HÉROES Y HEROINAS (2). Dª. MARÍA JIMÉNEZ
Feb 05 2020

POR JOSÉ MANUEL TROYANO VIEDMA, CRONISTA OFICIAL DE BEDMAR Y GARCIEZ (JAÉN)

Escudo señorial de los Sánchez de Bedmar, según D. Gonzalo Argote de Molina en su obra: Nobleza de Andalucía (S. XVI).

Dª. María Ximénez, defensora de la Villa Vieja y de la fortaleza del Mirador de Bedmar en 1303 ante el ataque de Muhammad III, rey de Granada, fue llevada cautiva a la ciudad de la Alhambra y allí se enamoró de ella el rey de Marruecos, quien la obtuvo para sí, «con mucho pesar para el rey nazarí«. Bedmar le dedicó una de sus principales calles a María Ximénez. Dicha calle se encuentra situada entre la C/. Mayor y la Avenida de la Virgen de la Cabeza o más comúnmente conocida como “La Carrera Alta”. Debe su nombre a la heroína y esposa del Señor de Bedmar, D. Sancho Sánchez, quien tras la muerte de su marido prosiguió, junto a sus hijos Juan y Ximén y las tropas de la Confederación de Andújar, la defensa de la Villa y Fortalezas de Bedmar hasta su caída en 1303 en manos del ya citado rey de Granada.

La villa vieja de Bedmarcon doble cinturón de muralla (S. XIII).
Vista de la fortaleza del “Mirador” de Bedmar (S. XV).

La Historia.- La primera vez que los Concejos más notables del Santo Reino de Jaén se unieron, junto con algunos nobles jienenses en defensa de sus intereses fue en 1265, en la Hermandad que suscribieron en Andújar el 26 de abril de ese año los Concejos de Jaén, Baeza, Úbeda, Andújar, Santisteban, Iznatoraf, Quesada, Cazorla y los nobles Día Sánchez de Funes y D. Sancho Martínez, Señor de Bedmar, Jódar y El Carpio (Córdoba), con la finalidad de defenderse de la sublevación mudéjar que se había producido en el resto de Andalucía en 1262 y para que tuviese continuidad en el tiempo tal y como se señala en el documento que firmaron: “E porque esta Hermandad sea firme e estable, nos los Conçejos sobredichos, e nos don Diego Sánchez, e don Sancho Martínez, pusimos en esta Carta nuestros Sellos colgados en esta Hermandad”. Años más tarde y como consecuencia de la rebelión del Infante D. Sancho contra su padre Alfonso X “El Sabio”, aquél agrupó, por iniciativa propia, las Hermandades Castellanas ya existentes en la Hermandad General de 1282 con el fin de buscar el apoyo, tanto de la nobleza como de las ciudades más notables del Reino y así poder acceder al Trono, tras derogar la política legislativa de su progenitor que le impedía ocupar el Trono castellano en beneficio de su sobrino el Infante D. Alfonso de la Cerda. A esta Hermandad General respondió la Carta de Hermandad acordada entre las ciudades del Reino de Jaén, además de la de Córdoba y algunos nobles e hidalgos que la suscribieron el 10/V/1282. La vida de esta Hermandad fue muy efímera, pues cuando Sancho IV accedió al Trono en 1284, canceló todas las Hermandades. Tal Carta de Hermandad la firmaron los Concejos de Córdoba, de Jaén, de Baeza, de Úbeda, de Andújar, de Arjona, de Santisteban y los nobles Gonzalo Ibáñez de Aguilar, Sancho Sánchez, hijo de Sancho Martínez y marido de María Ximénez y Sancho Pérez, con la finalidad antes dicha, pero donde se tomaron, entre otros, los siguientes acuerdos: “Que los Conçejos se ayuntaren en uno, si alguno o algunos en razón de la pelea llamare”, se apoyen económicamente, al tiempo que decidieron reunirse una vez al año en Andújar, “quince días después de la Pascua Mayor Primera que venga y dos Caballeros de cada Conçejo e Gonzalo Ibáñez, e Sancho Sánchez e Sancho Pérez por sus personas, para enderezar e enmendar aquellas cosas que fueren de enmendar” y si no acudiesen paguen 1.000 maravedíes “de la moneda de guerra” al tiempo que se revocaron las anteriores Cartas de Hermandad y quedase muy claro la firmeza y el valor de esta última.

Durante la minoría de edad de Fernando IV se constituyó una nueva Hermandad en Andújar el 8/IX/1295 con la finalidad de autoprotección, tanto de los Concejos firmantes como de algunos nobles tales como Johan Sancho Sánchez y Ximén Pérez, su hermano, ambos hijos del Señor de la villa de Bedmar y de María Ximénez, en un momento de debilidad regia en el Reino de las Españas.

Las Hermandades Andaluzas siguieron aumentando su espacio territorial por el curso bajo del río Guadalquivir y así vemos como en la Carta que se firmó en Andújar el 15/VIII/1297 entraron dentro de ella el Concejo de Córdoba y su término, el Concejo de Sevilla y su término junto con los Concejos de los otros lugares que integraron la Hermandad de 1295 y los hijos del Señor de Bedmar además del Concejo de Úbeda y su término, la Hermandad del Obispado de Jaén y Juan Sánchez de Bedmar, con la idea de que “esto sea guardado e firme e estable para siempre jamás” entre todos y cada uno de los firmantes. Y así entramos en los hechos que nos narra la Leyenda, al tiempo que destacamos la importancia que nuestra Villa tuvo en la conformación de la Conciencia Regional Andaluza, dada su importante posición geoestratégica en la Baja Edad Media.

En el lado nazarí señalar que nada más acceder al trono nazarí, Muhammad III prosiguió la política de incursiones en territorios castellanoleoneses tomando la villa fortificada de Bedmar, donde se apoderó de un cuantioso botín que repartió generosamente entre su milicia mercenaria magrebí y cogió varios prisioneros de gran categoría, uno de los cuales, de carácter femenino, daría lugar a la leyenda de una heroína bedmarense, en ese año de 1302, según la Crónica de Fernando IV de Castilla, en su capítulo XVIII: “…Muhammad III conquistó la villa de Bedmar y su Castillo y otros castillos de su comarca y en aquel castillo, cautivó a Doña María Ximénez, mujer de Alonso (Sancho) Sánchez de Bedmar y a Juan Sánchez y a Ximen Peres, sus hijos…”, siendo todos conducidos a Granada. Muhammad, a pesar de su “ceguera” en el año 1304, consolidaría tales conquistas diplomáticamente por el Tratado de Córdoba, donde se reconocía la autoridad de Castilla sobre Tarifa y la de Granada sobre Alcaudete, Quesada, Bedmar, Cuadros y Chunguín, así como el vasallaje y el pago de parias importantes en favor de Castilla y la firma de una tregua de siete años. Por tal motivo en una carta de Fernando IV al rey Jaime de Aragón, de diciembre de 1308 [ARCHIVO REAL DE LA CORONA DE ARAGÓN, Carta en pergamino nº 88 que fue publicada en Memorias de D. Fernando IV de Castilla, tomo II. Colección Diplomática. Madrid, 1860, pp. 623-625], en busca de una alianza, por la cual le hacía merced de la sexta parte de lo conquistado a Granada, aunque le advierte de que “en esta conquista que no entren los castiellos de yuso escriptos que fueron nuestros, los quales son estos: Quesada con sus términos et con sus pertinencias. Becmar con el val et los logares suyos. Alcaudete locorum et Arenas con sus términos”. Todo esto le acarrearía la enemistas de los Benimerines, cuyo sultán, le arrebató a María Jiménez. Tras someter la rebelión desencadenada por el gobernador de Guadix, Abu al-Hachach Ibn Nasr, en el año 1306 Muhammad III se apoderó de Ceuta logrando en los años posteriores extender el dominio nazarí sobre varios puertos y fortalezas próximas a la misma, aprovechándose de los graves disturbios internos y del vacío de poder en el reino benimerí como consecuencia de la muerte, en el año 1307, del emir Abu Yacub Yusuf. Estas conquistas fueron las únicas logradas por los sultanes nazaríes en tierras norteafricanas, pero duraron muy poco tiempo, ya que la reacción benimerín llegó con la subida al trono de Abu al-Rabi (1308-1310), emir que obligó al nazarí a firmar la paz y a abandonar las posesiones conquistadas.

La Leyenda.-Muhammad III –(Abu Abd Allah Muhammad Ibn Muhammad [Granada, 15/VIII/1257-Almunécar, 21/I/1314], tercer rey nazarí de Granada, reinó entre 1302 y 1309 como Muhammad III, y fue conocido con el sobrenombre de al-Makhlu debido a que en 1309, fue obligado a abdicar a favor de su hermano Nasr)- cuando hubo organizado su Reino, tras su acceso al Trono Nazarí de Granada en 1302, y dado su carácter nada impetuoso, pero muy maduro, dada su edad -44 años-, decidió definir su política de Estado, consciente de que debía de fortalecer el reino, no ceder ante nada ni ante nadie, mostrarse fuerte con sus enemigos y sobre todo engrandecer Granada, dejando de ser Emir y comenzar a denominarse como Sultán-Rey. Pero su principal problema era Castilla, por lo que hubo de deliberar con todos los miembros de su corte. De esa reunión salió la decisión de enfrentarse a Castilla, un reino, que en esos momentos no tenía la fuerza y el prestigio de antaño. Sólo unos meses después de ocupar el Trono buscó el lugar más propicio para atacar a los castellanos, a su mejor arraez y a la fuerza militar más preparada –(Los Combatientes de la Fe, venidos del Norte de África: Los Benimerines)- para llevar a efecto su empresa militar.

Escudo de Armas de Muhammad III con el lema al-afiyya (salud, bienestar…), de oro sobre fondo rojo.

Muhammad llamó a su sayj al-guza, su jefe para encargarle el ataque a la ciudad castellana de ALMANDHAR (Bedmar), una fortaleza fronteriza de Castilla con el Reino de Granada. Ahí daría su primera lección, su primer puñetazo encima de la mesa en la que se estaba jugando la partida de ajedrez diplomático y militar, de la que saldría la supremacía de una de las dos razas. Después de muchos años de retrocesos y derrotas tocaba a esta parte la iniciativa. Los ejércitos benimerines salieron desde Granada hacia los Puertos del Norte. Les acompañaban destacamentos de Caballería Granadina, expertos conocedores del terreno y de las defensas de las Fortalezas cristianas. Atravesaron las llanuras cercanas a Granada. A su izquierda quedó la fortaleza de Colomera, a su derecha el castillo de Piñar, recibieron información de sus destacamentos en el Torreón de Cardela, continuaron dejando a la izquierda los castillos de Montejicar, de Huelma y un amanecer se presentaron ante la fortaleza de Bedmar. Los Benimerines eran expertos en el asalto de las fortalezas. Y en Bedmar ni se les esperaba. Era una plaza mal defendida. En realidad sus habitantes vivían ajenos al peligro, disfrutando la plácida existencia de los pueblos del Sur de España. De buenas a primeras se encontraron cercados por un poderosísimo ejército.

El ataque fue feroz. Los granadinos venían provistos de ingenios y máquinas de guerra que aplicaban a los muros hasta asaltarlos rápida y eficazmente. Como la defensa era escasa abrieron brechas y portillas y entraron a sangre y fuego matando a quien podía empuñar una espada o una lanza. Un asalto suponía matar a los defensores y apoderarse de todas las riquezas que existieran en las fortalezas. En Bedmar había tesoros de oro, de plata, joyas, telas lindas y tapices bordados en Oriente. Todo pasó a manos de los granadinos. ¿Y los habitantes de Bedmar, sus soldados, sus jóvenes, sus doncellas? Seguramente estaban escondidos en las cuevas más recónditas o en rincones inverosímiles. ¡Les buscarían! ¡Les llevarían esclavos a Granada!. En un rincón del Castillo algún caballero granadino encontró un tesoro de valor incalculable. Acurrucados debajo de piedras, de sacos viejos y cacharros antiguos, muertos de miedo, aparecieron don Sancho Sánchez de Bedmar, Señor del Castillo, Juan Sánchez, su hijo y Gimén Pérez, su fiel servidor. Y sollozando, debajo de todos ellos, encontraron a una mujer de belleza increíble llamada doña María Jiménez. Era la esposa de don Sancho y madre de su hijo. Pero nadie lo diría. Su juventud y belleza le hacían parecer una doncella. Con todo, por los grupos de asaltantes se fue extendiendo el rumor de que habían capturado a una mujer de gran belleza y que sería llevada a Granada como presente para el rey Muhammad.

En las descripciones del tercer rey nazarí se pueden leer sus poesías de amor, de deseo, relatando amores imposibles, no correspondidos y describiendo escenas de amor en las noches preciosas de Granada. Era, por tanto, un hombre enamoradizo. Seguramente un mujeriego empedernido que nos describe en bellas casidas unas escenas de amor muy bonitas: ¡Oh cuántas noches pasé bebiendo el vino de sus labios rojos! Fue un rey desdichado, como veremos a continuación, al ver a su amada en brazos de otro y sufrir en silencio: Oculté mi dolencia a la vista de los hombres pero se hizo evidente mi amor, después de haber estado oculto. Ahora he perdido su unión, sin haber faltado a un pacto, al que temo que ella si haya faltado. Y es que Muhammad era un hombre sediento de amor y bastante convencional. Tenemos delante a un Rey Nazarí implorando ser correspondido en el amor. El tópico lo retrata en harenes inmensos y a las huríes eternamente complacientes con sus dueños. Pues no es así en este caso.

De esa expedición vuelven victoriosos, cargados de inmenso y rico botín en oro, joyas, telas riquísimas. En el centro de la expedición viene un carro que han capturado en Bedmar. Montada en el carro entra en Granada la noble y bella Señora, rodeada de otras doncellas tomadas también como esclavas. La conmoción en Granada fue inmensa. El pueblo sentía una satisfacción enorme. Los soldados volvían victoriosos de la primera acción de guerra emprendida por su Rey, nada menos que contra Castilla. Y encima, además de todo eso, cargados de riquezas, botín inimaginable en otras expediciones. Y por si esto fuera poco traían una bellísima y noble esclava cristiana. Imposible imaginar en tan poco tiempo de reinado. Para un noble musulmán era un lujo disponer de una esclava cristiana. Sólo muy pocos y en muy contadas ocasiones pudieron darse ese gustazo. Y en todos los casos, lejos de ultrajarla, intentaban su conquista con una galantería propia de otros tiempos. Este hecho colmó de gloria a Muhammad por dos razones. Por haber vencido a los castellanos y por disponer de una noble esclava cristiana, que como es natural se dispuso a conquistar. El caso es que le gustaba.

Los Benimerines se apresuraron a notificar a su Emir, que estaba en Fez, la nueva de su expedición victoriosa y de la esclava que habían conducido a Granada. El africano no se lo pensó dos veces y envió mensajeros para pedir a Muhammad la esclava para sí. La petición no era una exigencia sino más bien un ruego encarecido. Deseaba lucirla por los Palacios de Fez para que sus nobles conocieran su poder. Muhammad se lo pensó detenidamente. Era un perdido enamoradizo, como ya hemos visto, y estaba loco por ella. La deseaba ardientemente. Sin embargo no era un ser tan alocado como para anteponerla a cualquier cosa. Le repugnaba enviársela al sucio, despreciable Emir de los Benimerines. Sin embargo le convenía estar a bien con él. ¿Iba a enfrentarse a su aliado de conveniencia por el amor de una esclava cristiana? Verdaderamente eso era lo que le pedía el cuerpo pero no lo haría. El interés de su Reino le decía otra cosa. Días después con todo el dolor de su alma, envió la esclava a la Corte del Emir africano. E inmediatamente se olvidó de amores imposibles y se dedicó a lo práctico que para el caso era hacer la guerra”.

La verdadera historia de D. Sancho Sánchez.- Sancho Sánchez había formado una Hermandad en 1292, con otros Concejos, tales como Córdoba, Jaén, Úbeda, Baeza y Andújar, entre otros, para defenderse de los nazaríes que atacaban constantemente la frontera giennense en las Depresiones Subbéticas. Cuando en 1295 se constituyó una nueva Carta de Hermandad, en la que se incluyó Bedmar, ya no figuraba Sancho Sánchez, sino sus hijos, Juan Sánchez y Ximén Pérez, lo que significaba que por esas fechas, Dª. María Jiménez era ya viuda. Los convenios y hermandades no libraron a la villa de Bedmar de los asaltos de los granadinos y así vemos como en 1302 las tropas granadinas pusieron cerco a Bedmar y a su Castillo. El asedio fue muy largo y la defensa encarnizada. Responsables de ello fueron tanto los hijos de Sancho Sánchez como su viuda, que supieron alentar a los defensores bedmareños una resistencia heroica, hasta el punto de que las tropas nazaríes no entraron en Bedmar hasta el año siguiente de 1303. Las consecuencias fueron fatales para los bedmarenses. La mayoría de ellos fueron muertos tras el último asalto y sólo unos pocos quedaron con vida y trasladados en calidad de cautivos a Granada. Entre ese puñado de heroicos supervivientes estaban la viuda María Jiménez y sus dos hijos: Juan Sánchez y Ximén Pérez. No se conoce bien el destino que sufrieron estos últimos. Si fueron rescatados o murieron en cautiverio. Las Crónicas de la Orden de la Merced que relatan las redenciones de cristianos en manos de los musulmanes son muy escuetas en los años inmediatos posteriores a estos hechos, sin que podamos deducir ninguna pista respecto al destino de los Hermanos “Bedmar”. Se da cuenta de una redención en Andalucía el año 1304, rescatando los Mercedarios a 109 cautivos, “que restituyeron a sus hogares”. No se especifica quienes se rescataron, ni sus circunstancias personales. Otra redención, realizada igualmente en Granada por los Mercedarios en 1305, tampoco presenta datos que nos puedan guiar sobre el destino de los Sánchez Pérez.

 

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