POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFIFIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Evoco aquel momento preciso en el que se difuminó en la lejanía la musiquilla de una respuesta a una lección de Geografía: “España limita al norte con el mar Cantábrico y los montes Pirineos que nos separan de Francia; al este con el Mar Mediterráneo, al sur con el mismo mar y el estrecho de Gibraltar; y al oeste con Portugal y el Océano Atlántico”. Aquel día el baúl antiguo recibió el plumier de madera, las gomas de Milán, la tinta Pelikán y los lápices Alpino con los que coloreábamos los dibujos de Ciencias Naturales.
Allí, en el baúl de madera, descansan los problemas de Rubio, los ejercicios de caligrafía, el método redondilla, la enciclopedia Álvarez, el Corazón de Edmundo de Amicis, y las aventuras del hidalgo de la adarga antigua y su escudero a quien prometió el gobierno de una ínsula. También descansa el dictado que nos trajo la mejor nota posible para poder comenzar el primer curso de Bachillerato: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro”. (Escuela Sagrado Corazón de Jesús del maestro Julián Guzmán Gragera, curso 1964-1965, hace sesenta años).