POR ANTONIO RAMIRO CHICO, CRONISTA OFICIAL DE LA PUEBLA Y VILLA DE GUADALUPE
La número 119 dice lo siguiente:
[Cruz]. A los muy rreverendos senores padres el prior e vicario e ofiçiales del convento de Guadalupe.
[Cruz]. Muy rreverendos señores.
El Rey nuestro señor, me mandó dar e entregar de la Cámara de su alteza dos escripturas signadas, amas del secretario Gaspar, que haya santa gloria, e abtorizadas ante juez, la una es el testamento e la otra es el cobdeçillo, amas de la Reyna doña Ysabel, nuestra señora, que aya santa gloria, para que las enbiase con persona de rrecabdo a esa muy debota Casa para que ende las rreçibáys e tengáys en guarda a buen rrecabdo, para que cada e quando fuere menester veerlos oreginalmente se puedan fallar en ese Monasterio, porque así lo dispuso e mandó por ese mismo testamento su alteza, que Dios tiene. E conpliendo la dicha disposiçión lo ha asy mandado el Rey, nuestro señor, que Dios guarde, a estas escripturas son avidas por testamento e cobdeçillo oreginales e los traslados destos se hallarán en otras partes donde su alteza dispuso de manera que esas oreginales han de quedar en el depósito e guarda desa Casa perpetuamente. Enbio las dichas escripturas çerradas y selladas porque el mensajero ni otra persona alguna non las pueda veer ni abrir, deben las rreçibir vuestra rreberençia, e en tanto que el Rey, nuestro señor, probea de la manera que se deben guardar en alguna arca e lugar de grand rrecabdo que tenga tres llaves, la una que tenga el prior e las otras dos, los dos oficiales prinçipales de la Casa, para que cuando se ovieren de ver las dichas escripturas, pues son de tanta ynportancia que non pueden ser mayor, se aya de abrir e çerrar el arca o lugar donde estuvieren en presencia e por manos e autoridad de todos tres que tobieren las dichas llaves e las dichas escripturas, ni cosa del que en ellas está non se debe ver ni mostrar a persona alguna sin que aya para ello çedula firmada de su alteza mandarán vuestras merçedes abrir la cubierta que va sellada e concçierten las datas e testigos e notario de las dichas escripturas por la rrelaçión del testimonio que ha ordenado de acá, e mandarán dar a Bernaldino de Loarte, mi criado que llas llieba, testimonio firmado de vuestros nonbres e signado de escribano público de cómo ha entregado las dichas escripturas, e serán dos testimonios de un thenor, el uno que yo he de entregar al Rey, nuestro señor, e el otro que yo he de guaradar para mi descargo. Nuestro Señor haga bien aventuradas las muy rreverendas personas de vuestra merçedes como desean. De Vidaurreta a veinte e seis de junio de quinientos e onze años.
Besa las manos de vuestras merçedes. Jº López [rúbrica].
La nº 120 dice lo siguiente:
[Cruz]. Al muy rreverendo mi señor el prior de Guadalupe
[Cruz]. Muy rreverendo señor.
El Rey, nuestro señor, me mando enbiar a esa santa Casa dos escripturas de grande ynportançia, que son el testamento e cobdeçillo de la Reyna doña Ysabel, nuestra señora, de gloriosa memeria que haya santa gloria, para que allí estén guardadas e depositadas oreginalmente. E éstas son avidas por oreginales sobre todo, e han las rreçibir vuestra merçed e los otros oficiales principales de la casa, segund que por otra mi carta a vuestras mercedes dirigidas se contiene. Suplico a vuestra merçed que luego mande juntar los dichos oficiales e rreçibir las dichas escrituras e dar testimonio de la entrega della a Bernaldino de Loarte, mi criado, portador desta que las lleva, e sy vuestra merçed alguna cosa me manda soy y seré su servidor e desa muy santa Casa para siempre, e porque por la voluntad de dios esto de presente muy fatigado de una mala dolençia que he pasado e de que me ha llebado nuestro Señor a mi muger, suplico a vuestra merced encomiende su ánima a mí a ese noble Convento en sus sacrifiçios e oraçiones como a servidores del, e ese moço, mi sobrino, que hay está mande vuestra merçed aver por encomendado. Nuestro Señor haga bien abenturado su muy rreberenda persona como desea. De Vidaurreta a XXVI de junio de 1511. Besa las manos de vuestra merçed su obediente hijo. Jº López [rúbrica].
Según se desprende por la conformidad que el prior y la comunidad jerónima hacen de la llegada de dichos traslados, éstos los dan por originales. Buena prueba de ello es que los registran con las siguientes signaturas: Cax. XLII, señal Y. XV bajo el título: “Testamento de la Reyna doña Isabel”.
Así queda de manifiesto también en las mencionadas cartas: “e estas son ávidas por originales sobre todo” y añade que el portador de sendas escrituras es su sobrino Benardino de Loarte, el mismo que figura en el asiento 2.961 del capítulo V de Simancas.
4.- ¿Se cumplió la voluntad de la Reina?
A principio del siglo XX, tras la llegada de los franciscanos (1908) entre aquella vorágine de destrucción y abandono, los hijos de san Francisco comenzaron a restaurar la Casa de Nuestra Señora de Guadalupe.
Entre los miembros de esa primera Comunidad destacan fray Germán Rubio Cebrián, guardián y párroco de Guadalupe e insigne historiador y fray Carlos Gracia Villacampa, verdadero estudioso de archivos, académico y correspondiente de la de Sevilla, San Fernando de Madrid y de la Hispano-Americana de Cádiz.
Localizado el archivo del Monasterio de las “tres llaves”, al lado de la torre de Santa Ana, encima de la capilla de Santa Paula, hallaron, entre un importante montón de hojas sueltas, trozos de pergaminos, sellos caídos, envueltos de documentos, uno con la siguiente rúbrica: “Yo la Reina”, lo que según el padre Germán Rubio, le emocionó extraordinariamente:
“Hete aquí que se nos viene a las manos una hoja de finísima vitela”. Se trataba del sobre en que había sido enviado a Guadalupe el testamento original de la Reina Católica, según consta en el mismo.
¿Dónde estaban dichos documentos, el testamento y el codicilo? La respuesta la hallaron al poco tiempo en el despacho parroquial, en el que había un montón de legajos. En uno de ellos apareció con la misma signatura que tenía el sobre del “Testamento autorizado de la Señora Reyna La Católica doña Ysabel” y el “Codicilo autorizado de la Reina doña Ysabel, que aya santa gloria”, aunque con todo no eran los originales.
El tesón del Padre Germán Rubio, como buen aragonés, y la ayuda inestimable de fray Carlos Gracia Villacampa los llevó a localizar también las dos cartas originales de 1511, en las que consta la entrega de dichos documentos originales, ya transcritas anteriormente.
En 1538 la Comunidad Jerónima traslada el Archivo Histórico que estaba encima del coro a otro lugar más seguro al lado de la torre de Santa Ana y, al no poder mudar los cajones de las escrituras, fueron colocadas con orden distinto, por lo que hubo que tachar las antiguas signaturas de algunas y poner las nuevas. En el testamento y codicilo de la Reina se hallan también borradas su antigua signatura que era “Caxon XLI-XLII. Y. XV” y se escribe la nueva: Caxon LXII y señal J. XXXIX. Antes de esta fecha el archivero ya había echado de menos los originales.
En 1552, la Cancillería de Valladolid, en nombre del emperador, ordena al monasterio que, con motivo del pleito del Condestable de Castilla, Pedro Fernández de Velasco exhibiesen el testamento y codicilo de la Reina, “que el registro original, diz que estaba en el Monasterio de Guadalupe”, como asegura la real provisión.
Llegados los de San Vicente de Sonsierra a Guadalupe, el 19 de abril de 1552, requieren al Padre Pedro de Huelamo, mayordomo mayor, para que exhibiese el testamento y codicilo original. Mandado buscar dichos documentos por parte del padre Vicario, pues el padre Prior estaba fuera, “no halló original, sino un traslado del signado por el secretario Gaspar Gricio, por lo que se resistió a que dicho traslado saliera del monasterio”.
Ante tal negativa, los de San Vicente recurrieron de nuevo a la Cancillería de Valladolid. Un mes después, el 7 de mayo mediante sobrecarta, urge su entrega. Obedecida y ejecutada la sobrecarta del emperador, el día 23 de mayo de 1552, el padre Vicario entregó los traslados autorizados, tal como consta en el dorso de cada uno de los dichos documentos:
“En Valladolid, a 2 días del mes de junio de mil e quinientos e cincuenta y dos años me entregó estas scripturas Pero Xerez…”.
Según el Padre Carlos Gracia Villacampa en 1598 todavía estaban los originales en Guadalupe al comprobar una documentación en la que los jerónimos confirmaban ante notario tener los originales del testamento y codicilo tras la solicitud del rey Felipe II de un traslado de ambas escrituras firmado en san Lorenzo del Escorial el 2 de abril de 1598:
“Yo, Juan Gonzalo Durán, escribano publico… lo corrija luego V.R. (P. Sigüenza) con su original y se lo traiga a la vuelta…”.
Según Patronato Real, el testamento original de la Reina Isabel La Católica se recuperó de manos de un clérigo, entre 1520 y 1521, tras la disposición del emperador Carlos V y de su hijo el Príncipe Don Felipe de crear el Archivo de Simancas para recoger todas sus escrituras, con el apoyo de la bula promulgada por el Papa Clemente VII de 1 de agosto de 1531 bajo pena de excomunión mayor para todas aquellas personas que habían tenido escondido documentos de diversos temas y “principalmente las cartas de testamento y últimas voluntades de los Reyes Don Fernando y Doña Ysabel, de feliz recordación…”, su ingreso en el Archivo de Simanca debió tener lugar en el año de 1545. Por su parte, el codicilo, que extrañamente se había desgajado del testamento, se incorpora a la Biblioteca Real, formando parte de un tomo de varios (T.301) del que se separa en 1881. Actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de España.
5.- Conclusión
Vista la documentación que existe y las vicisitudes sobre el testamento y codicilo de la Reina Isabel La Católica, éstos estuvieron perdidos durante el siglo XVI, primeramente, quizás custodiados por el secretario de la Reina, Gaspar Gricio y posteriormente por el Cardenal Cisneros, como regente.
Los documentos enviados por Fernando El Católico en 1511 al monasterio fueron las copias de 1506, pues al no encontrar los originales, las autentificó con su propia firma como verdaderos originales, tal como se refleja, tanto en las cartas como en el envoltorio, testamento y codicilo.
Un detalle no menor, es que al entrar en el archivo dichas copias autentificadas, se las registró con su propia signatura. Por tanto, si el original del testamento y codicilo hubieran llegado en algún momento, cumpliendo así la voluntad testamentaria de la Reina, la pulcritud, el desvelo y la rigurosidad con la que la Comunidad Jerónima de Guadalupe llevaba todas sus oficinas, dichos documentos originales debían de tener igualmente la correspondiente signatura del archivo de Guadalupe, tal como se hizo con las copias y envoltorio.
Por el contrario, el original del testamento, no tiene ninguna signatura del Real Monasterio de Guadalupe, sí, en cambio, del Archivo de Simancas y el sello del Archivo Nacional parisino, que refleja su estancia en el país galo, donde llegó tras la rapiña de las tropas francesas llevada a cabo durante la guerra de la Independencia.
Aunque, si tenemos en cuenta la afirmación del padre Gabriel de Talavera, el testamento fue escrito e iluminado en el Scriptorium de Guadalupe. Un motivo más para exigir que se cumpla definitivamente la voluntad de la Reina Isabel, que quiso que su espíritu y su obra permanecieran siempre junto a Santa María de Guadalupe y en su santa casa, en la que ella decía sentirse en su propio paraíso.
Con este estudio Guadalupe quiere unirse a la celebración del 550 aniversario de la proclamación de Isabel I como Reina de Castilla (13 de diciembre de 1474) y a los trabajos de la Comisión Diocesana para la causa de beatificación de la Reina Isabel La Católica, deseando ver beatificada a esta sierva de Dios, que hizo posible la llegada de la fe al Nuevo Mundo y trabajó incansablemente, como consta en su propio testamento, por la dignidad de los pueblos indígenas a los que reconoció como súbditos, con todos sus derechos y deberes.
FUENTE: Revista GUADALUPE, núm. 888 (2024)