POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTEPIÑEL (SEGOVIA)
El pasado miércoles 18 de junio fallecía en San Sebastián a los 91 años de edad la Hermana Gregoria de San Alfonso (en el mundo Gregoria Hernando Navajo), religiosa segoviana de la congregación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor.
Nacida en Fuentepiñel el 24 de abril de 1923, en cuya iglesia de San Nicolás de Bari fue bautizada el día 28, con apenas 18 años ingresó en dicha institución en el año 1941, tomando los hábitos el 15 de agosto de 1942 y profesando el mismo día de 1943. Marchó a Barcelona durante un tiempo y regresó a nuestra capital el 23 de septiembre de 1945, y aquí hizo los votos perpetuos el15 de agosto de 1948.
En el colegio de las Hermanas Oblatas pasó prácticamente toda su vida, no sólo cumpliendo con las obligaciones religiosas a las que se había comprometido con sus votos, si no que su vocación de entrega a Dios la hizo extensiva a sus semejantes, y sobre todo a los seres más necesitados y desfavorecidos por su gran sensibilidad social. Así, el colegio se convirtió en la década de los cincuenta y sesenta del siglo pasado en un lugar de acogida sobre todo de niñas procedentes de familias monoparentales y desestructuradas, procurándolas no sólo cobijo en el Hogar que fundaron para ellas sino también provisiones para su subsistencia. Gran parte de estas provisiones procedían de las donaciones que la Hermana Gregoria obtenía con su don de gentes y su amplia sonrisa, de la bondad y la solidaridad de los habitantes de los pueblos de Castilla que esta mujer fuerte y andariega recorría, en compañía de la Hermana Carmen, en largas temporadas primero con una burra y después con un Citroen Dos Caballos que también había sido donado al colegio por un generoso benefactor salmantino.
La edad y una cruel enfermedad fueron haciendo mella en su cuerpo y tuvo que ser ingresada en una Residencia Enfermería donostiarra el 24 de noviembre de 2011, Y en ella pasó sus últimos años con suma bondad y ternura mientras se iba sumergiendo gradualmente en el lenguaje del silencio. Sus cenizas reposan en el panteón que las hermanas poseen en el cementerio segoviano.
A pesar de haber pasado ya un buen número de años, quienes aún la recuerdan le rinden homenaje, le lloran, y reconocen y agradecen su espíritu de mujer emprendedora, mujer del pueblo y mujer de Dios, que a la vez que recogía provisiones supo también ir sembrando de forma simultánea “semillas de calidad”, de valores eternos que perduran hasta el día de hoy en el corazón de aquellos que tuvieron la fortuna de cruzarse en su camino.
Fuente: EL ADELANTADO DE SEGOVIA. 29 de junio de 2014