Es pordiosero quien implora en nombre de Dios, pide y no da, salvo las gracias y el deseo de que el Cielo recompense a su benefactor. Y aunque la sociedad se torna laica y sus jaculatorias no levantan el vuelo, piden por esa boca: declaran hambre, hijos, falta de salud, de dinero y hasta de amor, porque lo entregaron todo y lo perdieron, o lo racanearon y se les pudrió. Dan explicaciones, a veces fabulosas, se humillan, dejan traslucir su quiebra y tratan de exprimirla, de hacer una balsa con los restos del naufragio. Me pregunto por qué se torció su suerte, en qué pórtico se arrodillaron por primera vez y extendieron la palma de su mano, cuál es su horario de desempleo… Hablo de mendicantes, no de novelistas.

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