POR EDUARDO JUAREZ VALERO, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO DE LA GRANJA (SEGOVIA)
Ser leído es, para quien escribe, el mayor de los honores, pues cierra un círculo que empieza con una idea y una página en blanco. Ahora, que un sólo lector disfrute con el tránsito escrito es, por encima de todas las cosas, una felicidad inmensa. Muchas gracias, Maribel. Seguiré:
Señor director:
Siempre leo con placer los artículos publicados en El Adelantado por Eduardo Juárez. Son preciosos relatos donde se mezcla un gran conocimiento de datos históricos y botánicos, adobados con un profundo amor por todos los paisajes a que se refiere, y que él denomina “El Paraíso”.
El ultimo que he disfrutado bajo el título de “El cedro en el parterre de Andrómeda”, respira poesía teñida de nostalgia del tiempo vivido en la niñez, en esos lugares que han significado mucho en la historia personal de cada uno, y me ha trasladado a mis propios queridos lugares en Segovia que es mi propio “Paraíso”, cuando mi vida era de “pan y chocolate” y todo parecía posible. Ahora, ya muy lejos aquel tiempo, acaricio a menudo en mis recuerdos aquellos paisajes donde fui feliz, con aquella dulce inconsciencia de la niñez y la primera juventud.
Me encanta La Granja de San Ildefonso, donde vivo ahora por motivos personales, pero no puedo evitar que Segovia “tire de mi” de forma inevitable y nostálgica, y que me haga repetir en mi interior aquella frase que Quevedo puso en boca del Buscón: “Yo, Señor, soy de Segovia”. Maribel Egido Carrasco-