POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA- CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA).
La historia de Ulea está plagada de grandes acontecimientos, según nos demostró el Comisario de Estudios Arqueológicos Sr. Valiente Atué, al descubrir los restos de la diseminación árabe en los siglos X y XI.
Haciendo un pequeño relato histórico de Ulea, nos encontramos con qué, el día 10 de mayo del año 1490, tras la donación de los terrenos de «La Cuna» por Mara Piero y Francisco López, se comenzó a construir el primer Ayuntamiento en Ulea; obra que acabó en el año 1492, fecha en que fue inaugurado.
Con posterioridad, en el año 1505, sobre los muros de un almacén que hacía las veces de Mezquita, se construyó la Iglesia Parroquial de Ulea y, las autoridades uleanas consideraron que debían trazar las líneas por donde se abrirían calles para la comunicación de los Uleanos. Pronto se trazaron radiales que abocaban a la acequia mayor, a las fincas de la Cuna y al río Segura.
Sin embargo como Ulea era un fortín al amparo del monte «El Castillo», se diseñaron caminos y senderos; para personas, cabras, ovejas y acémilas, con la finalidad de comunicarlas por toda la costera del municipio, en donde solo existían chamizos, corrales y cuadras. Todas ellas como poblados dispersos, hasta que en el año 1743 se hizo el primer censo oficial de calles de Ulea, siendo Alcalde de Ulea D. Francisco Yepes Montoro; entre las que estaba «La Calle Nueva».
La Calle Nueva, que subsiste en la actualidad con el mismo nombre con el que fue inaugurada, discurre paralela a la ladera del monte y a la finca de «La Glorieta», propiedad de los antepasados del Conde Heredia Spínola. Dicho paraje separa a la calle Nueva de la Carretera del Molino- antigua calle de «Las Eras».
Sin embargo, al tomar posesión de la alcaldía de Ulea D. Francisco Moreno Sánchez, en la Sesión plenaria del día 9 de octubre del año 1937, dejó de llamarse calle Nueva y se le puso en su lugar «Calle Francisco Largo Caballero». Nombre que perduró hasta la terminación de la contienda civil española ya que en el primer Pleno del Consistorio uleano, del día 18 de abril de 1939, siendo Alcalde de Ulea D. Francisco Miñano y Miñano, desapareció el nombre de «Calle de Francisco Largo Caballero» y se le volvió a denominar con su nombre original: «CALLE NUEVA».
Desde la antigüedad, la Calle Nueva, no parecía una calle como tal, sino un pequeño poblado, qué naciendo en la parte baja del «Corralón», acaba conectando con «La Capellanía», a la altura del Cementerio Municipal de Ulea «La Capellanía».
En la actualidad, la Calle Nueva, conecta con la intersección de las calles Ramón y Cajal (antigua calle Arrabal) y la del Conde Heredia Spínola y finaliza encontrándose con la Calle Capellanía.
Sin embargo, esta calle enmarcada entre el barranco de las Piqueras y el Corralón, por el oeste y por el promontorio de la montaña por el este, forma un núcleo poblacional semejante a una barriada.
La disección de la calle Nueva, la más poblada de Ulea, es un tanto complicada pero, tras un estudio minucioso, os describo esta barriada como una isla en la empinada ladera de la montaña. Sí, aislada del corazón del pueblo de Ulea por el barranco proveniente del «Corralón», con sus enormes cárcavas por el arrastre de rocas, barro y matojos, en la parte oeste de dicha calle y por un barranco similar en su extremo este, colindando con el paraje de «La Capellanía». Ambos barrancos delimitan a los habitantes de la calle Nueva por el oeste y el este; y, como por el sur hacía frontera con el paraje de «La Glorieta», que le separaba de la «La Carretera del Molino» y de la huerta, la única expansión posible era mirar hacia el norte: hacia la rocosa montaña «El Castillo». De ahí que la calle Nueva, que nace en la confluencia con la Calle Ramón y Cajal (antiguo Arrabal) y la cabecera de la calle Heredia Spínola, hasta hace pocos años, cauce del «barranco del Corralón» y termina su itinerario en el barranco de las oliveras; también llamado del «Cementerio Viejo o Cementerio de La Capellanía».
Por tal motivo, el barrio de La Calle Nueva, es una sucesión de escalones que miran hacia la montaña. Es como si fuera su sombrero porque cada vez que la miran parecen tenerla sobre sus cabezas. Por eso ha habido temporadas que vivían sobrecogidos ya que el desprendimiento de rocas era frecuente e invadían corrales y viviendas. Gracias a que nuestros Regidores han puesto toda la carne en el asador con el fin de protegerles mediante unas cinchas metálicas que abrazan a las rocas más prominentes.
Pues bien, «la Calle Nueva», nace en la confluencia con las calles Ramón y Cajal y Heredia Spínola y, en su acera de la montaña, se encuentra en primer lugar con una nave qué, en sus orígenes fue un almacén de naranjas y limones y, adquirida por la empresa Gómez, se acondicionó como cine y teatro, desde el año 1940 a 1944. A partir de esta fecha fue comprada por la empresa Tomás y Valiente y tras una profunda remodelación siguió siendo sala de cine y teatro, pero, con el nombre de «Cine y Teatro Olimpia», regentada por sus dueños Gregorio Tomás Ramírez y Mariano Carrillo Valiente. Con el tiempo, en terrenos de la parte baja del Corralón acondicionaron un espacio amplio como cine de verano, de la misma empresa y con idéntico nombre «Cine Olimpia». Como ambas salas estaban contiguas, solo con cambiar la máquina de cine de posición, dentro de la misma cabina, se surtían en invierno y verano. Hoy en día, la nave que era el cine de invierno vuelve a ser un almacén industrial y lo que era cine de verano, se ha transformado en un bloque de viviendas.
Más adelante, a la derecha, haciendo esquina con la Calle Santa Cruz, vivió un matrimonio ciezano que se afincó en Ulea de por vida. Se llamaban Juan y Candelaria y su oficio era el de «Pintores Paisajistas». Sí, Juan, con la inestimable ayuda de su mujer, durante sus más de 20 años que vivieron en Ulea, pintaron casas, calles y paisajes del término Municipal de Ulea, hasta el punto de que son escasas las viviendas de la época en las que no hay un cuadro pintado por ellos.
Avanzando por la Calle Nueva, tras cruzar un nuevo barranco, en la acera izquierda, nace una hijuela que enlaza por un lado con el camino de la montaña, también llamado de «los cachos», por el que se accede, por el lado de la casa de Paco Vicente «El Chichás», por una vereda empinada de ganado, a las viviendas cuevas más altas de Ulea, porque, tras la fachada y una pequeña entrada, eran una cueva en las entrañas del monte «El Castillo». Sí, como recuerdo histórico, allí vivieron La tía Mercedes y su hija Salvadora, con toda su familia. Junto a ella, en cuevas contiguas, vivieron Bonifacio Cutillas, Antonio Cascales «Caballero el de los iguales» y el susodicho «cacho» con su mujer Concha Cascales y sus hijos. Todos ellos, en su elevado anfiteatro, unidos por un sendero de ganado.
Volviendo al inicio de la calle Nueva, en este mismo ramal existe una derivación a la derecha en donde se encuentran viviendas y corrales, siendo de destacar el horno de Cascales Ayala- los padres de Iluminado Cascales Ayala, y las casas del célebre Cirilo y de Julio Molina «El tío Julio Carrasco»; quien sufrió la pesadilla- él y su familia- de recibir el alud de una roca desprendida de la montaña que, afortunadamente, quedó alojada en el corral aledaño a la vivienda.
A la derecha, en la misma bocacalle, nos encontramos con la calle Santa Cruz, que nos acerca a la Carretera del Molino, antigua calle de «Las Eras».
Prosiguiendo adelante por «La Calle Nueva», a la izquierda, nos encontramos con la vivienda del tío Ángel Martínez López «El tío Orégano» y su mujer María Garrido Gambín, en donde nacieron mi abuela Clarisa y sus hermanos Joaquina, Apolinario, Dolores y Mariquita, así como mi padre Joaquín Carrillo Martínez «El de los Muebles» y sus nueve hermanos.
Dicha calle está plagada de ganaderos, y laboriosas personas del campo y de la huerta, en la que destacamos el ganadero y lechero Vicente Cascales, alias Facundo, Era curioso contemplar la figura menuda de Facundo, con sus cabras recién paridas y sus ubres en plenitud, subir al pueblo para vender leche recién ordeñada en presencia de sus compradores. Su habilidad para el ordeño de las cabras era la admiración de todos los chiquillos que nos quedábamos embelesados mirando. También había otros cabreros que ordeñaban a domicilio tales como «Leandro el de las cabras», Manolo «El Chiquel» y varios más.
Por esta calle alargada, aprisionada por la montaña, nos encontramos con gente humilde y laboriosa, sobre todo, trabajando el esparto, haciendo lía, soga y cordeta; según el grosor. Era curioso contemplar en la puerta de sus casas, en días bonancibles, a las personas mayores- sobre todo hombres- ensogando los asientos de las sillas. Sí, era todo un trabajo artesanal. Algunos otros, apostados en la acera de sus casas trabajaban el esparto sin picar haciendo cachuleros para coger caracoles en los días lluviosos.
A continuación nos encontramos con «las cuatro esquinas de la calle Nueva», en la que confluyen la vivienda del Tío Clemente y de José Antonio «El Manco», por la parte de la sierra, y, por la parte baja, los límites de dos corrales del pago de «La Glorieta» Por esa calle que emboca desde la montaña hasta la acequia de Ulea, bajaba un verdadero río de aguas, piedras y matojos en los días de lluvias pertinaces.
Más adelante, pasando las viviendas del Manco y la Constantina «del caravana», nos encontramos con la Barbería y Peluquería del barrio, regentada por Juan, con su sempiterno cigarro en los labios y sus carrillos sonrientes. Era una persona sencilla y servicial y, en el barrio y toda Ulea, le llamábamos Juan «El Oficial».
Recorriendo la calle Nueva, nos encontramos con la vivienda de un personaje especial en la vida de los uleanos; Ángel Martínez «El Alguacil». Hombre conocedor del funcionamiento del Ayuntamiento y de las vicisitudes de todos los uleanos. Además, montó una empresa de fumigación de naranjos y limoneros y, cuando disponía de horas libres se ponía su indumentaria de fumigador y se unía a su cuadrilla. Sí, Ángel, «El Alguacil», una persona importante en la vida de los uleanos, durante muchos años.
Cada bocacalle es el cauce de las avenidas de la sierra y los vecinos, procuran resguardarse de los arrastres de piedras, lodo, agua y matorrales que escupe la montaña en los días tormentosos con lluvias abundantes. Por ello, la bocacalle siguiente, en donde vivían Alfonsico, Los Matea, Los Moreno, etc., tenían unas escaleras en alto para acceder a sus viviendas, so pena de estar inundados con frecuencia.
En la parte final de la calle Nueva, vivían personajes como Enriquico y la María, Julio y la Cayetana; todos ellos flanqueados por corrales. Pero, en ese tramo final, por una senda angosta y empinada, se accedía a otra hijuela de la calle Nueva en la que vivían- algunos residen todavía- personas sencillas y honorables, tales como José Yepes «El alpargatero», Joaquín Vargas «El Parrales», los Garro, los Moreno, los Gonzálvez y el Maestro de Música Vicente «El Moro» y su familia. A este tramo de calle se le llamaba «La Leja de la Calle Nueva».
El itinerario de esta calle de la clase humilde del pueblo de Ulea, ha llegado a su fin. Allí confluye con el barranco que le separa de La Capellanía, frente a la Cooperativa Santa Cruz, antiguo Cementerio Municipal de Ulea, desde el año 1505, hasta el año 1911.
Sí, a todo este trayecto, toda esta barriada laboriosa, de todos cuantos he citado y muchos más; una de las más antiguas del pueblo de Ulea, al amparo del monte «El Castillo», se le llamaba y se le sigue llamando «CALLE NUEVA».
FUENTE: CRONISTA