POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Una historia fiscal y detalles de la vida cotidiana de Arriondas y el resto del concejo en siglos pasados.
Tras un minucioso estudio del censo llevado a cabo en el concejo de Parres hace casi 500 años (1528) bajo el reinado de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, aparece Arriondas (que en el manuscrito original se menciona como Arreondas) con Fuentes y Castañera (escriben Castañeda) y -entre los tres- se hace mención a los 20 vecinos que no pagaban por costumbre, al estar exentos, pero Parres contaba con 73 vecinos pecheros que debían pagar como impuestos 4.930 maravedís, por lo que a cada uno correspondía 67,53 mrs.
La exenciones eran más de las que nos imaginamos -no sólo por los numerosísimos hidalgos- sino en casos como -por ejemplo- el Coto de la Abadía agustina de Covadonga, donde sus 30 vecinos gozaban del privilegio de no pagar impuestos, o los 15 vecinos del Coto de Tornín, que tampoco pagaban por ser el coto propiedad de Juan de Caso, persona ´principal´.
Asturias tenía un total de 4.300 vecinos pecheros, de los cuales el 92% tenían un nivel de vida normal para aquellos siglos de penuria, mientras un 2% se consideraban con riquezas y el 2% restante eran más pobres.
Según el Diccionario de Covarrubias (año 1610): “Pecho vale cierto tributo que se da al Rey y -por extensión- el que se paga a los dueños de los señoríos seglares y eclesiásticos, y pechero, el que lo paga. De éste están exentos los hidalgos y por el pecho se dividen de los que no son”.
En muchas regiones se consideraba a las viudas y a los menores de edad obligados a pagar pechos, como medio pechero.
Curioso el caso de la ciudad de Oviedo, que acabó exenta de pagar los 7.000 maravedís en el año 1528, aconsejando los regidores de Oviedo a algunos pecheros de distintos pueblos que se avecinasen en la capital para no pagar el Servicio a Su Majestad.
Parece que así lo hicieron, sobre todo los más ricos de pueblos cercanos, aunque siguieron residiendo donde siempre, una especie de “mini paraísos fiscales” de la época.
En el censo del año 1591 en el concejo de Parres aparecen registrados 675 vecinos (cabezas de familia) de ellos había 90 pecheros, 574 hidalgos y 11 pertenecían al clero.
Se deja constancia de que en Asturias los hijos de los clérigos eran muchos, y que también estaban exentos de pagar impuestos, al considerarlos hidalgos.
El reparto de pechos consistía en la distribución entre los pueblos del impuesto que habían de recaudar las intendencias y los comisionados, los cuales debían jurar al final de cada informe que estaba correctamente hecho y que las cantidades asignadas a cada pueblo eran las previamente estipuladas.
Se consideraban hidalgos a los pertenecientes al estamento más bajo del Estado noble. En un sentido amplio se contemplaba así a todo el que no pagaba impuestos al Rey, pero no se consideraban pertenecientes a la Nobleza.
Es habitual encontrarse en los registros de censo (que se hacían cada siete años) con la expresión “hacer un empadronamiento a calle hita”, así llamaban a la calle de un pueblo o aldea que tuviese varias casas seguidas, sin terrenos entre ellas. Hacer un padrón a “calle hita” era hacerlo casa por casa, sin dejar ninguna.
Retornemos ahora mentalmente al concejo de Parres de hace 350 años, y veamos algunos ejemplos de la vida de nuestros antepasados que los empadronadores dejaron reflejados en los tres volúmenes que se conservan (1653-1831), tal y como lo dejaron escrito para la posteridad:
“Medero Pérez de Buejes y su muger Cattalina dicen ttener dos ijos barones de catorze y seis años, llamados Domingo y Julián, y una enbra de nonbre María de ttres años, ttienen casa y orrio, un carro de yerba, labran ttierras de dos jornadas de bues, ttienen algunos frutales, recojen castañas y entregan dos copinos de pan a la parroqia. Vibe con ellos Polonia, suegra de Medero, de cinquenta y nuebe años. Todos son hijosdealgo. Tienen un arcabuz”.
“Pedro de Liñariega y su muger Balthasara viben en Montedealea, ttienen dos ijos de seis y nueve años, de nonbre Joseph y Diego. Juran no ttener bienes, son pecheros, pobres de solenidad, ttienen lanza”.
“Zipriano de Fressnedillo, mozo soltero, hijodealgo, cassa en calle de hita, tres días de bues, escopeta”.
“Damián de Quadro Beña, polomás o menos cinccuenta años, bive con su madre Margarita dela Prida, viuda, los dos hijosdalgo con tierras de tres días de bues, y pagan cuatro copinos de pan a la parroqia de santo Marttino de Quadro Beña”. Arcabuz y lanza.
“Francisco de laguerta, hijodealgo y su muger Anttonia Longo juran tener cassa, carro y labran para becinos de Llerandi y en el lugar del Coto y Llames”.
“Simón de Arobes, su muger María y sus hijos qe son Thoribio, Domingo y Bartholomé, todos dellos hijosdalgo, labran las tierras de la capilla del santo. Escopeta.
D. Juan de Villanueba, Capellán de la hermita de San Simón, hijodalgo”.
“Francisco de Estrada, presbítero en Nebares, hijodalgo principal. Con armas en su solar de poner y pintar. Es el reynado de su magestad don Luis primero en 1724”.
“Roque de Arenas, escopeta. Marttino de Bada y Andrés de Texuca, arcabuz. Bernardo de la Ballina y Alonso de la Roza, lanza. Todos hijosdalgo”.
«Francisco de Noriega, hijodalgo principal de cassa y lugar conocidos, con armas de poner y pintar”.
“Joseph de Tarapiella, de Sobrepiedra, hijodalgo labra tierras y tiene algunos árboles frutales.
Esteban de la Portiella y Lagranda, forastero».
«Antonio de Valdés Miranda, cura propio de la parroqia de S. Miguel de Cofiño, hijodalgo principal”.
“Domingo de Ampudia, de quarenta y quatro años anda polomás o menos, mozo soltero”.
“Capitán D. Gonzalo López de Pandiello y D. Antonio Flores Abarca Maldonado, hijosdalgo principales”.
“Domingo Manzano y su muger Cathalina de Liñariega dicen tener cuattro ijos, Zipriano, Anttonio, Thoribio y Mencía, de cattorce, diez, ocho y quatro años.
Pecheros que trabajan tierras, tienen cassa y orrio, cojen castañas, una escopeta.
Vive con ellos María Gómez de la Canexa, madre de Cathalina, y sesenta y ttres años, viuda y un tío de nombre Marcos Gómez, hijodalgo y quarenta y un años”.
Evidentemente, el escribano de turno dejaba constancia de los nombres en algunos casos según le llegaban al oído, así podemos encontrar la Quadrobenna del siglo XIV -hoy Cuadroveña- escrita de muchas maneras diferentes, incluso por el mismo escribano: Quadro Beña, Quadroveña, Cuadro veña, etc.
Puede leerse en el año 1553 que “en el concejo de Parras, coto de Lames, ay un monesterio y quarenta y tres basallos y siete viudas que pagan la renta y fueros de los bienes que ay en el dicho coto que son del monesterio de sant Pelayo. Baldrá cada basallo seis mil maravedís”.
En los muy antiguos libros de archivo nos podemos encontrar con Liñariega, Montedealea, Buejes (hoy Güexes, según la nueva toponimia), Fressnedillo (hoy Fresnidiellu), Arreondas y tantos otros topónimos que se van ´adaptando´ -de forma lenta y natural- al hablar de los vecinos a través de los siglos.
Asombra el elevadísimo número de parragueses con el nombre de Domingo, a mucha distancia de otros como Cosme, Medero, Toribio, Pedro, Cipriano, Antonio, Francisco y otros.
Pocas veces aparecen mencionadas las mujeres, cuyo nombre propio más utilizado era Catalina.
Recordemos que a santo Medero (san Emeterio) estaba dedicada la capilla de san Andrés de Pilanegro (desde 1664 hasta 1937). Ambos eran titulares de la misma, pero el más celebrado era santo Medero, hasta que -con los siglos- pasó san Andrés a ocupar la preferencia devocional de la que era la más antigua fiesta de Las Arriondas.
Santo Toribio fue el primer titular al que estuvo dedicada durante siglos la actual capilla de san Antonio de Padua, en El Barco, en Arriondas, el edificio cívico-religioso más antiguo de la capital del concejo.
Allá por el año 1825 ya aparece citada la capilla de santa Catalina en Cuadroveña, por lo tanto muchos años antes de que se levantase la actual capilla que fue dedicada a Ntra. Sra. de las Nieves.
Saludable es buscar qué inquietos estímulos y vicisitudes vivieron nuestros antepasados y qué queda de ellos por ahí, a veces en lugares del concejo donde jamás algunos de sus vecinos se asomaron para nada ni lo harán en su vida.
Y es que -en ocasiones- a la vuelta de la esquina, a pocos kilómetros de la carretera comarcal, sigue viva la esencia de los barrios y los pueblos que -desde hace siglos- dormitan en la falda de la montaña o rodeados de los mismos prados y bosques que cuidaron nuestros predecesores.
En las actas de aquella casa consistorial -que aún no era propia y pagaba renta al dueño de la misma en Cuadroveña- quedaron anotadas sesión a sesión las quejas de los vecinos de cada uno de sus pueblos por la mucha miseria en la que se veían envueltas sus vidas, incapaces de pagar los abundantes impuestos con los que eran gravados, bien por la Monarquía correspondiente al gobierno del Estado o -después- por orden del gobernador provincial de turno.
Un ejemplo: la cosecha del año anterior había sido tan mala (dice el acta del 24 de abril de 1856) que “atendiendo a la miseria que hay en esta jurisdicción, la mayoría de los vecinos se hallan ya ausentes, los unos en los Reinos de Castilla la Vieja y los otros en Madrid, Sevilla, Montañas de Santander” y habían solicitado una casa pública de beneficencia en la villa para acoger a los muchos pobres que había en Parres, pero en el ayuntamiento se les dijo que ni tenían fondos ni se los enviaban desde el Gobierno Provincial.
Además, hacía dos años que no habían podido abonar los 36.207 reales de contribución que le correspondieron al concejo “por ser casi todos pobres labradores sin posibles y muy poca gente acomodada”.
Los recaudadores de impuestos -que se nombraban cada mes de enero- tuvieron poco trabajo en algunos años de censos y hasta los “Buleros de la Cruzada” (otros recaudadores reales) encontraron muchas puertas cerradas y la mayor parte de las despensas vacías.
Pacientes en tantas ocasiones, resignados o dóciles a la fuerza… hasta que tanto va el cántaro a la fuente que añicos se hace; porque sobrevivir era motivo suficiente para intentar subvertir ciertas situaciones cuya solución se hacía esperar durante demasiados años. Pero el fracaso solía ser el pan de cada día.
Ya en el siglo XIX, el escribano del consistorio anota sobre las escuelas públicas del concejo de Parres “que su necesidad será tal vez la más notoria de todos los concejos del Reino, de modo que se deben reedificar los catorce miserables locales de instrucción primaria, mal construidos y sin apenas menaje, abandonados a causa de la espantosa miseria que rodea a la inmensa mayoría de los vecinos de este concejo”.
Los mayores que quedaron iban a los puntos donde pudieran ser contratados para trabajar como “colonos” por los pocos que disponían de algunas rentas. Añade el escribano que “siendo la jurisdicción de dos leguas de larga y una de ancha no tiene en ese año más de dieciocho mil fanegas de maíz, mil ochocientas de pan, dos mil quinientas de castañas, quinientas de patatas y doscientas de habas”.
Todas ellas no eran ni la mitad de las necesarias para cubrir las necesidades alimentarias de los vecinos.
El Ayuntamiento -con su alcalde e “individuos” (así se denominó durante muchos años a los hoy concejales)- siempre decía que no disponía de medios para socorrer tantas calamidades.
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