HA MUERTO EL AMO DE CHAMPI
May 13 2016

POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA

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Dios sabrá si allá en la lejana Fortuna el buen perro Champi sintió ayer que había muerto su amo. Hasta hace unos días, cuando ingresaron en el Reina Sofía al anciano de 89 años, el animal permanecía en la puerta del centro a la espera de que saliera su amo. Hubo gentes buenas que le acercaban a Champi algo de comer. Pero también las hubo malas, por no escribir gilipollas, que se quejaron de que la mascota permaneciera allí, tirado en la calle como el buen perro que era. Así que Champi se tuvo que ir. Por suerte, una voluntaria lo recogió en su casa de Fortuna. Ahora ha muerto el anciano, quien sabe si de pena al no sentir cerca al que fuera su única alegría. Y es muy posible que el perro, porque algunos animales tienen más conocimiento que las personas, se deje también morir.

Esta historia me recuerda otras dos. La primera es la de aquel perro labrador que acompaña a un niño autista en un hospital de Nueva Zelanda. Y hasta duerme en la misma cama puesto que el pequeño, cuando está su mascota junto a él, no le dan ataques. Igual que en Murcia, vaya. La segunda sucedió en esta ciudad. Es la de aquella perrilla, de nombre Tula, la más célebre de la historia de Murcia. Sucedió en 1881, cuando la peste diezmó la ciudad hasta el extremo de que no quedaron vecinos para gobernar el Ayuntamiento. Y no pasó nada, oiga.

Murcia agonizaba. Familias completas fallecían, dejando calles enteras vacías e infectadas, como sucedió con Madre de Dios y Bodegones. Esta última, como se había hecho antes con la calle del Contraste, fue tapiada en cuanto falleció la última vecina, una joven mujer que, aunque nadie lo supo entonces, tenía un bebé de apenas unas semanas. Los obreros que levantaron dos paredes a cada extremo de la calle no escucharon el llanto de la pequeña, cuya muerte parecía tan segura como la de su madre. Sin embargo, una perrita que andaba por el barrio se acercó hasta la cuna y comprendió que debía amamantar a la niña. Así lo hizo hasta que pasó la cuarentena y Murcia entera conoció la fantástica historia del bebé y la perrita, a la que llamaron Tula.

Las víctimas de la peste.
Las víctimas de la peste.

A Tula le tocó la lotería. Porque no había hogar murciano que no la recibiera como si el animal hubiera salvado de la peste a toda la ciudad. Unos huesos aquí, unas caricias allá, las sobras del guisado acullá… Tan popular se hizo este animal que quedó para la posteridad la máxima: «La perra Tula tiene bula». Champi no la ha tenido en esta Murcia de extremos. Mientras unos critican hasta que se monte a caballo (pues lo normal, como es sabido, es que el caballo nos monte a nosotros), otros se indignan de que un perrillo espere a su amo a la puerta de un hospital. Seguro que quien se quejó iba a visitar a algún familiar enfermo, estuvo diez minutos en la habitación, acalló su conciencia y salió disparado para no volver más. Con la mala suerte de que Champi lo encontró al salir. A veces, de verdad, cuesta discernir quién es el animal.

Fuente: http://blogs.laverdad.es/

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