POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Cada monumento, solar, calle o rincón de nuestra ciudad es una página viva de una historia que sigue pesando sobre el caminar diario de varias generaciones. Y cuando estas, ajenas a sus responsabilidades, ignoran ese pasado o no saben por lo menos respetarlo, se llega a situaciones límites cuyo final es un conjunto de atropellos que se lleva por delante esa historia que tenían obligación de respetar y cuidar como responsables oficiales.
Como la historia convertida en solar ya está en la mente de todos los ciudadanos, muchos de ellos con árboles casi centenarios en su interior, vamos a dejarlos en paz y seguimos con otra serie de monumentos que a nadie parecen interesar. Sobre ellos pesa el silencio del olvido o la falta de unos mínimos en iniciativas capaces de sacarlos antes de que la vergüenza de la ruina caiga sobre ellos.
Un ejemplo cercano lo tenemos en lo que fue el monasterio de las concepcionistas, frente a inmensos solares cerrados tristemente por un muro liso y uniforme, un auténtico insulto a la zona histórica y monumental de la maltratada ciudad del Romancero.
Siguiendo el eje urbano de la ciudad y, antes de terminar de cruzar el primer recinto, nos encontramos con el Palacio antiguo de la Diputación, sueño perdido y malogrado que espera desde hace tiempo. Con él dejamos atrás el recuerdo de las que fueron célebres arcadas con sus dos relieves, el anillo del obispo San Atilano y el Campo de la Verdad.
Pasada la plaza de Castilla y León, el noble edificio que fuera sede del Banco de España y de Caja de Ahorros. Una obra del más destacado arquitecto de la época, Ventura Rodríguez, cerrado a cal y canto. Y otro tanto ocurre con la última sede del Banco de España, a la espera de convertirse en sede de la Policía Municipal. Así se borran las páginas de la historia de una ciudad maltratada por sus hijos.
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