POR JOSÉ MANUEL TROYANO VIEDMA, CRONISTA OFICIAL DE BEDMAR Y DE GARCIEZ (JAÉN)
D. Manuel de Aguirre y Aguirre. (Bedmar, 1782–Jaén, 1860), hijo de D. Pedro Baltasar de Aguirre y Torres y de Dª. Isabel María de Aguirre Serrano, fue uno de los últimos vástagos de la rama hispana de la familia de Aguirre de Aizpegoena y Aledo que se estableció en Bedmar a finales del S. XVII, donde nació en 1782. Este guapo mozo, nieto por parte materna de D. Luis Manuel de Aguirre (1700-1785) [D. Luís Manuel fue administrador y mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora de Cuadros “La Antigua” hasta 1788, año en el que le sustituyó D. Fernando Alonso de Ortega. De su herencia, D. Luis Manuel de Aguirre, dejó 550 reales para el culto de la Virgen de Cuadros, al haber dejado, según D. Fernando Alonso, un débito en la cofradía de 1 fanega y 7 celemines de trigo y 30.884 reales de vellón. La deuda fue pagada, con parte de los bienes que recibió en herencia su hija Dª. Isabel María de Aguirre Serrano. El importe total de los bienes que D. Luís Manuel dejó a sus herederos fue de 521.000 reales, de los cuales dejó a su hija Dª. Isabel María un total de 128.392 reales con la obligación de “…pagar a la Cofradía de Nuestra Señora de Quadros los susodichos treinta mil ochocientos ochenta y cuatro reales, por el alcance que en las finales quentas resultó contra el difunto D. Luís Manuel de Aguirre, maiordomo que fue de esta cofradía y por el legado de quinientos y cincuenta reales que el mismo ordenó a favor de la Santísima Imagen”. Para que Dª. Isabel María pudiese hacer frente al pago se le adjudicaron en el testamento diversos bienes muebles y raíces, entre ellos un capital de censo de 33.400 reales contra la fábrica de la iglesia parroquial de la villa de Jódar. El auto fue notificado el día 22 de Noviembre a través del escribano de Bedmar, D. Josef del Moral, personalmente en la casa donde tenía su residencia D. Luís Manuel de Aguirre (C/. La Fuente), en presencia del corregidor de la villa, D. Juan Eugenio Lucía y Marín, a Dª. María Luisa de Torres, su viuda”. Ante el impago de la deuda, el fiscal general eclesiástico de obras pías ordenó el cobro por vía ejecutiva contra los bienes de Dª. Isabel María de Aguirre y su marido, D. Pedro Baltasar Aguirre (28/VI/1788), otorgándoles, no obstante, un plazo de seis días para su abono” Cfr. GÓMEZ CARRERAS, Matías. “La familia de los Aguirre de Bedmar”, en Sumuntán<, nº 16 (Jaén, 2002). Pp. 65-66] y de Dª. María Luisa de Torres Serrano (1705-1790) –ver retrato- unía a sus rasgos duros de típico vasco, cierta delicadeza meridional que prestaba a su conjunto un poco de dulzura y una gran simpatía. Fue alto, robusto, bien proporcionado y con unos ojos muy azules y tranquilos, nariz recta, labios sensuales, patillas al gusto de la época y que se unían suavemente con las guías de su bigote bien cuidado. Su semblante, en definitiva, revela decisión y serenidad, dos virtudes que junto a su condición de noble, le llevaron por el camino glorioso y callado de las armas al Coronel Aguirre [ÁLVAREZ AGUIRRE, Álvaro. Genealogía de apellidos de familias jiennenses. Madrid, 2011. Pp. 103-109 (Recogida la información del artículo que publicara D. Rafael Ortega Sagrista con el título de Figuras del Jaén Romántico, El Coronel Aguirre], quien también tuvo la dicha de estar en Cádiz durante el periodo de las Cortes que parieron nuestra primera Constitución Liberal y Democrática, además de ser, como veremos, uno de los grandes Héroes de la Guerra de la Independencia.
Muy joven abandonó su localidad natal para entrar a formar parte de la Milicia Nacional, en la que en 1802 alcanzó el grado de Cadete y dos años después fue nombrado Guardia de Corps de S. M. Carlos IV [Los miembros del cuerpo de Guardias de Corps tenían la categoría de oficiales: los cadetes eran capitanes; los exentos y ayudantes, tenientes coroneles; los tenientes eran generales y los capitanes, grandes de España y capitanes generales del ejército] y que con Fernando VII pasaron a denominarse Guardias de Corps de la Real Persona, con sede en el Cuartel del Conde-Duque (Madrid). A ese cuerpo perteneció durante 23 años, sirviendo con absoluta lealtad al Trono y a la Patria.
El Motín de Aranjuez (17-19/III/1808) le sorprendió en el Real Sitio y tras la abdicación del Rey prestó juramento de fidelidad al nuevo monarca, Fernando VII, a quien acompañó en su entrada triunfal –de delirio indescriptible- en Madrid. Cuando, poco tiempo después, el rey fue llevado preso a Bayona, por orden de Napoleón y constituido el Mariscal del Imperio, D. Joaquín Murat (Labastide-Fortunière, 25/III/1767-Pizzo, 13/X/1815), en amo y señor de Madrid, tras su entrada triunfal junto a los cuerpos de ejército de los generales Pierre-Antoine Dupont de l’Étang y Bon Adrien Jeannott de Moncey, el 23/III/1808, Aguirre despreció sus proposiciones y siguió fiel al monarca español, prefiriendo, por tanto, la licencia absoluta a las ventajas que le ofrecían los invasores franceses en su Cuerpo. Con el ejército español desplegado en las costas frente al enemigo británico y los teóricos aliados franceses rodeando la capital, el joven rey Fernando VII, estante en Bayona y tras los sangrientos hechos ocurridos el 2 de mayo en Madrid, devolvió la corona a su padre (6/V/1808), quien la entregó a su vez a Napoleón y éste a su hermano José, quien se convirtió en José I Bonaparte, rey de España, aunque el 11/VIII/1808 el Consejo de Castilla declaró nulas las abdicaciones de Bayona, reconociendo a Fernando VII rey de nuevo, y se formaron regencias en su nombre (Gazeta de Madrid de 19/VIII/1808. P. 1.041). El 11/XII/1813 se firmó el Tratado de Valençay, por el que Napoleón reconocía como Rey de España a Fernando VII, cargo que detentó hasta su fallecimiento ocurrido el 29/IX/1833.
D. Manuel de Aguirre y Aguirre fue trasladado de Madrid al Real Sitio de El Escorial, pero desatendiendo, igualmente, las indicaciones del que fuera miembro de la Junta Suprema de Gobierno, bajo el Reinado de Carlos IV, el general D. Gonzalo O’Farrill y Herrera (La Habana, 1754-París, 1831), y en ese momento Ministro de la Guerra del rey José Bonaparte, así como uno de sus más influyentes consejeros, para que se incorporase al ejército del General Bon Adrien Jeannott de Moncey (Palise, cerca de Besançon (Francia); 1754–† París, 1842), el cual había recibido el día 4/VI/1808 la orden de marchar hacia Valencia con el fin de sofocar la rebelión que se produjo el 23/V/1808, tras conocerse en el diario La Gazeta de Madrid del 20/V/1808 las abdicaciones de Bayona. En Valencia se produjo el primer enfrentamiento armado de la Guerra de la Independencia Española el 28/VI/1808 y de donde volvieron maltrechas las águilas de Napoleón. Pero fue el 5/VI/1808, cuando D. Manuel de Aguirre y Aguirre decidió convertirse en un patriota liberal, fugándose en dirección a Andalucía, hacia donde se dirigía, también, aunque por otro camino, Dupont, lo que le valdría más adelante, a nuestro heroico paisano, la Cruz de la Fuga de Madrid creada por Real Orden de 30/V/1816, la cual fue publicada en la Gaceta de Madrid, núm. 34 de fecha 6/VII/1817. Con esta condecoración dispuso que los Oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros del Ejército que habitaban en la Corte y se fugaron de ella con todo su armamento y vestuario incorporándose al Ejército de Andalucía para defender la Religión y el Trono, usarían una Cruz de Distinción en la que en el reverso ponía “Madrid 1808”, con cinta de color azul con dos listas blancas, y que, al igual que ellos, lo hicieran todos los Oficiales de los otros Cuerpos que estuviesen en el mismo caso.
Recién llegado a Jaén tomó parte en la defensa de la ciudad organizada por D. Fernando María del Prado (1746-1817) y enfrentándose el día 20 de junio al cuerpo de ejército formado por 2.000 hombres y con dos piezas de artillería que mandaba el capitán de fragata de la Marina Imperial, Baste, por orden de Dupont, procedentes de Andújar y con el propósito de exigir víveres para el ejército francés. A pesar de la heroica defensa las tropas napoleónicas lograron entrar en Jaén y la ciudad fue saqueada y parte de sus defensores asesinados o muertos por el enemigo. Tras su retirada, ocurrida el día 21, D. Manuel de Aguirre permaneció en Jaén y volvió a tomar parte activa en la segunda defensa de Jaén, sostenida contra la expedición del general Casagne quien con 2.000 infantes y 500 caballos entró en la población el día 1º de julio, arrollando con su superioridad el valor de sus defensores, quienes durante tres días hicieron frente a los soldados franceses, hasta que el día 3 llegó el regimiento suizo del alemán Teodor von Reding (Schwyz, Suiza, 5/VII/1755–Tarragona, España, 23/IV/1809) y dos escuadrones de caballería, logrando, junto a las milicias de la ciudad de Jaén, desalojar, tras varios intentos fallidos, a los franceses que habían ocupado el Castillo de Santa Catalina y expulsarlos de la ciudad al anochecer, al verse aquellos acosados por todas partes. Por su participación en estos hechos de armas D. Manuel de Aguirre se hizo merecedor de la medalla de distinción o escudo de honor [Se trataba de una medalla dorada con cinta azul y blanca, con la cifra o iniciales de “Real Hermandad Patriótica”, y alrededor: “Por la Religión, Rey, y Patria”], que se le concedió en virtud de certificado que dio el 5º Duque de Montemar y 6º Conde de Garciez, D. Vicente Pio Osorio de Moscoso, quien detentó su título nobiliario desde el 22/VII/1801 hasta su fallecimiento, ocurrido el 22/II/1864, por haber participado en las dos defensas de Jaén. D. Vicente Joaquín Osorio de Moscoso, grande de España, había llamado la atención de lady Holland por su pequeña estatura, como se puede apreciar en el retrato que le hizo Goya, que daba lugar a frecuentes bromas.: “He is remarkable for the lowness of his stature, and the greatness of his family […] The King rallied him for being «muy pequeño», upon which he replied that at Court he was so, but in his states he was «muy grande»”. Lady Holland, The Spanish Journal of Elisabeth, Lady Holland, Earl of Ilchester (edit.), Longmans, Green and Co., New York, 1910, p. 199. El retrato de Goya del marqués de Astorga pertenece a la colección del Banco de España. Durante su estancia en Cádiz, durante el periodo constituyente, D. Vicente Joaquín Osorio llegó a ofrecer a las Cortes “en defensa de causa tan justa todas sus dignidades, Estados y vida, y la de su familia” [Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias (en adelante, DS), sesión de 1/I/1811, p. 281. Hemos consultado la edición publicada en CDs por el Congreso de los Diputados, reproducción de los Diarios de Sesiones de las Cortes, Imp. de J. Antonio García, Madrid, 1870-1876]. Asimismo, el marqués se había apresurado a prestar el juramento de fidelidad a las Cortes y, posteriormente, las había felicitado por la terminación de la Constitución [DS, sesión de 11/X/1810, p. 37, sesión de 19/VIII/1811, p. 1.654 y sesión de 9/II/1812, p. 2.749]. Después, se negó a firmar la “representación de los grandes contra la abolición de los señoríos”. Por estos hechos fue objeto de las críticas de otros miembros de la aristocracia que no estaban de acuerdo con “sus ideas filantrópicas y liberales” [Diario Mercantil de Cádiz, nº 80, 19/IX/1812, p. 324].
El día 6 de julio se unió a las tropas del General D. Teodoro Reding, con quien salió D. Manuel de Aguirre, para unirse al ejército del General Castaños, en vísperas de la batalla de Bailén.
El día 19/VII/1808, con el Regimiento de Caballería de Dragones de Santiago –que procedente de Portugal llegó a Andalucía, para integrarse en el Ejercito del General de Castaños, combatiendo primero en la acción de Mengibar, donde el choque con los coraceros de la División Gobert les produjo 24 bajas, para a continuación luchar en la Batalla de Bailen, donde sufrió la baja de tres dragones-, D. Manuel de Aguirre, con el grado o clase de Alférez supernumerario, tomó parte en la gran victoria de Bailén, valiéndole una nueva condecoración militar, la Medalla de distinción de Bailén, que a efectos conmemorativos se creó por Decreto de la Junta Suprema de Sevilla el 11/VIII/1808, para que le fuese otorgada a todos los componentes del ejército español que participaron en tan gloriosa y célebre batalla para las tropas españolas.
A finales de 1808 seguía combatiendo a las órdenes del General D. Francisco Javier Castaños en la 5ª División y por tal motivo estuvo presente el 23 de noviembre en la desgraciada batalla de Tudela –cuyo resultado fue la completa victoria francesa, al mando del Mariscal Lannes, sobre las tropas españolas, mandadas por el laureado General español y la consiguiente retirada de Navarra y luego de Cuenca hasta detenerse en Santa Cruz de Mudela donde se reunió de nuevo con el Cuerpo de Reales Guardias de Corps, bajo el mando del Brigadier D. Juan Bernuy y estando presente en la sorpresa de Yébenes, el 24/III/1809, atacando con todas sus fuerzas al Regimiento nº 1 de Lanceros Polacos, quienes fueron obligados a retirarse por el camino de Orgaz, bajo el acoso del vizconde de Zolina al frente de un destacamento español, que logró diezmar sus fuerzas.
Dos días después, Aguirre, se volvió a batir, los días 26 y 27 de marzo, en los desastres bélicos de Ciudad Real y Santa Cruz de Mudela, los cuales costaron el mando al General Conde de Cartaojal, derrotado por el general francés Sebastiani. De allí pasó D. Manuel Aguirre, junto a lo que quedó del cuerpo de ejército, a buscar refugio en Sierra Morena, fijándose el cuartel general en Santa Elena y donde dichos soldados fueron reorganizados por el general Venegas. Intervino, D. Manuel Aguirre, los días 27 y 28 de julio, en la victoriosa y sangrienta batalla de Talavera de la Reina (Toledo), bajo las órdenes de los generales D. Gregorio Cuesta y el británico Arthur Wellesley frente a las tropas del rey José I y los generales franceses J. Baptiste Jourdan, Claude Victor y Horace Sebastiani, por lo que fue condecorado con la Cruz de Distinción que la Regencia del Reino creó el 8/XII/1810 “para los que se habían hallado en tan sangriento hecho de armas”. Esta batalla fue catalogada como “una victoria anglo-española táctica y una victoria francesa estratégica”.
Pocos días después formó parte de la dificilísima retirada de Deleitosa, a través de terribles desfiladeros que logró atravesar el ejército anglo-español con gran dificultad, y el 8 de agosto participó en la acción del Puente del Arzobispo, donde nuestras tropas salieron muy mal paradas.
Tras este desastre, D. Manuel de Aguirre y Aguirre, se unió al ejército del General Areizaga, con quien tomó parte con la Caballería a las órdenes del General Freire, en los combates de Camuñas, Herencia, Villafranca y Madridejos, todos ellos favorables a nuestras tropas contra la caballería francesa de vanguardia durante los días 6 al 8/XI/1809.
El 19/XI/1809 participó en la funesta y desastrosa batalla de Ocaña, de donde se batió en retirada con una partida de caballería del general Freire con la que logró llegar en orden a La Carolina (Jaén), de donde partieron hacia la Serranía de Ronda y de allí a la Isla de León, permaneciendo en la defensa del sitio de Cádiz, frente al enemigo durante todo el proceso Constituyente (24/IX/1810-19/III/1812), al tiempo que no olvidaba la Guerra de la Independencia, donde hemos de destacar, una vez más, su participación en la victoriosa batalla de Chiclana de la Frontera (5/III/1811), donde debido a la reducción en el número de las tropas que asediaban la ciudad de Cádiz dio a la guarnición anglo-portuguesa-española la ocasión de levantar el asedio y a tal fin una gran fuerza aliada se embarcó desde Cádiz a Tarifa y de allí hacia el norte para atacar las líneas francesas por la retaguardia, pero los franceses, bajo el mando del Mariscal Víctor, conocieron las maniobras de los aliados y prepararon una trampa. Una división francesa bloqueó la ruta hacia Cádiz, mientras las otras dos divisiones de Víctor cayeron contra la división británica-portuguesa bajo el mando de Sir Thomas Graham. Tras una cruenta batalla en dos frentes, la división británica-portuguesa venció a las fuerzas francesas atacantes. Sin embargo, la falta de apoyo del contingente español evitó una victoria absoluta, y los franceses pudieron reagruparse y volver a ocupar sus posiciones en el asedio. Un asedio de Cádiz que duraría hasta el 24/VIII/1812.
Su participación en la misma le valió también la Cruz de Chiclana, la cual distinción fue creada por Real Orden de 13/II/1815. Esta condecoración militar tiene cuatro brazos, mitad rojos, mitad negros, terminados en punta y unidos en su centro por dos coronas de laurel que se cruzan en aspa; remata en corona vallar sobre la que está escrito “Chiclana” en el anverso y “5 de marzo de 1811” en el reverso. La cinta es verde mar ondeando con dos listas de oro.
Cuando la Guerra cambió de signo, formó parte del Ejército español que siguió la retirada de los ejércitos franceses, tomando parte activa en la batalla de San Marcial (31/VIII/1813), en los alrededores de Irún, sobre el río Bidasoa, donde El Cuarto Ejército Español, bajo el mando del General D. Manuel Alberto Freire de Andrade y Armijo (Carmona, Sevilla, 4/XI/1767–Madrid, 7/III/1835), al haber sucedido al General Girón al frente del Cuarto ejército español, el Ejército de Galicia, con el que hizo retroceder a las tropas del Mariscal Soult, que había emprendido la ofensiva contra el ejército aliado hispano-luso-británico que dirigía Sir Arthur Wellesley, duque de Wellington, obteniendo una gran victoria y logrando la expulsión de los franceses de España. Su participación en ella, le hizo merecedor, por tales acciones bélicas, de la Cruz de Distinción del Tercer Ejército, concedida por Real Orden de fecha 31/III/1815 y de la Cruz de San Marcial, la cual se concedió por Real Orden de 24/X/1814 con el fin de premiar a los militares que se hallaron en dicha batalla. Esta condecoración es de oro y está constituida por cuatro brazos rojos que rematan en puntas con globos en sus extremos; en el centro, en campo blanco, hay dos sables cruzados rodeados de laurel y alrededor una orla azul con letras de oro que dicen “El Rey a los vencedores de San Marcial”. Entre los brazos de su lado superior izquierdo tiene un león, al que se opone un castillo, en los otros dos huecos van lises, todos de oro; la cinta es por mitad morada y roja.
Tras finalizar la Guerra de la Independencia y regresar Fernando VII al trono de España (1814), D. Manuel de Aguirre volvió a formar parte del Cuerpo de los Reales Guardias con la categoría de cadete –Capitán-, ascendiendo sucesivamente a Garzón de Corps y a Sub-Brigadier entre 1815 y 1819. El afecto particular que por Aguirre sentía el Soberano hizo que por Real Decreto de 16/XI/1818, y ¨atendiendo a los servicios prestados a su real persona¨ le concediera la merced del Hábito de la Orden Militar de Montesa.
Restaurado el Orden Constitucional, D. Manuel de Aguirre y Aguirre, fue comprendido en la causa mandada formar a resulta de los sucesos ocurridos en 5/III/1821 en la Plaza de Palacio, cuando un Escuadrón de Reales Guardias persiguió espada en mano a un grupo de paisanos y milicianos nacionales que dirigieron gritos mal intencionados al Rey que salía de paseo, hiriendo a un par de personas. Encerrados en su cuartel –hoy, del Conde Duque- estuvieron expuestos al asalto por la muchedumbre enfurecida, aunque lo evitó la presencia en la zona de un fuerte destacamento mixto (infantería, caballería y artillería) que fue enviado para su protección.
El Cuerpo de Reales Guardias fue disuelto y desarmado a finales de abril de 1821, contra la voluntad del monarca y D. Manuel de Aguirre quedó en prisión preventiva con movilidad reducida a la villa y arrabales de Madrid, bajo fianza. Una situación que se alargó en el tiempo, terminando con la caída del Trienio Constitucional y se restauró el poder absoluto de Fernando VII, que daría nombre a la “Década Ominosa” (1823-1833), por lo que en marzo de 1824, D. Manuel Aguirre y Aguirre, fue repuesto en su Cuerpo con todos los honores, ascendiendo a Brigadier en 1825, al tiempo que el Rey le concedió la Cruz de 1ª Clase de la Fidelidad Militar. Un año después, por Real Cédula de 4/VI/1826, fue nombrado Caballero de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, la cual le fue impuesta con la máxima solemnidad. La Real y Militar Orden de San Hermenegildo es una distinción militar y una orden de caballería española creada por Fernando VII al terminar la Guerra de la Independencia el 28/XI/1814, con la finalidad de servir de máxima condecoración a aquellos militares que, más allá de sus libertades, superando los sufrimientos en la batalla, sirvieran a los ejércitos. Dado el deseo del Rey de que fuera una distinción de alto rango, comparable a otras de más larga historia, se decidió ponerla bajo la advocación de un santo, San Hermenegildo, quien había sido Rey de Sevilla y mártir en defensa de la fe. Su primer reglamento se publicó en 1815
Pero no todo fueron cosas buenas para el Brigadier Aguirre durante la conocida Década Ominosa, pues a pesar de su fidelidad al Rey, también, como otros muchos liberales, sufrió las iras de Fernando VII y he aquí que por Real Decreto de 23/IX/1826 fue separado del Cuerpo de Reales Guardias, -nuevamente instaurado por el rey-, detenido y enviado al inexpugnable Castillo de Las Peñas de San Pedro, cerca de Chinchilla, en la provincia de Albacete, sin duda por haber tenido alguna breve relación o conocimiento del chispazo constitucional o pronunciamiento realizado en Olivenza, donde 115 soldados de caballería de aquella guarnición se fugaron a la plaza portuguesa de Yelves al grito de ¨libertad¨.
Pero no tuvo que ser muy grave su delito, cuando transcurridos tan solo cuatro meses, S. M. ordenó su puesta en libertad y fue destinado el 12/I/1827 al Regimiento de Caballería, 1º de Ligeros, en clase de agregado, con la graduación de Teniente Coronel. A dicho Regimiento estuvo incorporado hasta su ascenso a Coronel el 1º de enero de 1828 y que en virtud de una reorganización del Ejército Español quedó excedente el 1º de julio de ese mismo año. Una excedencia que duró hasta el 8/XI/1829 en que el Rey le nombró Primer Comandante de Carabineros de Costas y Fronteras del Reino, pasando a cumplir, con este su último empleo militar activo, en la quinta Comandancia de dicho Cuerpo de flamante creación, situada en Asturias.
En Oviedo permaneció el Coronel Aguirre como Jefe de la referida Quinta Comandancia de Carabineros, hasta que, por Decreto de la Reina Gobernadora de 24/II/1836, se le concedió el retiro a la villa de Bedmar, a los 54 años de edad y 34 de servicios a la Patria, con una pensión de 20.880 reales de vellón anuales, muy notable para su época.
Mientras su vida militar transcurría de forma más tranquila, D. Manuel de Aguirre y Aguirre conoció en Burgos a Dª. Felipa de Arcocha López y Novales, una dama de ascendencia vasca, como él, viuda de primeras nupcias y de la que se enamoró perdidamente, casándose en 1829, tras la obtención de la pertinente real licencia que con fecha 14/IV/1829 le otorgó S, M. Fernando VII.
Fruto de esta unión nació su primera hija, Dª. Isabel de Aguirre y Arcocha en Madrid en 1830 –casi a la vez que la Princesa de Asturias, la futura reina Isabel II, al haberse casado Fernando VII, por cuarta vez, con Dª. María Cristina de Nápoles en 1829-, de la que fueron sus padrinos los reyes de España, para mayor honra y honor de D. Manuel de Aguirre y su esposa. Al año siguiente, en 1831, nació en Oviedo su segunda hija, Dª. Manuela Antonia de Aguirre y Arcocha, las cuales se convirtieron en sus únicas herederas, pues los otros cuatro hijos que le dio su esposa –la cual tuvo 19 en sus dos matrimonios-, murieron siendo jóvenes.
Esta segunda hija se casó con D. José Sagrista Bonilla, natural de Jaén y tuvo, al menos, dos hijos, D. Manuel Sagrista Aguirre, médico-cirujano, que nació en 1856 y que casaría en 1888 con Dª. María Dolores Romero Vílchez, natural de Bedmar (1858) y prima hermana suya, además de ser recordada en Bedmar por haber costeado junto a su hermanastro, D. José del Gayo Vílchez (1848-1920), el pavimento de la ermita de Nuestra Señora de Cuadros en 1919, según se refería en una antigua cartela que decía: “Costeado este pavimento por Doña Dolores Romero Vílchez y Don José Gayo Vílchez” [Cfr. TROYANO VIEDMA, José Manuel. “Sabías que…”, en Torreón de Cuadros. Revista en Honor a la Santísima Virgen de Cuadros. Nº 8. Granada-Bedmar, 25/VII/2000. Tomo II (1999-2003). P. 118. Cuadros en la Historia. El sentimiento de un pueblo hacia su Patrona. Gráficas La Paz de Torredonjimeno. Jaén, 2007. P. 125]; y a D. Rafael Sagrista Aguirre, militar que casó con Dª. María de Bonilla, con la que tuvo a Dª. Isabel Sagrista Bonilla, que casó con D. Ricardo Ortega Nieto, médico de profesión y padre de: D. Ricardo, Físico y Médico; D. Rafael, Abogado, Licenciado en Filosofía y Letras, Funcionario de Hacienda en Huelva y Jaén, Investigador y Miembro Correspondiente –muy destacado- del Instituto de Estudios Giennenses; D. Eduardo, Médico y D. Enrique Ortega Sagrista, Gestor Administrativo. Todos se casaron y tuvieron descendencia a excepción de D. Rafael, el cual dedicó su vida hasta su muerte a su profesión y a la investigación sobre temas giennenses, entre los que destaca el del Coronel Aguirre [D. Rafael Ortega Sagrista conservaba en su Archivo Particular las bonitas condecoraciones alcanzadas por D. Manuel Aguirre y Aguirre, así como la Hoja de Servicios de este ilustre militar bedmareño del S. XIX].
Durante su retiro en su pueblo natal, Bedmar (Jaén), D. Manuel, vivió apartado de la política y de la Guerra Civil provocada por D. Carlos entre 1833 y 1839 -1ª Guerra Carlista-, dedicándose a la administración de todos sus bienes y de sus cuantiosas fincas, entre las que sobresalían las magníficas Fincas del Cañaveral y la del Cortijo de Fique, procedentes por compra realizada a la Casa del marqués de Estepa y de Bedmar, así como de los de su esposa ubicados en la provincia de Burgos y que constituían una fortuna tan considerable como la suya.
También compró casa en Jaén, en la Calle Pilarillos, donde finalmente fijó su residencia y donde vivió rodeado del cariño de los suyos y del respeto de las personas más destacadas de la ciudad. En ella fallecería su esposa en 1855 y en ella permaneció D. Manuel de Aguirre y Aguirre, bajo el cuidado de su hija Isabel, la cual hacía vida de monja y permaneció a su lado hasta su muerte, ocurrida en 1860, a los 78 años de edad.
En su Testamento dejó una gran limosna para la Sociedad de San Vicente de Paul al tiempo que dejó encargado que a su entierro asistieran las Cofradías del Santísimo Sacramento del Sagrario, la de Nuestra Señora de la Capilla y la del Señor de la Buena Muerte, sita en la Iglesia de la Merced, de la cual era ¨congregado¨. El resto de sus bienes se repartieron entre sus dos hijas, aunque la mayor, Isabel, ingresó en 1861 en el Convento de San Cristóbal de Valencia, perteneciente a las religiosas agustinas canongesas, donde recibió el bello nombre de Sor Isabel de la Corona de Espinas.