«NO HAY CIUDAD EN TODA EUROPA QUE HAYA SIDO PEOR TRATADA QUE ZAMORA» GUÍA DE EXCEPCIÓN DE SUS MAJESTADES
En la primera entrega de «El tren del siglo XX», el historiador, maestro y CRONISTA HERMINIO RAMOS contaba cómo vivió la II República, la llegada de la Guerra Civil y su carrera como docente en los cuarenta y cincuenta. En esta segunda y definitiva parte de sus memorias, RAMOS revela alguno de los capítulos claves en la historia de la ciudad, defiende su papel y confiesa sus miedos. También habla del homenaje que le rindieron amigos e instituciones: «Siempre hice lo que debí, nada más».
En los años setenta, HERMINIO RAMOS inició su carrera política, primero como concejal y, más tarde, como delegado de Cultura. En esta etapa experimentó una de las luchas frustradas de su vida: Intentar salvar la iglesia del antiguo convento de las Marinas, cuyo espacio ocupa hoy la Delegación de Hacienda en la plaza de Castilla y León.
El «mejor edificio del país»
A juicio de RAMOS, el monasterio erigido por el arquitecto Ventura Rodríguez en la segunda mitad del siglo XVIII «era el mejor edificio de toda España». Allí comenzó a construirse la actual Delegación de Hacienda. «El gobernador José Serrano Carbajal, el alcalde Miguel Gamazo Pelaz y el delegado de Hacienda José Tomás Biosca se empeñaron en tirarlo. Protesté e incluso renuncié a mi acta de concejal». Una lucha baldía: el edificio, «una preciosidad», sería derruido.
En esta defensa, contó con un aliado de excepción: el director general de Patrimonio, Fernando Chueca Goitia. El arquitecto visitó dos veces la capital para comprobar si la construcción «amenazaba ruina» como defendían sus detractores. Juntos se presentaron en las instalaciones para inspeccionar la iglesia, aunque la primera traba la puso el conserje que «no encontraba las llaves». Herminio reacciona tajante: «Hay dos soluciones: o vamos al Juzgado o a la Guardia Civil y damos una patada a la puerta y la abrimos». «Bueno, don Herminio… yo no tengo la llave, pero espere que voy a intentar encontrarla». Aparecida la llave y ya dentro, Ramos recuerda que «no sé si pasaron tres o cuatro minutos cuando Fernando me dijo que esto era una auténtica bestialidad».
Al momento, José Gamazo y el delegado de Hacienda entraban en el edificio. «¿Dicen ustedes que esto está en ruina? No hay ni una fisura en las bóvedas…», les recriminó Chueca Goitia. Pese a la oposición de la máxima autoridad en Patrimonio, las obras siguieron adelante. La construcción renacentista dejaba paso a la actual Agencia Tributaria.
El ministro Cabanillas
El gobernador civil Joaquín Argote comunicó a HERMINIO RAMOS la Semana Santa de 1978 que tenía que viajar a Madrid a petición del ministro de Cultura, Pío Cabanillas. Tras una conversación de hora y media, RAMOS era nombrado delegado de Cultura. «Recorrimos juntos toda la provincia de Zamora y parte de Valladolid, Salamanca y León. Cada 15 días teníamos una reunión en el Ministerio con el resto de delegados para analizar problemas». El historiador tiene una espina clavada -no haber podido acudir al entierro de Cabanillas- y una pesadilla. «Le negué tres veces». RAMOS explica que el ministro le pidió que aceptara varios cargos, ofertas que no pudo aceptar. «Quiero que seas el nuevo director general de Bellas Artes» -me dijo la primera vez-. «Don Pío, tengo ocho hijos y están en el instituto. Tengo en casa a mis suegros, a mi tía y a mi hermano». «Te tengo puesto en la lista», me insistió. «Pues bórreme», reaccioné.
Maltrato «despiadado»
Su cargo como delegado de Cultura y asesor de Bellas Artes permitió a RAMOS comprobar lo que ya sospechaba. «Zamora ha sido una ciudad maltratada, humillada, despreciada y pisoteada por una elite social desde mitad del siglo XIX». Y para justificarlo, pone un ejemplo. «Una ciudad que tiene 44 iglesias y 22 ermitas de las que solo quedan 22 templos y dos ermitas… Ha habido un maltrato despiadado». ¿De quién es la responsabilidad? «El Ayuntamiento no se ha preocupado de nada y luego están las presiones de unos y de otros, unos caciques», añade.
Durante su responsabilidad en Cultura, HERMINIO RAMOS reivindica las actuaciones llevadas a cabo en la Puerta Villa de Villalpando, el refectorio del monasterio de Moreruela, la rehabilitación de la cubierta de San Ildefonso o el acondicionamiento del Pórtico de la Gloria en la Colegiata, que «pagó el ministro Cabanillas íntegro».
El 23-F
El 23 de febrero de 1981, HERMINIO RAMOS recibió una inquietante llamada de teléfono. «Venga inmediatamente al Gobierno Civil». Eran casi las cinco de la tarde. Allí se encontraría con el resto de delegados cuando irrumpió el teniente coronel, jefe de la Comandancia, Ramón Rodríguez Carmona. Se presenta «en traje de campaña, media bota, correaje y pistola». «Buenas tardes. Perdónenme, les voy a secuestrar a su gobernador», les dijo «medio en broma, medio en serio». El caso es que el gobernador José Ramón Ónega estuvo doce horas secuestrado, a expensas de los acontecimientos que se vivían en un Congreso de los Diputados tomado por la Guardia Civil.
Entretanto, el también delegado José Luis González Vallvé «se pasaba la noche contando chistes». ¿Pasó miedo el gobernador? «Yo creo que sí, tuvo pánico, estaba acojonadito», reconoce RAMOS, aunque «yo creo que José Ramón ya sabía lo que estaba pasando realmente».
HERMINIO RAMOS no solo hizo de guía por las provincias de Zamora, Valladolid o Salamanca del ministro de Cultura Pío Cabanillas Gallas. También atendió a sus majestades en sus visitas a la ciudad. En la imagen, el exdelegado de Cultura aparece junto al rey don Juan Carlos de Borbón en el claustro del Parador de Zamora en una de las primeras ocasiones que el monarca y su esposa doña Sofía compartieron una jornada con los zamoranos.
Conversaciones con Adolfo Suárez
Hasta en tres ocasiones HERMINIO RAMOS tuvo la oportunidad de charlar con el expresidente Adolfo Suárez, el único inquilino de La Moncloa al que ha conocido. De todas, recuerda con especial viveza una «discusión» sobre las autonomías. «Tuvimos un pequeño enfrentamiento en la calle de la Amargura por las autonomías porque yo no estaba de acuerdo con su planteamiento. Él me hablaba de Europa y yo le respondí que «ningún país europeo había tenido cuatro guerras civiles y el problema de Cataluña y el País Vasco».
¿Merecido homenaje?
«Agradecí el homenaje, pero yo no he hecho nada, solo actué como creí que debía». HERMINIO RAMOS confiesa la «sorpresa» del acto impulsado por sus amigos y apoyado por las instituciones hace ahora cuatro años. «Me sorprendió porque llevaban dos años organizándolo todo y yo no me había enterado», reconoce. Ese día «me clavaron» en la rúa de los Francos, bromea acerca de la escultura en bronce de Guillermo Alonso Muriel que inmortaliza sus paseos por el casco antiguo. «Me gustó, pero me emocionó. Yo no he hecho más que lo que tenía que hacer», se sincera.
«Solo se triunfa en la vida trabajando»
Testigo de los grandes acontecimientos del siglo XX, HERMINIO RAMOS analiza la crisis económica actual y regala un consejo. «La responsabilidad la tienen los políticos, pero ha de ser gente formada, seria y trabajadora» porque «en la vida se triunfa trabajando». «Te equivocarás muchas veces, te engañarán otras, pero al final sales adelante. Has de tener un objetivo muy claro, si no, caes». HERMINIO confiesa que esta enseñanza de su padre la ha olvidado nunca. «El dinero no vale. En los cementerios no hay cajas ni bancos, ni sitio en el sudario que nos ponen para guardarlo».
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/ y http://www.laopiniondezamora.es/ – José María Sadia