POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA

El descubrimiento de unos huesos humanos en La Albatalía, sobre cuyo origen balbucean algunos, refresca estos días la historia del remoto cementerio en aquel lugar ubicado, también conocido como el camposanto de Puerta de Castilla. Sí, en singular. Fue, junto al que había en la Puerta de Orihuela, al otro extremo de la urbe, los lugares donde se enterraban a los murcianos antes de la apertura de las instalaciones de Nuestro Padre Jesús.

Apuntan los historiadores que el cementerio antiguo abrió sus puertas en torno al año 1811, cuando la ciudad fue asolada por una epidemia de fiebre amarilla que obligó a sepultar, sin darles demasiadas vueltas, a miles de parroquianos. Eso, sin olvidar que los franceses andaban dando matarile a otros tantos por la Región.

Así que el año 1811 pasó a la historia rebosante de tintes trágicos. Aunque el mal fario se arrastraba, cuando menos y por la guerra contra el invasor francés, desde el año anterior por la llegada a la ciudad de Murcia de las tropas gabachas al mando del general Horacio Sebastiani. Lo precedía la toma y saqueo de Lorca, Totana y Alhama.

El infame Sebastiani no era un hombre de honor. Por eso su memoria, dos siglos más tarde, aún apesta. Porque tras acordar con la ciudad que no la saquearía, a cambio de su pleitesía y 35.000 reales, hizo justo lo contrario. Por cierto, que también se autodenominó duque de Murcia. Con un par.

Aún no repuestos del innoble Sebastiani, al que ya le dedicaremos lo suyo en otra ocasión, los murcianos afrontaron la terrible epidemia de fiebre amarilla, que costaría la vida a unas 9.000 personas en la ciudad, entre ellas el célebre escultor Roque López.

El 25 de agosto, la Junta Suprema de Murcia comunicó al Secretario de Estado el traslado de sus miembros a Jumilla y la necesidad de que su presidente, el brigadier Ignacio Muñoz, comandante general de la provincia, se trasladase también. Según aclara este documento inédito hasta ahora, Muñoz se negó a abandonar la ciudad pues también era presidente de la Junta de Sanidad y manifestó su deseo de no abandonar a los enfermos.

Decisión que lamentaban sus compañeros al anotar que el brigadier era comandante de la provincia. Y no debía jugarse la vida en Murcia «por ser fuera de ella necesaria su persona». Ignoraban entonces que, más que ir el brigadier Muñoz, la que se presentó en Jumilla fue la epidemia y enfermó hasta el presidente de la junta, el lorquino José María Musso.

El trasiego de restos desde este cementerio y el situado en la Puerta de Orihuela hasta el nuevo de Nuestro Padre Jesús, una vez que fue inaugurado, fue constante. Uno de ellos, por ejemplo, fue el que solicitó en 1897 el erudito Javier Fuentes y Ponte, quien trasladó a Manuel Alarcón Pérez de Lema, gobernador militar de Murcia.

El Ayuntamiento se opone

El cementerio cerró sus puertas de forma definitiva a finales del siglo XIX, como tradicionalmente han destacado los autores. Pero si queremos precisar más, y de paso desempolvar la fecha exacta, habría que recurrir a las actas del Pleno municipal celebrado el 23 de septiembre de 1897. En aquella sesión se dio cuenta de que el Obispado de Cartagena, de quien dependía el camposanto, había decidido realizar «la monda del cementerio de Puerta de Castilla» el próximo año, esto es, 1898. La noticia debía venir de atrás, si tenemos en cuenta que durante ese año fueron frecuentes las autorizaciones de traslados de restos que, además, se anunciaban en prensa.

La Diócesis también advirtió que las familias que desearan retirar los restos allí sepultados tenían de plazo hasta el 31 de diciembre, «previos los trámites necesarios». Varios concejales propusieron por ello al Pleno que se pidiera «a las autoridades civil y eclesiástica la concesión de permiso para exhumaciones, con las mayores facilidades, sin derechos costosos» y que se permitiera en el nuevo cementerio depositar en una sola fosa los restos de varios cadáveres procedentes del viejo.

La propuesta se aprobó, aunque algunos concejales quisieron dar un paso más allá. En su opinión, los murcianos que lo desearan, pobres o ricos, debían tener el derecho a no trasladar a sus difuntos y mantenerlos en La Albatalía. Por ello, se proponía que el Ayuntamiento comprara aquellos terrenos, «para que sigan siendo cementerio clausurado, o se procure hallar cualquier otro medio que evite que se lleve a cabo la anunciada monda». Otro concejal aportó un dato para la historia al explicar que hacía una década que ya nadie se enterraba en el Puerta de Castilla. Así, el camposanto cerró en torno a 1887, que es la fecha de la apertura del nuevo, el actual de Nuestro Padre Jesús.

Se ofrece ama de cría

Diez años después ya era considerado como el «cementerio viejo». Así, por ejemplo, aparece en un curioso anuncio en ‘El Diario de Murcia’ que reza: «Ama de cría. Hay una que desea criar en casa de los padres. Tiene 20 años de edad y leche de ocho meses. Darán razón en La Albatalía junto al Cementerio Viejo».

Las negociaciones entre el alcalde y el obispo dieron fruto. El prelado anunció que, en atención «a las súplicas expuestas por la Comisión de nuestro Ayuntamiento», se acordaba suspender la anunciada monda. Pero, a renglón seguido, el obispo advertía de que, cuando la monda «haya de verificarse» ya lo avisaría oportunamente para el traslado de restos.

El anuncio de la nueva monda se hizo en marzo de 1902, anunciando la medida para «junio venidero». Parecía que la triste historia del lugar, cuajado de terribles sufrimientos y muertes a destiempo, había quedado impregnada en aquella tierra para siempre.

Fuente: http://www.laverdad.es/