POR JOSÉ MANUEL TROYANO VIEDMA, CRONISTA OFICIAL DE LAS VILLAS DE BEDMAR Y DE GARCIEZ (JAÉN)
IIº. Las posiciones políticas del Gobierno Español con respecto al Protectorado Español en Marruecos (1920-1921).-
En la Península, en el plano político-social, coexistían dos corrientes opuestas respecto a la intervención española en Marruecos. Una, impulsada por el Gobierno y la clase financiera, defendía que la única forma de poder volver a introducir a España en el círculo de las grandes potencias europeas, tras el desastre del 98, era intervenir militarmente en un momento en el que el prestigio de un país se medía en función de la posesión de colonias; la otra, representada por el regeneracionismo de D. Joaquín Costa y de otros sectores marginales del sistema de la Restauración (PSOE, partidos anarquistas etc…) que se mostraba anticolonialista y antimilitarista. En este escenario, el 12/II/1920 el general D. Manuel Fernández Silvestre tomaba posesión del cargo de Comandante General de Melilla, y con su mente puesta en llegar a la Bahía de Alhucemas, centro de la insurgencia rifeña, entre mayo de 1920 y julio de 1921. Y así lo hizo. Fernández Silvestre inició una campaña progresiva que le hizo avanzar e internarse cerca de ciento treinta kilómetros en territorio hostil, estableciendo numerosas posiciones defensivas, muchas de ellas simples “blocaos”, en un intento de acabar con la oposición existente y establecer una sólida base desde la que operar contra el principal líder insurgente de las cabilas rifeñas Ab el Krim. Estas operaciones, en principio exitosas, no contaron con el apoyo de su superior el general Dámaso Berenguer, Alto Comisario Español en Marruecos, encargado de ocupar la zona occidental del Protectorado con base en Ceuta. Fernández Silvestre no coordinó sus operaciones con él llegando incluso a adoptar decisiones precipitadas, inoportunas e incluso temerarias que llevarían a sus tropas al desastre, debido a que la situación de muchas de las posiciones establecidas era inapropiada, sin posibilidad alguna de recibir auxilio y, algo que fue determinante, sin acceso a una fuente segura de aprovisionamiento de agua que condenaba, caso de producirse un asedio, a la casi segura muerte o rendición de sus defensores.
El uno de junio de 1921 comenzaría la pesadilla de Annual. Ese día se tomó Abarrán, la posición más avanzada en el frente junto a las ya tomadas de Sidi Dris y Afrau, en la costa. El mismo día de la ocupación de Abarrán la guarnición española fue masacrada, marcando el comienzo de una insurrección general que se haría patente el 17/VII/1921, fecha en la que fue atacada la posición de Igüeriben, pereciendo casi toda la guarnición, tras cuatro días de heroica resistencia. Casi al mismo tiempo sería la base de Annual, cercana a la anterior, la que sufriera el acoso, estando en la posición el General Fernández Silvestre al frente de su Estado Mayor y con una guarnición cercana a los seis mil hombres. Las comunicaciones eran malas y no tardarían en aparecer los primeros problemas de abastecimiento de material bélico, víveres y agua. Ante tal situación se adoptó la decisión, el veintidós de julio, de evacuar a toda la guarnición hacia Dar Drius y las de las pequeñas posiciones defensivas de la zona por la ruta de Ben Tieb al sur, de forma ordenada. Pero lo cierto es que la retirada se convirtió en una marcha desordenada y apresurada que convirtió a las tropas en un blanco fácil y en una carnicería que ya no se detendría hasta su llegada a la posición de Monte Arruit.
Todas y cada una de las posiciones tomadas un año antes fueron cayendo como fichas de dominó: Ben-Tieb, Dar Drius, El Batel, Tistutín, Monte Arruit, Nador y Zeluán, aparte de los numerosos “blocaos” que, indefendibles, quedaron aislados. La mayoría de sus guarniciones fueron torturadas y asesinadas destacando de entre ellas las de Monte Arruit y Zeluán. El propio general D. Manuel Fernández Silvestre pereció en la evacuación de Annual, siendo su segundo al mando, el general D. Felipe Navarro y Ceballos quién dirigió el repliegue desde Dar Drius hasta Monte Arruit donde días más tarde, el 9/VIII/1921, se rendiría ante al asedio al que fue sometido que le privaría de municiones, agua y refuerzos que solicitados a Melilla nunca llegaron, debido a que la insurrección había puesto en grave riesgo a la propia ciudad de Melilla que se salvó in extremis gracias al envío urgente desde la Península de refuerzos y a la lealtad hacia España de una cabila amiga [MOLLINEDO GÓMEZ-ZORRILLA, J. y MARÍN GARRIDO, A. “La Veterinaria Jiennense en el Desastre de Annual”, en Anales de la Real Academia de Ciencias Veterinarias de Andalucía Oriental. Vol. 23 (1). Diciembre, 2010. Pp. 223-225].
Próximo a cumplirse el primer centenario de los hechos aquí evocados, es de justicia destacar, como ya lo han hecho muchos estudiosos de aquellos acontecimientos y, por supuesto, la inmensa mayoría de los testigos oculares que pudieron vivir para contarlo, que frente a actos de indisciplina y cobardía, marcados sin duda por el terror que los actos de la barbarie rifeña infundían, se dieron no pocos actos de heroísmo, unos reconocidos oficialmente y otros no, pero todos merecedores de emocionada admiración, respeto y recuerdo. Muchas son las causas, algunas remotas, otras mucho más próximas, pero todas contribuyeron decisivamente a un resultado tan catastrófico para las tropas españolas que se encontraban, en aquellos fatídicos días, en el llamado Protectorado Español en Marruecos. Aunque no es nuestro objetivo extendernos en la consideración de las causas, sí podríamos señalar: el mal planteamiento estratégico y táctico de las operaciones, la falta de preparación e inexperiencia de las tropas, la arriesgada condescendencia con las cabilas sometidas y que permanecían armadas, la improvisación e incompetencia de algunos mandos, la elección de asentamientos sin valor estratégico, mal fortificados, y que se convertían en verdaderas trampas, enormes dificultades para el avituallamiento llegando a la descabellada situación de no disponer de aljibes ni pozos de agua en las posiciones-, el armamento bélico obsoleto, la carencia de material de campaña adecuado para afrontar semejante despliegue en un territorio inhóspito y estéril, con malísimas comunicaciones y mal conocido, las corruptelas, los sobornos a los jefecillos harqueños para mantener la fidelidad a España, la utilización de tropas de la Policía indígena para el combate, etc., etc. Sin embargo, si quisiera centrarme en la actuación de algunos puestos y unidades, y en las actas de las declaraciones efectuadas por los combatientes durante el desarrollo del juicio contradictorio que se llevó a cabo para la concesión de la Laureada colectiva al Regimiento de Alcántara núm. 14; así como las conclusiones del informe del general Picasso, que se realizó para establecer las responsabilidades por el desastre. Antes de referirme a la actuación del Regimiento de Caballería Alcántara 14, quiero hacer una referencia, a modo de homenaje, de la actuación de algunos protagonistas de aquel Desastre. Cuando se iniciaron los acontecimientos, con el ataque rifeño a la posición de Abarrán, -la más adelantada, establecida el otro lado del cauce del río Amekrán, en su margen izquierda, acción de la que algunos jefes rifeños y confidentes advirtieron al general D. Manuel Fernández Silvestre que no debía de realizar, dada la clara oposición de las cabilas más guerreras: Beni Urriagel y Tensaman- el mando español tomó aquel revés como un hecho aislado y, aunque adoptó algunas medidas preventivas, no consideró que supusiera el comienzo de una ofensiva seria por parte de los rifeños. Sin embargo, a continuación le llegó el turno a la posición de Igueriben. Posición que tras cinco días de heroica defensa y en unas condiciones pavorosas y sin agua, sería aniquilada sin que las fuerzas españolas de Annual pudieran socorrerla de manera efectiva tras realizar penosísimos esfuerzos. En Igueriben todos sus defensores tuvieron un bravo comportamiento, siguiendo el ejemplo y coraje de su jefe, el comandante Julio Benítez Benítez.
IIIº. La entrada en acción del joven Teniente de Veterinaria D. Eduardo Caballero Morales con el Regimiento de Caballería “Alcántara 14”.-
A primeros del mes de enero de 1920 aún no se había podido incorporar D. Eduardo Ángel al citado Regimiento por encontrarse enfermo, debido a una artritis traumática, de acuerdo con la comunicación del Capitán General de la 2ª Región Militar, en escrito de fecha 19/I/1920, pasando a situación de reemplazo por enfermo con residencia en Granada. Una vez repuesto de su repentina enfermedad, en marzo de ese año y de acuerdo con una Real Orden de marzo de 1919 se le comunicó que tenía que incorporarse, de manera urgente, a su Regimiento, el Alcántara 14, que en ese momento ya se encontraba destacado en Melilla desde diciembre de 1911 y conformado por más de mil soldados, bajo las órdenes de D. Francisco Manella Corrales (Cádiz, 1/III/1870-Annual, Marruecos, 1921) -[fue nombrado el 22/VII/1920 jefe de la circunscripción de Annual donde había relevado días antes al coronel Arguelles. Por tal motivo el mando del Regimiento recayó en su segundo jefe, el Teniente Coronel D. Fernando Primo de Rivera y Orbaneja. Los dos morirían en combate un año después y ambos fueron enterrados en el frente, al igual que D. Eduardo Caballero Morales, en una fosa común junto a cientos de soldados que le acompañaron en sus últimos días en Annual, muy cerca de la posición que defendían en Tistutín, entre Igueriben e Izzumar, en el infierno de Arruit. Finalmente cuando se pudo desenterrar a los cuerpos que había en esa fosa común, fue muy difícil reconocer a los cadáveres del Regimiento Cazadores de Alcántara, con la excepción del Teniente Coronel, Primo de Ribera, que fue identificado y honrado después, entre otros, mientras que a los no identificados, en mayo de 1928 se les remitió a sus familiares un certificado de desaparecido firmado por el General D. Antonio Losada. Manella Corrales y otros muchos, entre los que se encontraba el Teniente Veterinario D. Eduardo Ángel Caballero Morales]-. En efecto, a él se incorporó D. Eduardo Ángel el día 14/III/1920 y fue destinado a prestar sus servicios en la posición de Kandussi, comunicada con Drius por una una pista a través de Sidi-Aixa Buxada Dar Azugaj que iba a unirse a la carretera de Batel hasta Dar Drius.
Con fecha 6/V/1920 partió de Kandussi para Buxada con orden de incorporarse a la Columna que mandaba el Teniente Coronel del Regimiento, D. Fernando Primo de Rivera y Orbaneja (1879-5/VIII/1921), quien en julio de 1921 protegió con su Regimiento la retirada de Chaif hacia Dar Drius y por la defensa que realizó del Monte Arruit fue propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando, la cual recibiría, a título póstumo, en 1923. Falleció en 1921 en Monte Arruit a causa de las heridas producidas por una granada de la artillería enemiga. D. Fernando, hermano del Dictador D. Miguel Primo de Rivera (1923-1930) y pacificador de Marruecos (1925), ingresó en la Academia de Caballería en 1898 y fue un excelente jinete y campeón de esgrima, que completó su formación militar en la Academia de Caballería de Saumur (Francia) y estaba, antes de su muerte, en posesión de las siguientes distinciones: Cruz del Mérito Militar y de María Cristina, por su actuación en la Campaña de Marruecos y en la que logró su ascenso al grado de Comandante. Tras su fallecimiento, el Rey Alfonso XIII, ordenó que D. Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, figurase como número uno del Escalafón de los Tenientes Coroneles de la Caballería Española, aunque con anterioridad y durante los días 5 al 15/V/1920 llevó a cabo unas operaciones militares en el territorio del Rif oriental, las cuales dieron como resultado la ocupación de las plazas de Haman y Tamarsusit norte, en las que tomó parte el joven Veterinario D. Eduardo Caballero Morales, regresando el día 16/V/1920, de nuevo a Kandussi, plaza situada entre Dar el Quebdani y Segangan, en la que permanecieron hasta mediados del mes de junio, acumulando D. Eduardo Ángel una cierta experiencia militar que le llevaría a ser condecorado por esta y otras acciones militares realizadas en el seno de su Regimiento de Caballería “Alcántara 14”, como se verá.
El 24/VI/1920 salió D. Eduardo Ángel, formando parte del referido Regimiento a las órdenes del Coronel del mismo, D. Rafael Pérez Herrera, y de su segundo, el Teniente Coronel D. Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, y participando, por tanto, en la toma y captura de diversos enclaves como Hammunda, Tamarsisún, Cheif y Albadda para tomar y ocupar las plazas de Chaif y Abadda. Realizada la acción, regresaron en ese mismo día a Buxada, donde permanecieron hasta el día 30 de ese mismo mes, fecha en que regresaron a su base militar de Kandussi.
Entre los días 7-12/VIII/1920 formó parte D. Eduardo Ángel Caballero Morales, Teniente Veterinario 2º, de la columna mandada por el Coronel Pérez Herrera, la cual tomó las posiciones de Tafesit y Midar. Terminada la operación militar, regresaron nuevamente a Kandussi, donde permanecieron las tropas hasta el 8/XI/1920, fecha en que recibieron la orden de marchar a Segangan, plaza en la que permanecieron hasta bien iniciado el año 1921, donde, entre los meses de enero a junio, de 1921, participó en diversas operaciones de abastecimiento y control de las rutas de suministros que ya se extendían hasta Annual, pues no hay que olvidar que siendo el terreno rocoso, con accesos difíciles y en penosas condiciones, el empleo de vehículos a motor era mínimo, quedando la mayor parte de las operaciones de transportes de suministros a cargo de acémilas y mulas que por su especial adaptación para estos menesteres resultaban imprescindibles para mantener la línea del frente conectada y abastecida. De ahí la importancia que tuvo el Cuerpo Veterinario, encargado de mantener en perfecto estado este sistema de transporte imprescindible para la tropa.
Por su participación en todas y cada una de las acciones militares descritas anteriormente, entre marzo y diciembre de 1920, nuestro joven veterinario bedmarense, además de acumular experiencia militar y alcanzar en marzo de 1921, por antigüedad en el Cuerpo, el grado de Teniente Veterinario 2º, fue condecorado con la Cruz de plata con distintivo rojo el día 2/VI/1921 en la plaza militar de Segangan, “por los servicios contraídos en las operaciones realizadas en la toma de nuestro protectorado en África a partir de treinta de junio de 1918 y con anterioridad al cuatro de febrero de 1920 así como al período comprendido entre esta última fecha y el veintiuno de octubre siguiente”. En efecto, en Segangan, fue donde recibió las dos condecoraciones: la primera, ya referida en parte más arriba, por una Real Orden de 2/VI/1921, le fue concedida la Cruz de Plata con distintivo rojo por los servicios prestados y méritos contraídos en las operaciones militares en la Zona del Protectorado Español en África, con pensión vitalicia; y, la segunda, por otra Real Orden de 6/VII/1921, por la que le fue concedido el uso de la Medalla Militar de Marruecos con el pasador “Melilla”, siendo Presidente del Gobierno Allendesalazar y Ministro de la Guerra el Vizconde de Eza, desde finales del mes de marzo de 1921. Un gobierno que nació por el asesinato de D. Eduardo Dato (8/III/1921). [Cfr. Fr. C. “Crónica”, en El Adalid Seráfico. Revista Religiosa Quincenal. Sevilla, 15/III/1921. Año XXI. Nº. 658. P. 72] y cuya Comandancia estaba regida por el General Ardanaz [Fr. C. “Crónica”, en Ibídem. Sevilla, 1/V/1921. Año XXI. Nº 660. P. 141], antes de los sucesos de Annual, operando con su Regimiento desde la base de Kandussi. Ya, bajo las órdenes del Coronel D. Rafael Pérez Herrera y su segundo, el Teniente coronel D. Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, participó en la toma y captura de diversos enclaves como Hammunda, Tafersit, Midar, Tamarsisún, Cheif y Albadda, lo cual da cuenta de su actividad en esos últimos días del mes de julio de 1921.
En la Comandancia Militar de Melilla, en julio de 1921, figuraban los siguientes veterinarios: Veterinarios mayores, comandantes: 27 en el Anuario, 1 en Melilla: D. Baltasar Pérez Velasco, que era el Jefe de Veterinaria Militar de Melilla, había nacido en enero de 1874. En el referido Anuario figuraban 111 Veterinarios 1º (capitanes), de los cuales 8 estaban destinados en Melilla: D. Ladislao Coderque Gómez. D. Agustín Elvira Sadava. D. Bonifacio Llevot Guillén. D. Candelo Corbín Ondarza. D. Gonzalo Espejo del Pozo. D. Luis Plaza García. D. Teófilo de la Ossa Alcázar y D. Clemente Martínez Herrera. Veterinarios 2º (tenientes): 83 en el Anuario, 7 en Melilla: D. Alfredo Jiménez Jiménez. D. Eusebio López Maestre y Barcena. D. Tomás López Sánchez. D. Manuel Ulierte Torres. D. Francisco Acín Martínez. D. Luis Del Valle Cuevas y D. Enrique Ortiz de Landazuri Rodríguez. Veterinarios 3º (alféreces): 44 en el Anuario, 6 en Melilla: D. Eladio Gómez Díaz. D. Luis Doménech Lafuente. D. Eduardo Ángel Caballero Morales. D. José Montero Montero. D. Antonio Morado Gómez y D. Federico López Gutiérrez. En el Anuario Militar de 1921 no aparece el Veterinario 3º D. Vidal Platón Bueno, quien sustituyó en el Alcántara 14 a D. Luis Doménech Lafuente. Por lo que el cuerpo de Veterinaria Militar del Regimiento Alcántara 14, a fecha 1/VII/1921, estaba integrado por los siguientes Veterinarios: D. Eduardo Caballero Morales -(“VETERINARIA MILITAR EN LA COMANDANCIA MILITAR DE MELILLA EN JULIO DE 1921.- Fechas: 1.- Nacimiento. Eduardo Caballero Morales: 5/VIII/1895. 2.- Ingreso. 29/III/1919. 3.- Antigüedad en el empleo. A14 MC”). D. Vidal Platón Bueno y el Capellán 2º, D. José Campoy Irigoyen.
La actuación del Cuerpo Veterinario presente en el Ejército Español de Annual puede calificarse de heroica, teniendo en cuenta que todos ellos eran Oficiales facultativos sin mando de armas. Cinco fueron los Veterinarios que dieron la vida por su país en aquéllos trágicos momentos: D. Tomás López Sánchez. D. Enrique Ortiz de Landáburu. D. Luis del Valle Cuevas. D. Eduardo Ángel Caballero Morales y D. Vidal Platón Bueno. Los tres primeros murieron en la defensa de Zeluán, mientras que los dos últimos se distinguieron con su Regimiento, el Alcántara 14, en la defensa y protección del repliegue de sus compañeros desde El Batel hasta Monte Arruit, entre los días veintitrés y veintinueve de julio y el 2 de agosto, así como en la defensa de esta posición hasta su rendición total el 9/VIII/1921 [Cfr. MOLLINEDO GÓMEZ-ZORRILLA, J. y MARÍN GARRIDO, A. “La Veterinaria Jiennense en el Desastre de Annual”, en Anales de la Real Academia de Ciencias Veterinarias de Andalucía Oriental. Vol. 23 (1). Diciembre, 2010. Pp. 227]. De acuerdo con el Anuario Militar de 1921 figuraban 279 veterinarios en el Ejército Español, de ellos 22 estaban destinados en Melilla, de los cuales 5 murieron en combate. El Regimiento de Alcántara 14 contaba con 858 cabezas de ganado, de un total de 5.338 adscritas a la Comandancia Militar de Melilla.
La Campaña del Rif: 17/VII al 9/VIII/1921.- El General D. Manuel Fernández Silvestre había avanzado hasta Sidi Dris desde Melilla, estableciendo posiciones defensivas o “blocaos” que carecían de agua y sin las infraestructuras necesarias para poder garantizar suministros, al tiempo que estableció el campamento principal en Annual.
El 21/VII/1921 pasó D. Eduardo a formar parte de la columna que mandaba el Teniente Coronel D. Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, saliendo con destino hacia Annual desde Dar Drius, asistiendo al intento de llevar aprovisionamiento a la posición de Igueriben, sin conseguirlo, regresando nuevamente a su base de Dar Drius donde pernoctaron. Una gesta, la de Igueriben, que no pasaría desapercibida para la historia, debido a que en 1923, el pintor D. Antonio Muñoz Degrain, tras su regreso a Málaga, para recibir por parte de la ciudad un emotivo homenaje, el Municipio le encargó la realización de una obra de Historia Contemporánea donde se escenificase la hazaña del Comandante Benítez durante la Guerra del Rif, en el cerco de Igueriben, presidida por la frase que telegrafió al General D. Manuel Fernández Silvestre el 17/VII/1921: “Los de Igueriben mueren pero no se rinden”. Dicha obra, aunque inacabada, a la muerte del pintor, ingresó en el Museo de la ciudad en la década de 1940, al ser esta una obra que por decisión del propio Muñoz Degrain, decidió realizarla, en base al “valor en Málaga”, con el fin de regalársela al Ayuntamiento, como se expone con clara constancia en la correspondencia que cursó con el alcalde de Málaga en esos años, D. José Gálvez Ginachero.
La situación, que ya era trágica, empeoró aún más. Desde Annual fueron incapaces de ayudar a los cercados y el Comandante Benítez quedó abandonado a su suerte. Moriría junto a 339 de sus 350 soldados. Cuando cayó definitivamente la posición, hacia las seis de la tarde del día 21, los escuadrones del Alcántara 14 fueron enviados de vuelta a Dar Drius. Por su heroísmo en la defensa de Igueriben, les fue concedida al Comandante Benítez y al capitán de la Paz Orduña, la Cruz Laureada de San Fernando.
“En Igueriben el tétanos y la gangrena comenzaron a hacer estragos entre los enfermos y heridos, y algunos, consumidos por la fiebre y abrasados por la sed comenzaron a dar signos de locura”, escribiría el Teniente D. Luis Casado Escudero, único oficial superviviente, en un libro publicado años más tarde, titulado Igueriben, relato auténtico por el único oficial superviviente -que sería reimpreso por sus nietos en una tirada exclusiva para la familia- “lo que más nos atormentaba era la sed, aquella sed!…” –( El Teniente D. Luis Casado fue fusilado en Melilla el 23/VII/1936, por su negativa a sumarse a la sublevación militar del General Francisco Franco)-.
El General D. Manuel Fernández Silvestre había comprendido de golpe que estaba rodeado en proporción de uno a cuatro y que carecía de provisiones. Cuando ya era demasiado tarde, quiso evitar que le cortasen la eventual retirada por la carretera que iba de Annual a Melilla y que pasaba por a Ben Tieb, Dar Drius, Batel, Titsutin, Monte Arruit, y Nador. Por si fuera poco, las unidades de Regulares de Policía indígena, teóricamente leales y que defendían diversas posiciones clave para asegurar el campamento de Annual, se rebelaron asesinando a los oficiales españoles y pasándose al enemigo. Después de algunos titubeos y tras un consejo de guerra, Fernández Silvestre dispuso entonces lo necesario para abandonar el campamento a primera hora de la mañana. Lo que sucedió aquel 22 de julio es conocido. En cuestión de horas, el repliegue se convirtió, primero, en franca retirada, y después, en desbandada general. Cuando hacia las doce de la mañana los hombres de Fernando Primo de Rivera llegaban desde Dar Drius hasta el alto de Izummar (750 metros) para proteger de forma ordenada el repliegue general, aparecieron los hombres de Annual que corrían ya despavoridos por el desfiladero que consistía en una serie de gargantas y barrancos que descendían desde el alto. Las dos columnas habían rebasado el puente sin dar tiempo a que la caballería tomara posiciones para repeler el fuego enemigo, que dominaba las alturas. El resultado fue una carrera despavorida en la que se mezclaron oficiales con la tropa, servicios de intendencia y heridos en confuso tropel. Primero se calmó a los que huían y se puso algo de orden obligándoles a marchar entre la formación del Regimiento, sin rebasarla, para protegerles del fuego que recibían desde las cotas inmediatas. El Alcántara 14 comenzó a enviar pequeñas partidas a ocupar las alturas y desalojar al enemigo, que evitaba la confrontación directa. Una vez pasó la columna de Annual, se continuó haciendo fuego sobre el enemigo y acabando con él en su totalidad hasta la llegada a Ben Tieb, donde dejaron a los soldados heridos de la columna de Annual que habían transportado en la grupa de los caballos.
El día 22, D. Eduardo Ángel, formando parte de la misma columna compuesta por los cinco escuadrones del Regimiento, cuatro de sables y uno de ametralladoras –(461 hombres, 22 oficiales y 439 de tropa)-, partió de nuevo con destino a Annual, asistiendo en las inmediaciones de Izumar a la retirada de la Columna procedente de Annual, formando parte de la extrema retaguardia con la suya, de tal forma que pudieran contribuir a contener al enemigo y poder retirarse a Dar Drius, plaza en la que pernoctaron, una vez más, debido a que el Regimiento Alcántara 14 fue el elegido, de nuevo, para cubrir la retirada y repliegue de las tropas del General Navarro desde las posiciones de Dar Drius al Batel, Tistutín y Monte Arruit, entre los días 23 y 29/VII/1921.
El día 23 al mando del Teniente Coronel D. Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, tomó parte en las brillantes cargas dadas en el cauce seco del río Igan para desalojar al enemigo que se encontraba bien parapetado tras los riscos que flanqueaban sus orillas, e impedía el paso de los camiones repletos de heridos y a los restos de un ejército aterrado y en desbandada “calzado con alpargatas y sin experiencia en combate”, tras recibir Primo de Rivera la orden del General Navarro.
Atentos a la arenga del Jefe del Regimiento, y expectantes ante el cariz que estaba tomando la desigual pelea, los tres Tenientes Veterinarios Terceros –asimilados a Tenientes segundos-, también los maestros herradores, se dieron cuenta de que había llegado, también para ellos, la hora del sacrificio. Pese a ser “Oficiales Facultativos” (sin mando de armas) tenían profundamente arraigado el sentimiento de que, por encima de todo, eran Oficiales del Regimiento de “Alcántara 14”, que en esa tarde del 23 de julio, y en esos momentos de gravísimo peligro para su Regimiento, iban a intentar conciliar lo aprendido en sus respectivas Facultades de Veterinaria con la asignatura sublime del amor a España, representada en la defensa del glorioso Estandarte del Regimiento; y así, transformados en un momento en Oficiales de Caballería, intentaron cubrir las numerosas bajas de sus compañeros de Arma, cargando con brío contra las posiciones rifeñas. Esa tarde, el Cuerpo de Veterinaria Militar se cubrió de gloria merced al valor y al arrojo de tres de sus más modestos representantes: los Alféreces –asimilados a Tenientes- D. JUAN MONTERO MONTERO, D. VIDAL PLATÓN BUENO y D. EDUARDO ÁNGEL CABALLERO MORALES, ofrendando estos dos últimos su vida a la Patria al morir heroicamente en las acciones de tan señalados días.
No tardó el Teniente Coronel Primo de Rivera en acudir al encuentro de sus soldados caídos sobre las ardientes arenas marroquíes. Milagrosamente ileso, aunque una bala rifeña, como se ha visto, le mató a su caballo, en los combates del día 23 de ese mes de julio. Pero Primo de Rivera no se amedrentó y llamó a los oficiales y les dijo: “Vamos a volver a cargar. Nos reagruparemos donde hemos dejado los carros, en la carretera”. A continuación, se dirigió a los soldados y les arengó de esta manera: “La situación, como pueden ustedes ver, es crítica. Ha llegado el momento de sacrificarse por la Patria cumpliendo la sagrada misión del Arma. Que cada cual ocupe su puesto y cumpla con su deber… Vamos a por ellos, nuestros compañeros nos necesitan. Si no lo hacéis, vuestras madres, vuestras mujeres, vuestras novias, dirán que somos unos cobardes. Vamos a demostrar que no lo somos”. Los soldados levantaron sus sables y gritaron “¡¡¡Viva España!!!”. “No tenemos miedo, mi teniente coronel”, le dijeron todos ellos. Ante tal ardor militar el teniente coronel Primo de Rivera mandó que los escuadrones formasen en línea de a cuatro, y con voz fuerte y timbrada, arengó a sus soldados, con las palabras antes señaladas, las cuales había transmitido primero a sus oficiales. A su lado, ocupando su puesto en formación, a dos largos de caballo y a la izquierda del que monta el jefe, esperando con el clarín pegado a los labios la orden de este para dar los toques reglamentarios, se encontraba un joven trompeta, al que, según escribe Cañete Páez, se dirigió: “El teniente coronel lo mira fijamente y compadecido quizás por su extrema juventud, le ordena retirarse a retaguardia junto al resto de la banda, pues no lo necesita, le dice, toda vez que mandará el Regimiento a la voz. El joven trompetilla hace como que obedece y simula retirarse, pero en su mente resuena aún con fuerza la fórmula de su reciente juramento al Estandarte, en lo que dice de Obedecer y respetar siempre a vuestros jefes, no abandonarles nunca…”. Puesto el Regimiento al paso, el teniente coronel desenvainó la espada y a la voz ordenó a sus escuadrones: ¡Saquen… Sables! y los sables de los jinetes del Alcántara 14 brillaron refulgentes cual rayos cegadores al salir de sus vainas, mientras golpean con sus espuelas los ijares de sus caballos para pasar al trote y alcanzar poco después el galope. De nuevo suena potente la voz del teniente coronel Primo de Rivera ordenando: !Para cargar! Y acto seguido da la voz ejecutiva: “¡Carguen! VIVA ESPAÑA”, sobre un Regimiento que había sufrido ya un enorme quebranto; exhaustos y atormentados por la sed, bajo el ardiente sol africano, a cuyo frente se encontraba Primo de Rivera, erguido sobre Vendimiar, un magnífico ejemplar de caballo español que perecería, como ya se ha señalado anteriormente, bajo las balas rifeñas al final de la tercera carga -aún herirían en el hocico a su segundo caballo Carbonero- arengando y dando ánimos de forma constante a sus soldados.
Esa valerosa unidad daría su última carga (la octava), si bien, y dado el grado de extenuación de jinetes y caballos, se va a producir un hecho histórico en los anales de la Caballería. El Regimiento, altamente disminuido por el gran número de bajas, va a dar esta última carga con los caballos ¡Al paso!. Para entonces uno de los trompetillas, de los trece con que cuenta el Regimiento, ya había muerto. En la extrema retaguardia se encontraba formada a caballo la Banda regimental integrada por jovencísimos educandos de trompeta, al mando del suboficial maestro de Banda del Regimiento, junto a los tres oficiales veterinarios, el capellán y el teniente médico. En orden de combate primero desenvainaron los sables, luego avanzaron al paso, después al trote, preparados para la carga y tras recibir la orden de “carguen”, el Regimiento entero cabalgó con ardor militar hacia los riscos de las márgenes del río Igan, bajo una lluvia de plomo de los rifeños, los cuales, bien asentados en sus posiciones, no se retiraron. Hasta ocho cargas, tras reagrupar a sus efectivos supervivientes, lanzó el Teniente Coronel Primo de Rivera y Orbaneja. Ataques a los que se sumaron –sin recibir órdenes expresas para ello- los Oficiales Veterinarios y los jovencísimos 13 Trompetas -protagonistas de aquella gesta, fueron también, un grupo de muchachos, casi niños, algunos procedentes del hospicio, y que fueron acogidos y educados por la comunidad de religiosas del centro benéfico durante los primeros catorce años de su vida, y que pasaron a sentar plaza como educando de banda (trompetas o clarín de órdenes) para seguir posteriormente la carrera de las armas. Como tales voluntarios ingresaban, por un periodo de cuatro años-, de los que no sobrevivió ninguno; pero al fin los restos del Regimiento, a pie, con el sable en la mano y casi sin efectivos, rompieron las líneas de los rifeños y les obligaron a huir de sus posiciones, salvándose la columna del General Navarro de momento.
De los aproximadamente 220 efectivos de la unidad, ese día cayeron en las cargas suicidas cerca de 180. Cuando los últimos soldados hubieron pasado el río Igan, los supervivientes de los escuadrones se reunieron en la carretera con la columna por no tener ya efectivos para desplegarse, consiguiendo llegar a Batel. La penosa epopeya, sin embargo, no había concluido. Como ha escrito el comandante de Infantería Francisco Ángel Cañete Páez, en su emotivo artículo “La muerte heroica de un educando de banda”, dedicado “a los gloriosos jinetes del Regimiento de Caballería Alcántara nº 14 (veterinarios y educandos incluidos), que en la tarde del 23/VII/1921, ofrendaron su vida a la Patria, al cumplirse el LXXXV aniversario de su heroico y sublime sacrificio”.
El 23 de julio, un día interminable fue el día más duro para la unidad. Se ordenó al Regimiento que se dirigiera a cubrir a las tropas de Ababda, Ain Kert, Azib de Midar, Cheif, Karra Midar y Tafersit. En ese momento, los jinetes se dividieron en secciones para poder cubrir un mayor terreno y participar en todas las retiradas posibles de las diferentes “columnas” de soldados españoles que huían. 700 hombres de Caballería del Alcántara 14 les tuvieron así que dar protección a miles de soldados que huían despavoridos hasta llegar a la ciudad segura de Dar Drius. Una de las primeras de estas columnas que entró en combate fue la de Cheif, la cual fue duramente atacada. Los jinetes del Alcántara 14 encargados de su protección no lo dudaron y cabalgaron en su ayuda. El Teniente Coronel Primo de Rivera salió con los Escuadrones al galope haciendo varias cargas, llegando al cuerpo a cuerpo y persiguiendo con fuego al enemigo para aniquilarlo o dispersarlo. Sin embargo, aunque los soldados que huían se consiguieron salvar, la unidad sufrió muchas pérdidas. La columna de Cheif llego a Drius y los escuadrones del Alcántara 14 también, pero con más de 70 heridos y muertos. “Eran las 11 de la mañana”, explica Sanz y Calabria. Media hora después salió una Sección a proteger el repliegue de la posición de Karra Midar, y después de comer, ya sobre las doce del mediodía salieron todos los escuadrones para cubrir la retirada de Tafersit y Azib de Midar, que eran hostigadas con abundante fuego de fusilería. El Regimiento cargó contra ellos dispersándolos y matando a algunos de ellos. Abatidos, desordenados, sin material, que habían ido abandonando en el camino, finalmente, y gracias a la actuación del Alcántara 14, los restos de la tropa llegaron al fuerte de Dar Drius entre las primeras horas de la tarde y el anochecer, según recogen los numerosos testimonios que se incluyeron en el expediente elaborado por el General D. Juan Picasso entre 1921 y 1922 para tratar de esclarecer los hechos –Informe Picasso-. Miles de combatientes habían muerto en cuestión de horas, entre ellos, muchos de los jinetes del Alcántara 14 (100 según algunas versiones), que a pesar del terrible esfuerzo mantenían suficiente número de efectivos y caballos -unos 300- al terminar el día. En Dar Drius aprovecharon para dar de beber a los caballos y para descansar unas horas. El general Navarro y el teniente coronel Primo de Rivera reorganizaron la maltrecha columna y esa misma tarde enviaron un primer convoy con heridos a Batel. Las órdenes de Melilla fueron las de continuar la retirada, que se planificó para el día siguiente debido al extremo cansancio, la sed y el hambre de todos, incluyendo los caballos y el ganado. Se organizó un nuevo convoy de heridos que partió a primeras horas de la mañana hacia Batel en los camiones y vehículos que se encontraban en Dar Drius y que de nuevo protegieron los jinetes de los escuadrones. Este convoy, que fue atacado por las harcas a su llegada al río Igan, sería el que encontraron, con sus integrantes muertos, los soldados de la columna de Navarro unas horas más tarde en la emboscada del río seco.
En el río Igan se quedaron atascados algunos vehículos que fueron tiroteados por los rebeldes. Por ello, se ordenó a los jinetes proteger el camino de este convoy tras todas las cargas que ya habían realizado. Era la una y media cuando el Alcántara montó de nuevo y partió. Tras férreos combates, los jinetes llegaron con dificultades hasta el río, donde los vehículos (la mayoría ambulancias) habían sido destrozados y sus conductores asesinados cruelmente. Tras conocer el destino de sus compañeros, los jinetes del Alcántara volvieron a protagonizar una nueva carga como venganza. Cada vez aumentaba más el número de bajas. Sobre las dos de la tarde de aquel caluroso 23 de julio, la columna de los hombres llegó al paso del río Igan. Allí desaparecería como tal el Regimiento de Cazadores número 14 Alcántara. El teniente coronel Primo de Rivera desplegó sus escuadrones a ambos lados de la carretera, el 1, el 2 y el 4 a la derecha, y el 3 y el 5 a la izquierda. Las lomas que se formaban en las laderas del río, que cruzaba la carretera, facilitaban la emboscada. Como en Izummar, aunque menos abrupto, los rifeños dominaban las alturas. Fue entonces cuando comenzaron las cargas, pendiente arriba, de los jinetes. El teniente coronel Primo de Rivera sabía que esos puntos serían imposibles de franquear por la columna en el estado en el que estaba, y, ya bajo intenso fuego, ordenó el ataque a los rebeldes. Así, y con una fuerza muy inferior en número a los marroquíes, los jinetes del Alcántara se lanzaron contra sus líneas. Sabían que probablemente morirían, pero eso no les detuvo. Aquella sería la última carga del Alcántara. Al llegar al cuerpo a cuerpo, y ante la imposibilidad de usar sus carabinas Mauser por falta de espacio, los jinetes se decidieron a combatir con su espada-sable “Puerto Seguro” (declarada reglamentaria en 1908, esta espada recta debe su nombre al marqués de Puerto Seguro y sería la última espada de caballería que blandieron nuestros jinetes antes de pasar a ser un glorioso recuerdo). La lucha fue sangrienta e, incluso, los miembros del Alcántara se vieron obligados en alguna ocasión a retirarse y reagruparse, pero sólo fue para cargar nuevamente contra el enemigo con mucho más ímpetu. Finalmente, no sólo lograron entretener a los rifeños, sino que les vencieron y les obligaron a huir.
Las cifras son diferentes según las fuentes que tratamos. Lo que todas las fuentes señalan es que las bajas de la unidad llegaron a ser mayores de un 80%. El coronel jefe del Regimiento de Caballería Alcántara nº 10 señalaba los siguientes datos: “El estadillo final de los participantes del Regimiento en las operaciones habla por sí solo: De 4 jefes, 3 resultaron muertos y uno herido: de 30 oficiales, 21 muertos, 4 heridos y 4 prisioneros; de 6 suboficiales, 5 muertos, y uno prisionero; de 20 sargentos, 18 heridos y uno prisionero; de 14 herradores, 11 muertos y 2 prisioneros; de 63 cabos, 53 muertos y 6 prisioneros; de 13 trompetas, 13 muertos; de 17 soldados de primera, 14 muertos y 2 heridos y de 524 soldados de segunda, 403 muertos y 53 prisioneros”.
La gesta fue brillante, pero para lograr sus objetivos, de los 691 hombres que formaban el Regimiento al toque de diana, al pasar la reglamentaria lista de Retreta en la noche de ese día 23, 541 habían muerto en combate -entre los muertos se encontraban los 13 jovencísimos trompetas que formaban la banda-, 5 fueron heridos –aunque fueron rematados por los rifeños con una crueldad indescriptible- y 78 fueron hechos prisioneros por los harqueños. Total 624 bajas y tan sólo 67 jinetes, totalmente extenuados, consiguieron que el camino quedara por fin expedito, y se restableció el paso a Batel. Allí llegó la columna, que había sido hostilizada constantemente, sin poder recoger tantas bajas causadas por el intenso fuego enemigo y dirigirse después hasta Tistutin, donde llegaron el día 25, donde se reorganizaron, agotando todas las reservas de agua y provisiones. La mayoría de los caballos murió de sed, y los pocos que quedaron se emplearon para transportar a los heridos. Los escasos supervivientes del Alcántara comenzaron a luchar pie a tierra desde ese momento y donde pudieron defenderse hasta el día 28 de julio, de acuerdo con la transcripción literal que se encuentra en las páginas del Expediente Annual, en la que el Herrador de 3ª, D. Macario Pavón Herrera, hizo una detallada declaración, el 15/XII/1921, en Melilla: ”[…] permanecimos durante cinco días en Tistutin hasta el día veintinueve que a las tres de la mañana y después de haber organizado durante toda la noche anterior el convoy de heridos para trasladarlos en camillas y el resto en cuantos caballos útiles tenía la columna, salimos para Monte Arruit, a donde llegamos sin novedad hasta un kilómetro antes, donde de un macizo grande de chumberas próximo a la vía férrea empezaron a hacernos fuego y a pesar de tener puestas banderas blancas; la mía de policía indígena que iba en vanguardia se unió al enemigo […] echándose encima los moros que se apoderaron de los tres cañones que nos quedaban, remataron a los heridos que conducíamos y cada cual, como pudo, se metió en la posición a la que hacían fuego desde las casas del poblado de La Colonizadora y de las del Poblado Antiguo. Dentro de la posición había una columna compuesta de individuos de todos los Cuerpos, muchos heridos, sumando entre todos como unos mil hombres, de nosotros llegamos con el general Navarro como unos dos mil […] del regimiento quedamos de cincuenta a sesenta hombres, estando los oficiales siguientes; el Teniente Coronel D. Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, Comandantes D. Tomás Berrocoso y D. José Gómez Zaragoza, Capitán D. Julián Triana y Tenientes D. José de Manterola, D. Francisco Climent, D. Victoriano Rúa, D. José Arcos Cuadra, D. Ramón León Font de Mora. D. Gerardo García Castaños. Capellán D. José Campoy Irigoyen, natural de Jaca [Este sacerdote jaqués era capellán del regimiento de caballería número 14, y formó entre las tropas asediadas en Monto Arruit entre julio y agosto de 1921. Por tal motivo La Vanguardia publicó el 9/XI/1927 el relato de un testigo presencial de la hazaña de este jacetano, D. Esteban Gilaberte: “Desde Dar Drius, donde le saludé en la mañana del 23 de julio, mi querido capellán no desatendió un solo momento su especial misión y durante la retirada a Batel y Monte Arruit nadie pudo notar en él (que hubiera sido muy disculpable) ni aun la menor prueba de abatimiento y fatiga; era, pues, ejemplar sacerdote y militar. Joven y animoso, recorría muchas veces las enfermerías y barracones, dando consuelo al abatido, esperanza al pesimista (durante el largo asedio de Monte Arruit), auxilio espiritual a quienes lo habían de menester más urgentemente, pues en realidad todos lo necesitábamos en aquellas circunstancias, y bien comprendió él cuando, primero al cuartel general y después a las tropas, les fue dando la absolución… por una justa concepción de la realidad…pues el trágico final del 9 de agosto estuvo a punto de ocurrir el día 2, en que los moros atacaron el campamento por todas partes…”]-, y Veterinarios Terceros D. Vidal Platón Bueno y D. Eduardo Ángel Caballero Morales…”.
El día 29, el general Navarro recibió desde Monte Arruit la orden de retirarse hasta esta posición, un fuerte situado a 30 km de Melilla. Al finalizar aquella jornada, el Regimiento Alcántara dejaba de existir como Unidad, habiendo escrito una de las páginas más gloriosas del ejército español y sobre todo del Arma de Caballería. En la madrugada del veintinueve se replegaron a Monte Arruit, donde confluían en condiciones precarias los restos de numerosas unidades involucradas en la defensa de esta guarnición. En concreto, la columna del General Navarro la componían dos mil hombres y con todas las fuerzas reunidas, unos tres mil, se organizó la defensa de la posición. La defensa de la puerta principal de la posición, fue confiada a los cerca de 40 hombres que quedaban del Regimiento. Al mando de dichas fuerzas, estuvo el capitán del Escuadrón de Ametralladoras D. Julián Triana. Al Teniente Coronel Primo de Rivera que quedó afecto al Cuartel General con el Comandante Gómez Zaragoza, el referido Capitán, los Tenientes que quedaban: Manterola, Climent, Pua, Arcos Cuadra, León Font de Mora y García Castaños; los alféreces veterinarios Platón y Caballero Morales y el Teniente Veterinario, D. Gerardo García Castaños y que junto a los pocos supervivientes –unos 60 hombres- del Regimiento Alcántara 14-, se les encomendó la defensa del frente noreste, que era el comprendido entre la puerta principal y los hornos de intendencia, notándose la falta del Teniente Médico del Regimiento D. Modesto García Martínez, que desapareció en el trayecto de Tistutin a Monte-Arruit. El otro comandante del Regimiento, D. Tomás Berrocoso Planas continuó mandando varios restos de Compañías de Infantería encargadas de la defensa del lado este del perímetro del destacamento.
Ambos oficiales veterinarios, D. Eduardo Ángel Caballero Morales y D. Vidal Platón Bueno participaron con arrojo en la defensa del referido frente, donde falleció el primero, muy probablemente el 2/VIII/1921, día éste en el que se produjo el ataque más fuerte a Monte Arruit, debido a que los rifeños atacaron directamente, casi de una manera suicida, la puerta principal del destacamento, defendida por los supervivientes del Alcántara, como ya queda dicho. Los escasos defensores se multiplicaron en el combate con incontables actos de heroísmo. A la puerta principal acudieron a combatir con sus hombres el Teniente coronel Primo de Rivera, el comandante Gómez Zaragoza, los alféreces veterinarios y el teniente capellán. El Teniente coronel era el alma de la defensa de Monte Arruit. “¡animo valientes, el Alcántara no se rinde!” gritaba una y otra vez recorriendo las barricadas, hasta que en un intervalo de tregua, entre varios de estos ataques, una granada de artillería le destrozó el brazo izquierdo cuando estaba encima de un muro observando las concentraciones enemigas con unos prismáticos. Un brazo que un cirujano militar tuvo que amputarle sin anestesia ni material adecuado (parece ser que utilizó para la amputación una navaja de barbero y un hacha de carnicero), pero declarada la gangrena entregó su alma a Dios en la mañana del día 5/VIII/1921. Mientras que el segundo alférez veterinario, D. Vidal Platón, falleció durante la evacuación de Monte Arruit en aquel infame y salvaje acto final perpetrado por las turbas moras el 9/VIII/1921, contra los componentes de la heroica resistencia de Monte Arruit, cuando se carecía de todo y la gangrena campaba a sus anchas, y después de “haberse recibido en la posición varios heliogramas autorizándome el Alto Mando para pactar con el enemigo y cuando empezaba a darse cumplimiento a lo acordado, la chusma que rodeaba el campamento en número de unos cuatro mil hombres asesinaron a la ya indefensa guarnición casi en su totalidad”, según la Declaración del General Navarro –[Este valiente General moriría asesinado en noviembre de 1936, en Paracuellos del Jarama (Madrid)]- tras su liberación después de permanecer cautivo un año y medio en duras condiciones, así como se desprende, también, de la información existente en el Archivo del Cementerio de Melilla, donde, por ejemplo, en la “hoja referente a D. Vidal Platón”, figura la fecha del 7 de agosto, al tiempo que se observa un error en la transcripción de su segundo apellido, aunque no en la lápida del Cementerio, como se puede observar más abajo. Al no encontrarse los restos mortales de D. Eduardo Ángel Caballero Morales, éste no pudo ser enterrado en el Panteón de Héroes del Cementerio de Melilla, como lo fue su compañero D. Vidal Platón Bueno, quien se encuentra en la fila 4, nicho 12, tras su entierro efectuado el 26/X/1921, así como en la del capellán 2º, D. José Campoy, quien con suprema dedicación atendió a tantos moribundos en sus últimos momentos, entre ellos al laureado Teniente Coronel Primo de Rivera y al Veterinario bedmarense, D. Eduardo Ángel Caballero Morales, los cuales murieron por España defendiendo la plaza de Monte Arruit, sin caballos y prácticamente sin armas.
En la madrugada del día 29, con grandes dificultades, pudieron llegar a Monte Arruit, en cuya posición cooperó el resto del Regimiento de Alcántara 14 a la defensa de la misma hasta el día 9/VIII/1921, fecha en la que el general Navarro, desesperado, rindió la plaza con la promesa de los rebeldes de respetar las vidas de los sitiados. Lo que se produjo tras la entrega de armas fue una auténtica matanza de la que sólo se libraron el propio General y un reducido grupo superviviente de su oficialidad. Fue también en esa posición donde murió nuestro joven veterinario entre el treinta de julio y el nueve de agosto de 1921. Ahora bien, lo que nunca sabremos es si D. Eduardo Ángel Caballero Morales murió defendiendo la plaza o fue vilmente asesinado tras la rendición, debido a que la masacre que llevaron a cabo los rifeños de Abd-el-Krim, fue tan brutal, que su cadáver no fue encontrado y/o reconocido por lo que, un año después de los acontecimientos relatados, se le consideró desaparecido y en paradero desconocido al Teniente de Veterinaria 2º del Ejército Español, siendo dado de baja en el Ejército Español. Tenía entonces veintiséis años de edad. Sin embargo, su compañero, el también veterinario de la Columna, D. Vidal Platón Bueno, se dio por cierto que falleció en Monte Arruit el 9/VIII/1921 y, por tal motivo sus restos mortales pudieron ser enterrado el 26/X/1921 en el Panteón de Héroes del Cementerio de Melilla, fila 4, nicho 12.
Sin embargo, tal y como quedó reseñado en el documento que precede, en el que se establecía una relación nominal de las bajas ocurridas en el Regimiento de Cazadores Alcántara 14, de Caballería, entre los días 17/VII y el 1/VIII/1921, los nombres de ambos veterinarios figuraban en él, junto al del Capellán D. José Campoy Irigoyen. Por tal motivo, todos ellos, a partir de ese momento, pasaron a formar parte de la historia de las cargas del 14º Regimiento de Caballería “Cazadores de Alcántara 14” en territorio del Protectorado Español de Marruecos al haber sabido cambiar su instrumental quirúrgico por el fusil, antes de morir por España [Documento nº 1]. De los 32 oficiales del Regimiento que se sumaron a las ocho cargas, tan solo sobrevivieron cuatro y el Teniente Coronel Primo de Rivera, que en las siguientes jornadas de Monte Arruit, fue herido de gravedad y como consecuencia de ello se le tuvo que amputar el brazo, sin anestesia, ni instrumental quirúrgico, con un hacha, motivo por el cual acabó muriendo por causa de la gangrena el 5/VIII/1921. A las pérdidas de los Veterinarios hay que sumar la de once Maestros-Herradores de los catorce que componían el Regimiento.
Después de tanto sufrimiento, horror y penalidades, la epopeya tuvo su peor desenlace imaginable en Monte Arruit. Cercados, sin poder acceder a los pozos, los restos de toda aquella tropa defendieron como pudieron la posición durante algo más de una semana, hasta el 9 de agosto. En Monte Arruit las tropas se distribuyen en sectores para la defensa, que se prolonga hasta el día 9 de agosto. En esta posición se confía a los soldados del Regimiento Alcántara la defensa del arco de la entrada, sitio en el que por su vulnerabilidad -está enfilado por posiciones ocupadas por el enemigo- las bajas son continuas, con los soldados disponibles presentándose voluntarios para cubrir los puestos que van dejando los muertos. El día 4 de agosto el enemigo se aproxima a la posición e intenta penetrar en ella. Y de nuevo las pocas docenas de soldados del Regimiento, con su actuación, vuelven a escribir otra página brillante en su historia.
Tan solo unos días más tarde, y cuando se encontraba sobre el parapeto colaborando activamente en la defensa de aquella posición, una granada de cañón le destrozaba un brazo al teniente coronel Primo de Rivera, que un cirujano militar tuvo que amputarle sin anestesia ni material adecuado (parece ser que utilizó para la amputación una navaja de barbero y un hacha de carnicero) pero, declarada la gangrena, fallecería en la mañana del día 5 de agosto de Recuperado su cadáver -que había sido desenterrado pero respetado-, durante la reconquista llevada a cabo por las tropas españolas, fue trasladado a Madrid y recibido en la estación de Atocha con las máximos honores militares, presidiendo el duelo el Rey Alfonso XIII, que, muy emocionado, puso sobre el féretro del heroico teniente coronel la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración al valor en España. Ordenó además S.M. que el nombre glorioso de Don Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, figurase en lo sucesivo y a perpetuidad a la cabeza del escalafón de los tenientes coroneles del Arma de Caballería. Navarro recibió entonces la orden del general Berenguer de pactar una rendición con los líderes de las harcas rifeñas. Cuando se pactó por fin y salieron los supervivientes, el enemigo se lanzó sobre ellos asesinando a toda la guarnición, aproximadamente soldados, excepto unos sesenta que fueron hechos prisioneros. Los cadáveres, muchos de ellos con signos de haber sido torturados, quedaron insepultos, esparcidos a las puertas de Monte Arruit, hasta que se retomó la posición tres meses después.
El 9 de agosto, agotados todos los medios de defensa, extenuadas las fuerzas y después de recibir cuatro heliogramas autorizándolo el Alto Mando, se capitula en las condiciones ordenadas. A pesar de ello, es asesinada la casi totalidad de la guarnición por el enemigo que, en número aproximado de cuatro mil, rodea la posición. Parte de fuerzas del Regimiento están aún contribuyendo también a la defensa de Zeluán y su aeródromo hasta la rendición y saqueo de estas posiciones.
En la alcazaba de Zeluán se parlamentó con las fuerzas sitiadoras. El protocolo, fue el que se empleó en ocasiones anteriores: entrega de armamento y retirada a Melilla. Una vez pactadas estas condiciones y aceptada la capitulación, nada más iniciada la retirada y comenzado la salida de La Alcazaba, las hordas moras de Abd El-Krim el Jathabi, se abalanzaron sobre los españoles de la manera más cruel y sangrienta, no respetando la palabra dada ni las vidas, arrojándoles vivos al fuego, cortándoles a muchos testículos y colocados en la boca, y dejándoles bajo un tórrido sol. De hecho, en el momento de reconquistar de nuevo Zeluán y su aeródromo, los periodistas, dejaron testimonio de aquella barbarie. El personal del Regimiento que se encontraba en la plaza de Melilla, participó en la defensa de la ciudad, y junto con los miembros de los escuadrones que se iban incorporando, organizaron dos escuadrones de sables que tomaron parte en las primeras acciones de reconquista en el mes de septiembre de ese mismo año. Finalmente, con el paso de los meses el Regimiento se volvió a completar con todos sus efectivos, participando en la reconquista de territorio, y posteriormente en su pacificación hasta el fin de la campaña en 1926, permaneciendo en la zona del protectorado hasta 1930, año en que se trasladó a Badajoz. Al año siguiente fue disuelto para recrearse otra vez.
Apéndice documental de los Capítulos IIº y IIIº.-
Documento nº 1.
Honor y gloria para los militares del 14º Regimiento de Caballería “Cazadores de Alcántara”.-
Gracias al exhaustivo trabajo del Coronel de Caballería D. Antonio Bellido Andreu: El Regimiento de Alcántara en la retirada de Annual. La Laureada debida, conocemos los nombres de los 517 muertos de Annual, el escuadrón al que pertenecían y cuál fue su destino, así como el comportamiento de los jinetes del Regimiento 14º de Alcántara en esos días, con el fin de poder reivindicar la memoria de los sucesos de julio de 1921 y de sus protagonistas, los cuales no pueden ser olvidados, ya que disciplinadamente y en formación de combate sucumbieron en el Igan, en Zeluán, en Arruit o en cautividad. Si a ello añadimos el excelente trabajo del investigador D. Juan Pando sobre La Historia secreta de Annual, tendremos una descripción de los hechos bastante veraz:
“El 20/VII/1921, dada la gravedad de la situación, el Regimiento de Alcántara se concentró en el campamento de Dar Drius. El 21, el Regimiento participó sin éxito en el intento de auxilio a la posición de Igueriben y el 22, sin poder destacar ningún hecho aislado, la actuación del Regimiento fue ejemplar, intentando poner orden en la desbandada de Annual con los pocos medios de que disponía, cubriendo los flancos y la retaguardia de la columna, hasta su llegada a Drius, donde los cinco escuadrones de Alcántara se encontraban desplegados a la salida del desfiladero de Izzumar, que cerraba por retaguardia la posición. Por allí aparecerán presos del pánico y de la locura, miles de hombres que huían en avalancha. Al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, el jefe accidental de Alcántara, Teniente Coronel D. Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, por la muerte heroica de D. Francisco Manella Corrales, ordenó llamada de oficiales, y una vez reunidos, les dirigió las siguientes palabras, -las cuales cita el coronel Bellido, tomando como fuente al suboficial Jiménez Marhuenda, que se encontraba detrás de Primo de Rivera-: «Ha llegado, señores, la hora de sacrificarse por la patria. Vamos a luchar como leones, y si nos hemos de llevar por delante mil, a ver si podemos llevarnos tres mil».
El regimiento cerró sobre la harka rifeña una vez que hubo pasado el grueso principal de los fugitivos de Annual, y sostuvo con ellos vivo fuego para permitir el repliegue sobre la posición de Dar Drius. En las siguientes jornadas, los cada vez más menguados escuadrones de Alcántara 14º protegieron los sucesivos repliegues de la columna que, al mando del general Navarro, salió de Drius en dirección a Melilla.
Dentro de las mejores tradiciones del Arma de Caballería, los escuadrones de Alcántara ejecutaron flanqueos para atraer hacia sí el fuego de los rifeños, escolta de convoyes, extremas vanguardias y retaguardias… hasta el momento culminante de su gesta, el que les hará entrar en la leyenda con la carga del río Igan el 23/VII/1921: La columna en retirada del general Navarro llegó en un orden más o menos aceptable hasta el cauce seco del río Igan, lugar en el que la harka había preparado una emboscada, con los tiradores apostados en los trincherones del cauce. En cuanto tuvieron a tiro la columna, rompieron el fuego sobre ella disparando y derribando a los soldados españoles a placer y sin oposición, pues de nuevo cundió el pánico entre las ya anímicamente mermadas fuerzas españolas. En socorro de la columna, avanzó lo que quedaba del Regimiento Alcántara 14º y los hechos los relata de esta manera D. Juan Pando en su Historia secreta de Annual«: «Primo de Rivera y los suyos se detienen ante el Igan. ¿Debe cargar contra los rifeños allí apostados, para salvar lo que resta de la columna, o debe salvar lo que le queda de su Regimiento? Toma la decisión y allá van los de Alcántara. Los jinetes cargarán contra las apretadas filas rifeñas, que les apuntaban desde el trincherón del Igan. Hombres y caballos caerán en bloque, y así se les encontrará cinco meses después: todos en formación, la mayoría de ellos al otro lado del río. Habían logrado pasar y hasta dar la vuelta y contraatacar, salvando así a la columna de Navarro. Convirtieron aquella derrota en una gesta«.
En la extrema retaguardia se encontraban, formada a caballo la banda Regimental integrada por 13 jovencísimos “Educandos de Trompeta” al mando del Suboficial Maestro de Banda del Regimiento. Se encontraban también formados en retaguardia los tres Oficiales Veterinarios junto al Capellán y al Teniente Médico. Enfrascado el “pater” en reconfortar espiritualmente a los soldados moribundos, y esforzándose el médico en curar a los heridos y aliviar sus sufrimientos; todo ello bajo el fuego enemigo y con los precarios medios clínicos de que disponía, junto a los Veterinarios.
Atentos a la arenga del Jefe del Regimiento, y expectantes ante el cariz que está tomando la desigual pelea, los tres Alféreces Veterinarios (Veterinarios Segundos y Terceros en la denominación oficial) saben que ha llegado también para ellos la hora del sacrificio. Pese a ser “Oficiales Facultativos” (sin mando de armas) tienen profundamente arraigado el sentimiento de que, por encima de todo, son Oficiales del Regimiento de “Alcántara”, que en esta tarde del 23 de julio de 1921, y en estos momentos de gravísimo peligro para su Regimiento, van a intentar conciliar lo aprendido en sus respectivas Facultades de Veterinaria con la asignatura sublime del amor a España, representada en la defensa del glorioso Estandarte del Regimiento; y así, transformados en un momento en Oficiales de Caballería, intentaron cubrir las numerosas bajas de sus compañeros del Arma, cargando con brío contra las posiciones rifeñas. Esa tarde, el Cuerpo de Veterinaria Militar se cubrió de gloria merced al valor y al arrojo de tres de sus más modestos representantes: Los Alféreces Veterinarios Terceros: D. JUAN MONTERO MONTERO, D. VIDAL PLATÓN BUENO Y D. EDUARDO CABALLERO MORALES, ofrendando estos dos últimos su vida a la Patria al morir heroicamente en la acción de tan señalado día. Tan sólo unos días más tarde, y en la heroica defensa de Zeluán, encontraron también gloriosa muerte los Oficiales Veterinarios D. Enrique Ortiz de Landázuri, D. Luis del Valle Cuevas y D. Tomás López Sánchez; ¡GLORIA Y HONOR PARA ELLOS¡
Al fin los esfuerzos de D. Fernando Primo de Rivera y el brío y el tesón puesto de manifiesto por los bravos soldados y oficiales del “ALCÁNTARA 14” se ven culminados con el éxito.
Duramente quebrantados los rifeños por el férreo castigo infligido por nuestros soldados que en impetuosa carga han irrumpido de nuevo entre sus filas, les obliga a ceder ante el terreno replegándose. Cumplida la misión, cuando ya las sombras de la noche se han hecho patentes sobre el límpido cielo africano, los escuadrones se van incorporando poco a poco hacia la posición de “El Batel” -muchos de los extenuados soldados marchan a pie, llevando de la brida a su no menos extenuado caballo- donde ya la columna del General Navarro había logrado alcanzar la posición a costa, eso sí, de la casi total destrucción de sus hermanos de Caballería. Entre los que marchan a pie, y mezclado con sus soldados, figura el Teniente Coronel Primo de Rivera, a quien han matado a su corcel “Vendimiar” y ha rehusado aceptar las ofertas de cederle el suyo los soldados que aún lo conservaban. Al anochecer de aquel fatídico 23/VII/1921 “ALCÁNTARA” había dejado de ser un Regimiento, pero el Libro de la Historia le abriría desde entonces una de sus más brillantes páginas.
De los 691 hombres que formaban el Regimiento al toque de diana, al pasar la reglamentaria lista de Retreta en la noche de ese día 23/VII/1921, 541 habían muerto en combate, 5 habían sido heridos -(los moros remataron con feroz crueldad a muchos soldados heridos)-, y 78 quedaron prisioneros de los harqueños. TOTAL: 624 bajas. Sólo 67 jinetes extenuados consiguieron alcanzar la posición de El Batel.
Al final, la gesta no tendría recompensa, pues los supervivientes del Igan, que se refugiaron en la posición de Monte Arruit, morirían asesinados por la turba rifeña tras pactar su rendición. Allí, en Monte Arruit, caería muerto el teniente coronel Primo de Rivera días antes de la rendición, herido en un brazo por un cascote de artillería, por lo que hubo de serle amputado el brazo sin anestesia y la posterior infección por gangrena le segó la vida”.
Continuará…