POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA).
Desde principios del siglo XV, este tramo de calle o carretera, el de mayor longitud del pueblo, partía desde un extremo del pueblo, lugar en el que estaba ubicada una garita también llamada «Fielato» donde se apostaba un oficial del Ayuntamiento con el fin de controlar el tráfico de mercancías, animales de carga y ganados que accedían a los mercados, provenientes de otros pueblos de la comarca y de las huertas y campos de Ulea.
A este controlador oficial del Ayuntamiento, se le llamaba «Recaudador de impuestos» y, cuando estos recaudadores eran autónomos, al aceptar las plicas impuestas por el Ayuntamiento, en pública subasta, se les denominaba «Rematantes de los impuestos públicos».
Esta calle de gran longitud, tenía su inicio en la punta del pueblo donde estaba instalado el fielato que desde el siglo XV se le llamaba «Calle de las Eras»; al estar dicha calle flanqueada por eras en donde se trillaban los cereales.
En este tramo inicial de la «Calle Carretera del Molino” se encontraba el almacén de naranjas y limones del Conde Heredia Spínola, regentado, hasta hace unos 50 años, por Jesualdo Cascales Carrillo (por tal motivo, siempre se le llamó «El Almacén de Jesualdo».
Con posterioridad ha tenido otros inquilinos y, en la actualidad, es un bloque de viviendas en cuyos bajos se encuentra «el restaurante Moreno». Unos metros más adelante, en el llamado Carrerón o Carrón de la Aceña, comienza el itinerario de la llamada «Calle Carrerón de la Aceña» que nos une con Villanueva y demás pueblos de la comarca.
Enfrente, en la acera de la izquierda- en donde estaban los terrenos del Conde Heredia Spínola, regados con las aguas de la contra aceña- tras la desaparición del regadío, los jóvenes utilizamos dichos terrenos para, una vez allanados, utilizarlo como campo de fútbol provisional. Hoy, en dichos terrenos se ubica un magnífico grupo escolar:» C.E.I.P. Santa Cruz Villa de Ulea»; un prestigioso Centro Escolar y Polideportivo.
Prosiguiendo el itinerario de la Carretera del Molino nos encontramos con un punto de reunión de la mayoría de los vecinos: «El Poyo de los Árboles Grandes»; lugar desde donde partían y regresaban los viajeros de Ulea que iban a la capital murciana y allende sus fronteras. Sí, este era el lugar de encuentro y despedida.
Hoy, a pesar de los progresos sigue teniendo idéntica función. También, en la actualidad, existen unos bancos, dando la espalda a lo que fue «La Aceña de los Ortega Garrido», en donde las personas mayores entablan sus tertulias viendo pasar a los transeúntes uleanos.
Más adelante, frente a los árboles grandes, aboca «la calle de Heredia Spínola» y prosiguiendo un poco, en pleno «Paraje de la Glorieta», nos encontramos con el Almacén de cítricos y frutas «Ayaga», en donde con anterioridad, se encontraba una heredad de frondosos árboles. Justo enfrente, desemboca la calle «Santa Cruz», que une la Calle Nueva con la carretera del Molino. En dicha calle Santa Cruz, se encuentra el Centro Médico.
En el lado izquierdo, bordeando la carretera del Molino, el día 8 de octubre del año 1944, tuvo lugar la inauguración del campo de fútbol «La Glorieta», siendo alcalde Luís García Fernández y párroco José Muñoz Martínez. La construcción de dicho campo de fútbol, contó con la inestimable colaboración de todos los que éramos aficionados al fútbol que en aquella época, una «legión».
En dicho campo de fútbol aprendimos muchos a darle las primeras patadas a un balón. Poco duró este recinto deportivo ya que, el Ayuntamiento, en 1951 lo declaró espacio edificable y, rápidamente aparecieron casas y almacenes, siendo el centro de la urbanización «La Glorieta».
La calle larga y con escasos desniveles que, en un principio llegaba hasta el final del cauce de la acequia en donde se ubicó con posterioridad el Molino Maquilero de Damián Ruiz Rodríguez, acaba su trayectoria pasado el badén que indica el Kilómetro «0» de Ulea.
Se trata del lugar en donde se inicia el barrio de la Capellanía o «Calle de la Capellanía”; justo a la altura de La Cooperativa de Cítricos y otras frutas. En dicho paraje, donado al Ayuntamiento por Sebastián de Rueda y Benavides, estuvo ubicado el segundo cementerio municipal del pueblo, desde el siglo XVI, hasta el año 1911, fecha de su clausura oficial. En dicho solar, tras ser exhumados todos los restos mortales que permanecían en los enterramientos- nunca mejor dicho- ya que no existían panteones funerarios, fue donde se construyó la anteriormente citada fábrica y Cooperativa de cítricos y otras frutas. Como este cementerio estuvo enclavado en el paraje de «La Capellanía», se le llamó «Cementerio Municipal «La Capellanía».
Más adelante, a mano derecha, se encontraba «la aceña de la Capellanía» de la que hoy quedan un montón de chatarra y unos cangilones oxidados.; en medio de una frondosa huerta. Enfrente se encuentran enclavadas varias casas, comenzando por la casa y almacén de Pablo Garrido; la casa de Antonio González (peluquín), la casa de Genaro Cascales (Pitillo) y la casa de Pedro José Martínez (el de la Rosina).
Este bloque de viviendas se encuentra edificado en la misma ladera de la montaña por lo que eran frecuentes las avenidas de los barrancos en las épocas lluviosas. Todas estas casas, incrustadas en las entrañas de la montaña «El Castillo», tenían al fondo una habitación-cueva, en donde hacía fresco en verano y templanza en invierno. Por tal motivo, eran utilizadas para almacenar enredos y, sobre todo, para conservar los alimentos. Casi todas, hoy día, conservan dicha configuración.
Dicha Calle Capellanía, tras acabar una ligera meseta «la meseta de la Capellanía» comienza a descender hasta llegar al último tramo de dicha calle, antes de llegar al final del cauce de la acequia y del Molino Maquilero. Toda la calle es una cuesta empinada y, bajo el cobijo de la montaña se encuentran numerosas casas que parecen estar edificadas en la misma montaña. De hecho, todas ellas tienen una habitación interior o varias, que son verdaderas cuevas horadadas con pico y pala, en la misma montaña.
En dicho tramo final de la Calle Capellanía vivían, y siguen viviendo, la saga de «los Franceses», llegados al pueblo en la década de los años 1930-1940, teniendo como oficio, manejar el motor de riegos «La Purísima» y controlar las tandas del agua. Dicho oficio ha sido heredado por los familiares y, ahora, lo regenta un miembro de la tercera generación de «los Franceses». Enfrente no había casas, solamente la huerta por donde cruzaba la acequia en su tramo final y un par de cabañas de alcazabas del «tío Sastre».
Esta larga calle, que comienza, en «la punta del pueblo», donde acaba la Calle O´Donell”, se inicia con La Calle Carretera del Molino; sigue con «la Glorieta», después «la Calle Capellanía”» y acaba con «la calle Del Molino”, al finalizar, el cauce de la acequia. En esta calle, de corto recorrido, se encuentra el Molino Maquilero de Damián Ruiz y, enfrente, las viviendas de Antonio y Eladia y Pepe y Valentina «Los Gordos» Desde este punto, salen unos ramales o hijuelas que antiguamente eran camino de ganado o de herradura y otros que enlazaban con los caseríos extrarradio que tendrán un apéndice aparte. Pero, al comienzo de la calle, existe una hijuela que enlaza la calle Ramón y Cajal con la Calle Carretera del Molino.
Las casas de Paco España «el de Cascos» y la de José Moreno Carrillo (José de «la punta del pueblo»), estaban separadas por un corral cuyas paredes hacían mediana con ambas y, al no tener salida, las aguas que corrían por la calle Ramón y Cajal, antigua calle Arrabal, tras las lluvias pertinaces, se formaba un charco que parecía una balsa en la que se bañaban y jugaban los niños. Había un grave inconveniente: se formaba tal charco de aguas, broza y piedras, que, en las casas adyacentes, tenían que poner tablones en sus puertas, o levantar unos escalones, para evitar que se inundaran las viviendas y corrales.
Por suerte, en el diario La Verdad de Murcia del día 30 de enero del año 1949, aparece la siguiente reseña: Gracias a las gestiones del Alcalde José Carrillo Hita y su Corporación Municipal, han conseguido aliviar los peligros qué, de forma frecuente, se ciernen sobre los vecinos de las calles Arrabal, Nueva y O´Donnell. Para tal menester han conseguido la compra de una pequeña casa y un corral, propiedad de D. Félix López Abenza, que hacían de tapón e impedían el desagüe de la calle, produciendo, como consecuencia, el embalse de las aguas, piedras y barro. Para efectuar dicha gestión, han tenido que sacar de las arcas municipales, el importe de dicho inmueble, con arreglo al capítulo y artículo de su clase”.
La redacción del periódico La Verdad de Murcia, a través de sus columnas, en nombre de los vecinos afectados, muestra su más sentido agradecimiento a las autoridades locales, por tan importante mejora.
La compra se efectuó con la finalidad de derribarlo y abrir un espacio para que el agua que discurría por la Calle Arrabal, así se llamaba entonces, desaguara por dicho boquete hacia la «la punta del pueblo», en donde iniciaba su trayectoria la Calle Carretera del Molino, con anterioridad «Calle de las «Eras. Por tal motivo, a este pequeño tramo de calleja escalonada se le denominó «Hijuela del Corral».
Fuente: Cronista J.C.E.