HIDALGOS
Jun 02 2016

POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES

Siglo XVII

En una sociedad, donde el estatus social y económico se cimentaba en purezas de sangre o servicio de armas, la consecución del estado de hidalguía, era algo más que reivindicar el pasado glorioso de la estirpe familiar. Ser hijodalgo, «hijo de algo», comportaba una serie de privilegios, quizás el más importante era quedar exento de pagar impuestos a la corona o no ser movilizado como soldado, lo cual generaba un goteo permanente de individuos que deseaban ser incluidos en el estado hidalgo.

Para ello se tenía que mandar toda la información, sobre antepasados, lugares de origen y servicios prestados a la corona, a la sala de hijosdalgos de la Chancillería de Granada, la que correspondía a los territorios situados al sur del río Tajo, para los situados al Norte debían dirigir las peticiones a la de Valladolid.

Existieron diferentes maneras de conseguir la hidalguía, desde los llamados «hidalgos de sangre» que reivindicaban los orígenes ilustres, de estirpe o abolengo, de sus antepasados, hasta los denominados «hidalgos de bragueta» aquellos que accedían al estado de hidalguía por haber tenido siete hijos varones de legitimo matrimonio, aunque careciesen de bienes y pasado notorio.

EN CACERES, como en otros lugares de la corona, existe un afán importante por adquirir el derecho de hidalguía, bien por gozar de privilegios y exenciones tributarias o por agregar el título como indicio del lustre social de la familia. Muchas de las consideradas «familias nobles» del recinto intramuros, no adquirieron su título hasta tiempos relativamente cercanos, como el ducado de Abrantes creado en 1693 o el condado de Torre de Mayoralgo en 1800. Junto a los linajes tradicionales que habitaban la villa, existen otros de nuevo cuño que también desean pertenecer a ese selecto grupo de hidalgos locales. Ocurre con los cameranos, convertidos en nuevos ricos de la ciudad, como Joaquín Samaniego que pide la hidalguía en 1826, Pedro de la Riva que lo hace en 1789 o José García Carrasco en 1791.

LOS EXPEDIENTES de hidalguía son documentos históricos que nos permiten entrar en contacto con el pasado de las familias ilustres de la villa. En los expedientes debían aparecer todos los datos relativos a antepasados y lugares de origen, datos necesarios para conseguir el ansiado estado de hidalguía. Estos antecedentes se basaban en testimonios archivísticos como padrones, repartimientos, alistamientos y escribanías, siempre que los documentos fuesen originales y que estos documentos no tengan «algún testado raspado, enmiendas, entrerrenglonado, introducción de hojas u otro defecto que pueda intuir sospecha de falsedad».

Según datos históricos, en la España del siglo XVIII existían alrededor de 600.000 hidalgos, en un país de poco más de 9 millones de habitantes. Es fácil adivinar que existía un interés especial en formar parte de un grupo social que aportaba prerrogativas e inmunidades a sus miembros.

Fuente: http://www.elperiodicoextremadura.com/

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