originales, con la firma de los reyes y el sello, magníficamente conservados en el legajo 4 del Archivo y en sus continuas visitas, más de veinte veces peregrinaron hasta este su “paraíso”, como gustaba llamar a este Santuario de la Madre de Dios, la reina Isabel, registro por otra parte, todavía no superado por ningún otro monarca español.

Como hemos visto, la vinculación de Isabel con el Monasterio de Guadalupe se inicia en los primeros años de su infancia, teniendo su origen en el testamento de su padre, Juan II de Castilla, en el que encomendaba la educación de los infantes nacidos de su segundo matrimonio al Obispo de Cuenca, Lope Barrientos y al prior del Monasterio, Gonzalo de Illescas, su confesor.

La influencia que ejerció éste y sus sucesores, fray Diego de París, fray Nuño de Arévalo y fray Juan de la Puebla, sobre la futura reina, será determinante en sus relaciones con la Orden Jerónima y de forma especial, con la Santa Casa de Guadalupe, lugar de reposo y meditación preferidos y, por tanto, asociado a los importantes acontecimientos de su reinado, como podremos ver en una breve síntesis de sus visitas:

Año de 1464: Siguiendo las indicaciones testamentarias de su padre Juan II de Castilla, Enrique IV, acompañado de su segunda esposa, Juana de Portugal, llevó a su hermana Isabel a la edad de 13 años a Guadalupe con la intención de casarla con su tío el rey Alfonso V de Portugal. Isabel respondió: “no tan ayna, no tan ayna” (no tan pronto, no tan pronto); manifestando a su hermano su enérgica y firme su inviolable postura para oponerse: “Según las leyes de estos reinos, non lo podré hacer sin el consejo de los Grandes”.

Año de 1477: Peregrina a Guadalupe, por primera vez, como Reina de Castilla, tras la decisiva victoria de Toro contra Portugal (1476), acompañada por el cardenal Mendoza. Durante estos días de finales de abril y primeros días de mayo, organizó las honras fúnebres de su hermano Enrique IV, quien reposa junto a su madre María de Aragón en el presbiterio de Guadalupe, al mismo tiempo que trató del sometimiento de Extremadura a la corona, escuchando los sabios consejos de fray Juan de la Puebla, monje jerónimo de Guadalupe e hijo de los condes de Belalcázar.

A finales de agosto y principio de septiembre, tanto Isabel y Fernando vuelven a Guadalupe, en esta ocasión por separado para hacer votos y devociones con motivo de las fiestas de Santa María, camino de Sevilla. El rey venía acompañado por el duque de Alba y el conde de Benavente.

Año de 1479: A finales de febrero, llegaron Fernando e Isabel al Santuario, procedentes de Córdoba para entrevistarse con el embajador de Francia. El día 1 de marzo partía Fernando hacia Trujillo, donde recibió la triste noticia de la muerte de su padre, Juan II de Aragón, por lo que viajó a Aragón, mientras la Reina, acompañada del cardenal Mendoza, se dirigía a Alcántara para sentar las paces con el reino de Portugal.

Año de 1481: Procedentes de Córdoba, los Reyes católicos llegaron a Guadalupe para pasar las navidades, permaneciendo en la casa hasta el día 20 de enero fecha en la que partieron hacia Trujillo. Durante su estancia en el monasterio se reconcilió con ellos el Arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo y atrajeron a su causa, gracias a las buenas artes de fray Juan de la Puebla, a María Pacheco, hermana del marqués de Villena y al clavero de Alcántara, Alonso de Monroy.

Año de 1483: En septiembre, Fernando El Católico peregrina hasta el Santuario de Guadalupe desde Córdoba para tener novenas, en agradecimiento a Nuestra Señora por los favores recibidos, después de ganada Zahara y su segunda entrada en la Vega de Granada. De Guadalupe fue a Bienquerencia y Azuaga, entrando en Sevilla el 13 de septiembre con gran recibimiento y aparato de fiesta.

Año de 1486: Procedentes de Medina y camino de Córdoba, los reyes aprovecharon su paso por Guadalupe para asistir al triduo sacro de Semana Santa durante los días 20 al 23 de abril. Esta visita quedó marcada por dos hechos fundamentales en la historia de España, el encuentro de Cristóbal Colón y los Reyes en Guadalupe, de los que obtiene el plácet para poner en marcha la empresa descubridora y la firma de la Sentencia Arbitral de Guadalupe que supuso la libertad para los payeses catalanes.

   Año de 1492: Concluida la conquista de Granada, el 2 de enero de 1492, y después de organizar las cosas de Andalucía, los Reyes Católicos buscaron la paz de Guadalupe y acompañados de sus hijos dieron gracias a Dios y a su Santa Madre por la victoria conseguida, llegando el día 10 de junio hasta final de mes. Con tal motivo los monjes jerónimos levantaron en el poniente del Monasterio la Hospedería Real, obra del famoso arquitecto Juan Guas, inaugurada por los Reyes Católicos durante esta estancia. 

El día 20 de junio firman también los Reyes Católicos las dos sobrecartas dirigidas a Juan de Peñalosa urgiéndole la entrega de las dos carabelas a Cristóbal Colón, con lo que da inicio la gesta descubridora.

Año de 1502: Por el camino del sur, subieron Isabel y Fernando desde Andalucía hasta

 Guadalupe, camino de Toledo, donde iban a celebrar cortes. Esta fue la última vez que la Reina peregrinaría a Guadalupe, aunque su paraíso como ella le gustaba llamar, permaneció en su corazón hasta su último aliento, como dejó constatado en su testamento, que mandó se guardara en el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe.

Año de 1511: La muerte de la Reina Isabel (1504) rompió todo equilibrio de fuerzas entre nobles, eclesiásticos y ciudades, desencadenando fuertes turbulencias, haciendo peligrar las bases del estado moderno que los Reyes Católicos habían construido con tanta diplomacia y tesón, por lo que no es de extrañar que Fernando volviera en enero y julio de este año buscando una vez más el apoyo del monasterio (Conquista de Orán y Santa Liga contra Francia), aunque la presencia de su actual esposa, la joven Germana de Foix debía perturbar a la Comunidad, que tenían todavía tan reciente la presencia de la Reina Católica.

Año de 1516:  El destino marcó a Fernando el Católico su último peregrinaje por el Reino de Castilla y ése no podía ser otro más que el Santuario de Guadalupe, donde se dirigía para presidir capítulo de las órdenes militares de Calatrava y Alcántara, falleciendo en la casa de Santa María de Guadalupe, granja que tenía el monasterio en Madrigalejo (Cáceres).

 

  1. La última voluntad de la Reina

Como mujer de profunda fe, tenía asumido que la vida es de Dios, y que la hermana muerte como así la sentía san Francisco, es el rasero que a todos iguala. Como reina la perturbaba su cercana muerte por la incertidumbre y los densos nubarrones que se cernían en la sucesión del reino, ya que éste quedaba en manos de su hija Juana, incapacitada para el gobierno y de su yerno, Felipe El Hermoso que no sentía el menor aprecio por los asuntos de Castilla y de León y de Aragón, de ahí que nombre a su esposo, Fernando, regente.

En esta diatriba, la reina, esposa y madre, a pesar de su prolongado sufrimiento, mantiene la lucidez de todo buen gobernante y con tranquila conciencia y objetividad reposada otorgó su testamento cerrado, en el que repasará los hechos trascendentes de su gobierno, el orden de los negocios, la justicia en todos los actos, el bienestar de los súbditos, el engrandecimiento del pueblo, los irresistibles brotes de sincera piedad, el amor respetuoso a su esposo, la tierna responsabilidad de educadora de sus hijos, la gratitud a sus leales servidores, la prudencia en su proceder, la humildad, la modestia, la sinceridad, el tesón, la paciencia y una visión estadista de la que hizo gala a lo largo de su existencia.

En su cláusula 46 la Reina Católica ordena los lugares de custodia, tanto del testamento original como de los dos traslados autorizados que se habían de hacer, con el fin de facilitar la consulta de los mismos. El testamento original manda fuera depositado para su custodia en el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, “para que, cada e quando fuere menester verlo originalmente, lo puedan allí fallar…” y los traslados fueran depositados igualmente en la Catedral de Toledo y en el Monasterio de San Francisco de Granada.

Además de su afecto personal por este santuario, paraíso y recreo espiritual, era un lugar seguro y adecuado para su custodia, con muy buena fábrica y bien defendido, con una de las mejores librerías del reino y un archivo perfectamente custodiado y ordenado, con más de 140 monjes piadosos y muy ilustrados destacando en todas las ciencias del saber. 

Muerta la Reina Isabel, el 26 de noviembre de 1504, en Medina del Campo, el testamento siguió los pasos inciertos del reino, en el que intervendrán distintos actores, el propio Rey Fernando El Católico, el Cardenal Cisneros y el propio secretario de la Reina, Gaspar de Gricio, como veremos a continuación.

En 1506 cuando el Rey Católico fue avisado del regreso a España de su hija Juana, Reina de Castilla, llevó en el equipaje, además de todo su sequito de nobles, prelados y secretario, el testamento y codicilo originales de la Reina.

Desde de la Coruña, Fernando el Católico, cansado de esperar para ver a su hija, marchó por la Bañeza leonesa a la comarca de Sanabria donde llegó el día 20 de junio de 1506 a la aldea y monasterio de Santa Marta de la Riba de Tera. Allí esperó a su hija y yerno ordenando se hiciera lectura del testamento de la Reina Isabel  y se hicieran los dos traslados autorizados que la Reina había dispuesto, entre otras cosas para mostrárselos a ellos y cumplir al mismo tiempo con el Monasterio de Santa Isabel de la Alhambra de Granada y con la Iglesia Mayor de Toledo, con “el fin de que allí los puedan ver todos los que del se entendieran aprovechar”.

Así lo testifican, tanto el alcalde de Santa Marta, Alonso Corrisco, el comendador mosén, Juan Cabrero, el secretario Gricio y otros tres testigos del rey de Aragón: Luis Ladrón, Juan de Otalora y Juan de Villoria. Es decir, al día siguiente de haberse celebrado la entrevista en la arquería del Remexal.

En 1509, el 22 de junio, Fernando El Católico dispone hacer un archivo en la villa de Valladolid en la casa de la Audiencia de la Cancillería y designa al bachiller Salmerón para que recoja los papeles dispersos tocantes a la corona. Dicho deseo no debió de materializarse, al menos en su integridad, ya que, posteriormente, en 1516 el Cardenal Cisneros, regente por disposición testamentaria de Isabel, escribe a Diego López de Ayala para que intente recuperar los documentos dispersos.

En 1510, el Rey Católico en ejercicio de su plena regencia, después de muerto, Felipe El Hermoso y Gaspar de Gricio, secretario particular de la Reina, debió sentir escrúpulos por no haber cumplido la última voluntad de la Reina, quizás motivado por la visita al Monasterio de Guadalupe, en enero de 1511. Por tal motivo, manda buscar en la Cámara Real el testamento de la Reina Isabel y solo localizan la copia autorizada en Santa Marta.

Así en la carta que manda escribir el rey a la Comunidad Jerónima y a su prior, el 5 de enero de 1511 les comunica que el original del testamento “de presente no se ha podido haber”, por lo que recurre al subterfugio, con su autoridad absoluta, a declarar la copia autorizada como el propio testamento original y manda a su secretario que de ella saquen dos o más copias.  No sabemos cuántos ejemplares mandó sacar Andrés de Ondarza, escribano y secretario de la Reina. Simancas recibió una copia de éstas, según recoge su catálogo V, número 2.961.

Seguramente que, en su visita al monasterio en enero 1511, el rey traslada a la Comunidad jerónima las vicisitudes que rodean al testamento, comprometiéndose a enviar dichos documentos tal como se recogen en sendas cartas escritas por Juan López de Vidaurreta, al prior y comunidad del monasterio, fechadas el 26 junio de 1511:

CONTINUARÁ…

FUENTE: EL CRONISTA

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