HUBO UN GRAN ESCÁNDALO CUANDO SE ESTRENÓ EL DRAMA DE CINCO ACTOS “LE MARTYRE DE SAINT SÉBASTIEN”. ARTÍCULO DE ANTONIO ROLDÁN GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE CABRA (CÓRDOBA)
El 22 de mayo de 1911 se estrenaba, en el Théâtre Châtelet de París, la ópera literario-musical, “Le Martyre de Saint Sébastien”, drama en cinco actos basado en un Paso de la Edad Media sobre el martirio de san Sebastián. El autor del texto era el célebre escritor italiano Gabriele D´Annunzioy el compositor de las partituras, el polémico músico francés, Claude Debussy.
El escándalo estaba servido de antemano, algo extraño debería contener el libreto de D´Annunzio cuando el arzobispo de París, veinticuatro horas antes del estreno, desde el púlpito de la catedral de NôtreDâme, presionaba al pueblo católico para que se abstuviese de asistir a la tan anunciada ópera, amenazando a sus fieles con la pena de anatema y excomunión.
La puesta en escena de la vida de un mártir cristiano se había convertido en causa pecaminosa para la Iglesia; razón de más para que el morbo picara la curiosidad de los parisinos. ¿Qué circunstancias históricas acumuladas, después de quince siglos de iconografía insistente hasta la saciedad en la ilustración de este martirio, confluían en Le Martyre, para reaccionar así? Quizá la prensa del momento aporte alguna clave de tal decisión episcopal: “…La historia de la homosexualidad (Sebastián, el joven capitán de los soldados del Emperador Diocleciano y amante suyo, es martirizado porque se convirtió al cristianismo), la idea de mezclar lo sacro con lo profano, el hecho de que el intérprete principal fuese una mujer (de cuyos amores sáficos tanto se sabía), la ambigua sensualidad de sus contorsiones ligadas a la arena durante la escena de ejecución… no era suficiente para que la obra suscitase los anatemas de la jerarquía eclesiástica…” La intérprete encargada de asumir el papel de Sebastián fue la bailarina rusa Ida Rubinstein.
Después del escándalo de D´Annunzio, el tema “Sebastián” se prodigó a lo largo de los siglos XX y XXI. Todo pintor, escultor, fotógrafo, diseñador, ilustrador o cineasta lo ha trabajado y abordado desde distinto ángulo. También, la literatura.
Los pintores y fotógrafos actuales – ya superan en número a las obras, sobre san Sebastián, del Quattrocento y Quinquecento italiano-, interiorizaron el mensaje de las flechas, de los taparrabos velados sustitutivos del sexo. El cine hincó sus secuencias en el tópico, la propaganda de las firmas comerciales también… Hace pocos meses ha sido repuesta la obra literario musical de D´Annunzio y Debusy, en las principales capitales de Europa, por la Fura delsBaus y Miguel Bosé, bajo la dirección musical de LorinMaazel; mas, claro está, sin que nadie se haya llevado las manos a la cabeza o alarmado por la circunstancia estético-complaciente del erotismo masculino.
En el pliegue de este sortilegio, cada sensibilidad ha quitado o añadido elementos introspectivos de su subconsciente: una figura legendaria de hace más de diecisiete siglos continúa atrayendo la atención tan apasionadamente. ¿Qué aporta san Sebastián al arte actual? ¿Qué efluvio desprende este hombre, bimártir de la cristiandad, para que el ser humano de la era atómica lo admire, y cada día más? ¿Qué causa obliga al creador de hoy a persistir e insistir en el tema del desnudo y las flechas para que en 2017, la Exposición Internacional de Berlín (fotografía, pintura, escultura y grabados) girara por completo entorno al monográfico de “Saint Sebastián”?
Porque se le continúa representando de múltiples formas, maneras y poses. El arte desplegado a lo largo del siglo XX ha sido muy diverso. En todos esos vectores ha encontrado Sebastián su rincón y animó las paletas de los más consumados pintores y las gubias y cinceles de los escultores. Al haberse aceptado como símbolo “gay”, las galerías han sabido comercializarlo –hasta la firma Versace organizó el desfile de sus modelos masculinos en 2000, a lo “San Sebastián”, cuyas imágenes fueron tomadas por el afamado fotógrafo Bruce Weber-.
De esa inmensa multiplicidad de artistas, descuellan los trabajos pictóricos de: Antonio Bou, Claudio Bravo, Rafael Cauduro, Pedro Centeno, Eduardo Chillida, Peter Colstee, Alfred Courmes, Maurizio de Lotto, Filippo de Pisis, Roberto González, Maurice Heerdink, Kevin R. Larson, Antonio Redondo, MimmoRotella, Alfred Russell, Carlo Sanrune, Mark Satchwill, Claudio Tessari, NahumZenil, Ángel Zárraga, Klaus Bodanze, Julián Schnabel… Y las esculturas de: Steven Beyer, George Borg, Enrique de la Vega, GabrielliMoradei, GarbolinoRù, Ana Mª Pacheco, Douglas Schmidt…
La fotografía también enfocó el visor de la inspiración en el tópico “San Sebastián”. Desde finales del siglo XIX con Boulanger, ha dado nombres tan significativos como Elisàr von Kupffer, Gabriel Maldonado, Carmela Pinto, YukioMishima, George Lois, RaymonVoinquel, Bruce Wewer, HervèLebeaupin, Kinrod, RafaeleBuccomino y los internacionales Pierre et Gilles; éstos últimos, elaboraron el estandarte de las procesiones gay de Zurich en el año 1987, con el Martirio de San Sebastián, para el que posó como modelo BoubdallahBenkamla… También quien estas líneas escribe ha aportado a dicha iconografía, varias obras pictórico-fotográficas sirviendo de modelo para San Sebastián, Jesús Roldán Ramírez, habiendo sido inserta alguna de ellas en el libro “Los paisajes y el Amor” y en la web “Pinterest”.
Personajes famosos han querido y consentido prestar su cuerpo para la figuración de san Sebastián en el momento de la sagitación: Edward Carpenter, Richard Burton, Leonardo di Caprio, Yukio Mishima, Von Kupffer, Eduard von Mayer, Muhammad Alí (El boxeador Casius Clay), Laurent Combes, Arnold Schwarzenegger, Didier, Jiro Sakamoto, Leonardo Treviglio, Miguel Bosé, Momus, Brad Pitt, Michael Biehn, Lorenzo Lamas, Stanislaw Klinger, Egon Schiele, Olaf Nollen, o Delmas Howe…
El cine tampoco se resistió a probar tan suculento bocado. Aparte varios estrenos de “romanos” (años 50) donde aparece como personaje secundario Sebastián, hay que esperar al último tercio del siglo XX, para disfrutar de lleno con las secuencias filmadas sucesivamente por directores de prestigio: Jarman, Humfress, Weigl, Defurne.
En 1976, se estrena, en Reino Unido, el largometraje “Sebastiane” codirigida por Derek Jarman y Paul Humfress. Película rodada en latín y clasificada X por los Estados Unidos de Norteamérica. “Ejemplar es el modo en que Jarman y Humfress presentan los cuerpos de los soldados, rebosantes de brutal sensualidad de tribal candidez… unos soldados que galantean como si se encontrasen en un campamento gay más que en una guarnición romana…”
Petr Weigl dirigió en 1984 la película “Das Martyrium des heiligen Sebastian”, según el libreto de D´Annunzio y la música de Debussy. Rodó unos planos cargados de vago erotismo homosexual, en un contexto de protesta contra las guerras y los magnicidios. El actor que protagonizó la figura de Sebastián fue Michael Biehn.
Si original resulta el diálogo con Diocleciano, más impacto causa la adaptación del texto dannunziano en la escena de la Sagitación.
En 1996, el belga Bavo Defurne rueda un cortometraje sobre el martirio del amante de Diocleciano bajo el título “Saint”. Representó el personaje de Sebastián, Olaf Nollen. La crítica periodística hablaba así de la misma: “Saint es una corriente tembladora de imágenes, que palpita en la ejecución de san Sebastián. Combinando los aspectos sangrientos y piadosos de las leyendas del mártir católico, la película destapa el tinte homosexual y apetecible en la glorificación de estos hermosos e irrepetibles muchachos, en sus cuerpos torturados…”
Este joven belga, con sólo unos minutos de film, ha conseguido tanto como los artistas del Quattrocento con sus grandes obras: que Sebastián, en su sagitación, resulte tan atrayente, seductor y sexualmente apetecible. Olaf Nollen se regodea en la contorsión de su efebo, el más bello de los mártires llevados al celuloide y en el dejar caer no caer de su perizonio ante la tensión del deseo en una vorágine de sensaciones:”Desde la primera flecha que lanza Defurne, todo se acumula, como si de dardos encendidos se tratara, en una tendencia atormentadora. Defurne, en un golpe de cine digno de Hitchcok crea la intensidad de la tensión…”
La literatura ha jugado un papel muy importante, desde finales del siglo XIX hasta ahora, en la difusión de Sebastián. Muchos autores eligieron al mártir cristiano como símbolo de la homosexualidad clásica y lúdica. Entre los escritores de primera fila sobresalen: Oscar Wilde, Edward Carpenter, Marcel Proust, Elisàr von Kupffer, Richard Burton, Walt Whitman, Magnus Hirschfeld, Bernard Shaw, Gabriele D´Anunzio, Karl H. Ulrichs, Salvador Dalí, Mikhail Kuzmin, García Lorca, Yukio Mishima, Martínez Rivas, Gorge Guillén, Luis Cernuda, Román Gubern, Tennessee Williams, Manuel Talens, Eugenio Florit, Ángel Lizárraga…
Oscar Wilde, hasta se autoapodó «Sebastian». Cuando visitó la tumba del mártir (1887), escribió: «… Sebastián vino ante mis propios ojos como lo vi en Génova, un encantador muchacho de un crujiente ocre, pelo rizado y labios rojos, levantando sus ojos hacia lo divino, mantenía la mirada fija y apasionada hacia la Belleza Eterna de la apertura del Cielo…”
Elesàr von Kupffer, al contemplar el cuadro del Barocci“La visión del santo”, sito en la catedral de Génova, dejó por escrito en su libro Olimpia y Gólgota (1911): “…San Sebastián recuerda en este cuadro la belleza del hombre olímpico. Después sobreañade el amargo fin casi descrito por Esquilo de que una muerte valiente es nuestra última felicidad…”
En 1926, dice Dalí a Lorca en una carta: “…¿No habías pensado en lo sin herir del culo de san Sebastián?…” Sobre esta interrogante, Román Gubern, en su obra «Proyecto de Luna», arguye: «…San Sebastián es la figura emblemática de la cultura homosexual que inspiró también por entonces al Lorca dibujante. La leyenda de san Sebastián asaeteado, con flechas lanzadas a zonas no vitales de su cuerpo para prolongar su agonía, suministró a la cultura cristiana un pretexto respetable para representar el desnudo masculino en pie y con su cuerpo sometido a contorsiones. Este tema plástico inspiró a Boticelli, Piero della Francesca, Pietro Cavallini, Antonello de Mesina, Perugino, Mantegna, Berruguete, El Greco y Rivera, entre otros. La leyenda del santo, además, tiene bastantes implicaciones eróticas y escatológicas subyacentes, comenzando por las flechas penetrando la carne del mártir percibidas como símbolos fálicos. Dalí no lo ignoraba cuando hizo notar a Lorca que las flechas nunca atravesaban sus nalgas, es decir, que no le sodomizaban…”
Quien definitivamente se confiesa seducido por el mártir, y el autor que abocana su excitación ante una imagen de san Sebastián, fue Yukio Mishima, el novelista japonés más relevante del siglo XX. YasunariKawabata declaró que un escritor con el talento de Mishima sólo aparecía cada doscientos o trescientos años. Fue nominado en tres ocasiones para el Premio Nóbel.
Cuando en 1949, ve la luz su libro “Confesiones de una máscara”, causa el escándalo, de nuevo, en el seno de la iglesia católica. Ésta censuró el texto incluyéndolo en la lista negra. En esas páginas, se narra el encuentro de Mishima con el San Sebastián de Guido Reni: “Comencé a ojear unas páginas por el final del libro… De pronto apareció, en el ángulo de la página siguiente una imagen que yo no podía creerme que estuviera allí para mí, esperándome…
…Era una reproducción del “San Sebastián” de Guido Reni, que forma parte de la Colección del Palazzo Rosso, en Génova… Creí adivinar que la pintura representaba el martirio de un cristiano. Pero como era la obra de un pintor prendado de la belleza, perteneciente a la escuela ecléctica surgida del Renacimiento, incluso esta imagen de la muerte de un santo cristiano desprendía un fuerte olor a paganismo. El cuerpo de un joven –se le hubiera podido comparar al de Antinoo, el querido de Adriano, cuya belleza ha sido tan frecuentemente inmortalizada por la escultura- no muestra ninguna traza de pruebas del misionero o de la vejez que uno se encuentra en las representaciones de otros santos; al contrario, allí no existe nada más que la primavera de la juventud, nada más que luz, belleza y placer… El tronco negro y levemente oblicuo del árbol de ejecución se recortaba contra un fondo oscuro y distante, de bosques sombríos y cielo crepuscular, en el estilo de Ticiano. Un joven notablemente apuesto estaba atado desnudo al tronco del árbol. Sus manos cruzadas se alzaban bien altas y las correas que le amarraban las muñecas estaban anudadas al árbol. No se veían otras ataduras, y lo único que cubría la desnudez del joven era un trozo de tela blanca ordinaria que le colgaba flojamente de las caderas… Aquel día, en el mismo instante que yo volvía los ojos a esa imagen, todo mi ser se puso a temblar con una alegría pagana. Mi sangre hervía, mis riñones se inflaron como bajo el efecto de la cólera. La parte animal de mi persona, que estaba próxima a estallar, esperaba que yo hiciera uso de aquel joven, con un ardor hasta entonces desconocido, reprochándome mi ignorancia, jadeante de indignación. Mis manos, inconscientemente, iniciaron un movimiento que yo no les había enseñado nunca. Sentí brincar al ataque un no sé qué secreto y radiante, venido de dentro de mí. De repente, el esperma brotó, trayendo consigo una embriagadora ceguera…”
En 1985, se estrena “Mishima”, film donde se plasman las declaraciones homosexuales del escritor. La película, dirigida por Paul Schrader, fue galardonada en el Festival de Cannes. La fotografía estuvo a cargo de John Bailey.
Estas secuencias donde Mishima narra su onanismo al contemplar a Sebastián, produjeron diversas manifestaciones artísticas: En 1992, Peter Colstee trabaja, en un tríptico (tríada), el clímax erótico de esta masturbación; tres óleos sobre lienzo de 60×100 cm. que engrosan su colección particular. A finales del siglo XX (1999), el recurso de la masturbación de YukioMishima continuaba llamando la atención de los artistas jóvenes. David Wojnarowicz retrata la cara de Mishima dejada caer sobre el vientre de un Sebastián asaeteado; un niño japonés brota de su ensoñación masturbándose y pellizcándose la tetilla.
También la poesía abarcó, en múltiples ocasiones, el tema de la sagitación. Bien porque el poeta, ante un cuadro determinado, se inspiraba, o bien porque desde su epanalepsis, creara un énfasis místico sobre el vuelo de las flechas y la carne. Tennessee Williams, por ejemplo, se convirtió en un auténtico idólatra de estas imágenes.
A cualquier rincón del mundo cristianizado llagó su advocación y la gente la aceptó, la amó, la hizo suya.
En Egabro (La actual ciudad de Cabra) existió un acceso que subía desde “El Molino del Fondón” hasta el cementerio viejo de la Villa. Este camino llevaba el nombre de “Cuesta de san Sebastián”. Una cofradía de pasión, popularmente conocida como “El Huerto”, lo nombra en el epígrafe de su título. En las tres parroquias, puede localizarse una imagen del santo.
También, por los campos de la Subbética cordobesa se registran estos refranes:
-Si buenas habas quieres cosechar, en diciembre las has de sembrar y escardarlas por san Sebastián.
-El día se alarga una hora de más por san Sebastián.
-Si sale el sol por san Sebastián, la sombra has de buscar.
-Por san Sebastián hace un frío que no se puede aguantar.
-Si por san Sebastián cae la “helá” mal vino tendrás.
-Guárdenos san Sebastián de la peste y de pecar.
-San Sebastián, que llega la pinta y se va el zorzal.
-A veinte de enero, san Sebastián primero; detente varón, que primero es San Antón.
-El veinte de enero, san Sebastián primero; pero sin rabero.
Y como preludio de algo que comienza y no acaba, como rúbrica amorosa que permuta la alegoría de alguien encontrado en un momento, torrente consignado en los prolegómenos de una nueva existencia, imagen erótica que convierte al espectador en amante, arquero cuyas flechas se disparan con el deseo, es necesario laurear al joven iconoclasta, de la misma forma que lo hizo Diocleciano:
“¡Bienvenido seas, hermoso muchacho! ¡Hermoso arquero con el cabello de un jacinto dorado! Saludo al Comandante de mi Cohorte de Emisa que es amado por Apolo.Te juro por mi corona, Sebastián, que yo también te amo.¡No te destruiré, Sebastián, te coronaré entre los dioses!”
Una vez reconstituido el símbolo de una cultura en tanta concreción corporal reiterada, se puede llegar a la siguiente conclusión:
El aire encierra siempre en su seno palabras e imágenes. Los muchachos pintan tatuajes siderales y san Sebastián abre los atlas geográficos sobre sus rodillas porque la diagonal que unía dos estrellas saltó con la reverberación de la flecha.
Han convertido el paisaje en una enorme hache de acero.
Arriba, vuelan como tijeras voces abstractas y músicas sicodélicas. Abajo, el siglo XXI, en su segunda década, crece bordeando la costura erótica del perizonio. Por eso el muchacho se subió al autobús y balancea sus bíceps en la barra con ligero ritmo. Se transforma en diana: tres flechas inmediatas le acribillan: “Sagittae tua ein fixesunt mihi…”.
Apolo tiene ganas de beber agua pero encuentra un botón y un enchufe. No importa, porque por el aire vienen seriales americanos, así el pueblo aprenderá a hablar inglés comiendo bolsas de plástico.
Sebastián se ha puesto tan triste que todas las bibliotecas y estanterías rompen a llorar esfumándose en la órbita del desconsuelo. Más allá, chisporretean cifras enormes de dinero prostituido y, como la cola de un dragón, la gente vuelve su cabeza hacia atrás en intento de buscar la luz. Pero la luz ya no está.
El muchacho del amuleto latino se sumerge en el mar y extiende su mano hacia el infinito; a su izquierda, una cámara fotográfica tan antigua como la daguerrotipia amarilla bosteza entre la espuma. El músico había muerto en la playa de Venecia.
Alguien ha gritado al confundir los ojos del David con los de san Sebastián.
También suspira y se encoge de hombros el divino Aquiles de los pies ligeros porque la bestia marina ha decidido partir en dos el cuerpo de un maniquí. Patroclo resopla.
Se necesitará mucho tiempo para cruzar los párpados con las pestañas sin sombras ni rímel. Leonardo que pasa por el camino, se descalza y arroja la arena de su zapato.
Cervantes, entonces, quiebra la pluma del pavo real y como no tiene botones donde pulsar, se echa sobre la mesa y se duerme.
Cuando todo esto ve, desde su nimbo, Sebastián, deja caer las sandalias a la tierra, ícaros diminutos, mientras resuena su carcaj de plata al volverse de espaldas.
El muchacho tatuado continúa en el mar con su dedo índice flechando al sol rojo de la tarde… “I pensier´ son saette, e ´l viso un sole…” Artículo de Antonio Roldán García